?Democracia desde la cumbre o desde la sociedad?
Presidente del Partido CarlistaLos partidos pol¨ªticos, durante tanto tiempo esperados e indispensables para la democracia, a menos de un a?o de rodaje ya se encuentran ante un dilema: o se convierten en poderos¨ªsimas plataformas para el desarrollo de la democracia o quedan abocados a ser instrumentos de alienaci¨®n de la sociedad. Dicho en otras palabras, o sirven de cauce natural para el ?caudal de ideas? de la colectividad o se convierten en secuestradores de la riqueza pol¨ªtica de una sociedad joven y llena de futuro, como la espa?ola.
Este no es un reto que se plantea a nivel especulativo o de filosof¨ªa pol¨ªtica, sino que se presenta a diario y lo palpamos en temas muy reales. Para analizar la funci¨®n de los partidos pol¨ªticos frente al desarrollo de la participaci¨®n popular en la vida social podemos fijarnos en sus relevantes problemas; planteados hoy en nuestro pa¨ªs.
Proceso auton¨®mico solidario o centr¨ªfugo
El primero de ellos es el de las autonom¨ªas. La libertad (le los pueblos y comunidades no consiste en ?ser diferentes? al estilo del eslogan ?Espa?a es diferente?. Consiste en lograr una unidad responsable y solidaria.
El centralismo no es responsable ni soliario. Es, simplemente, tecnocr¨¢tico, No desarrolla la responsabilidad de la comunidad ni del ciudadano en la vida p¨²blica, porque sustituye a toda forma de poder responsable por un poder central ¨²nico y absorbente. Todos decide en la cumbre. De esta forma los pa¨ªses, pueblos o nacionalidades no cuentan; ni las provincias, comarcas y municipios son centros de decisi¨®n democr¨¢ticamente responsables. Son, o se ven reducidos a ser, meros escalones de la Administraci¨®n central.
Por el contrario, una concepci¨®n responsable del hombre y de las comunidades, desde la comunidad local hasta la provincial, nacional o supranacional, presupone que existan niveles de soberan¨ªa, es decir, de libertad y responsabilidad, distintos a los del Estado central.
De ah¨ª la inmensa importancia del proceso auton¨®mico. Porque puede crear dos din¨¢micas opuestas: una, la centr¨ªfuga, que consiste en provocar, por una imitaci¨®n del centralismo a niveles inferiores, unos centralismos locales antiunitarios. Otra, la solidaria, que busca crear, apoy¨¢ndose en responsabilidades asumidas, a nivel populares, tina unidad solidaria. Solidaria porque la responsabilizaci¨®n con los problemas de las comunidades inmediatas obliga al ciudadano a ver siempre la soluci¨®n de los problemas en su aspecto comunitario y, por tanto, solidario.
Debemos darnos cuenta los espa?oles de que hoy muchos problemas no se podr¨¢n resolver a niveles locales y, ni siquiera, a nivel de los Estados. Incluso las principales cuestiones s¨®lo se podr¨¢n diluclidar a nivel europeo o, quiz¨¢, mundial. Este hecho no s¨®lo impone un cambio de visi¨®n de lo que es soberan¨ªa y su reparto, sino que, sobre todo, impone de c¨®mo debe un nuevo an 1 1 de construirse, desde la base m¨¢s pr¨®xima al hombre hasta la cumbre m¨¢s lejana, la gran pir¨¢mide de libertades responsables. S¨®lo as¨ª podr¨¢ construirse desde el ciudadano hasta la federaci¨®n de estados europeos y, en un futuro, mundiales, la libertad individual y, la responsabilidad personal frente a la comunidad humana entera.
No se trata, por tanto, de ver cu¨¢ntos votos ganar¨¢ un determinado partido en tal pa¨ªs o municipio, sino qu¨¦ din¨¢mica de responsabilidad ciudadana pueden promover los partidos pol¨ªticos en todos los pa¨ªses y en todos los municipios. Se trata de saber si los partidos pol¨ªticos sabemos propiciar unas estructuras responsables, base de una unidad, hoy nacional y ma?ana internacional.
?Elecciones municipales para los vecinos o para los partidos pol¨ªticos?
Segundo problema ilustrativo de la problem¨¢tica exterior es el de las elecciones municipales. ?Monopolio de los partidos pol¨ªticos o promoci¨®n de todos en la responsabilidad p¨²blica? Esta es la alternativa.
Si caemos en el monopolio de los partidos pol¨ªticos, el partidismo local servir¨ªa, simplemente, para transformar las elecciones en cantera de afiliados para los partidos pol¨ªticos, y, poco o nada, para acercar el pueblo a la gesti¨®n municipal. ?Lo har¨¢n ellos, los partidos?, ser¨¢ la actitud de la mayor¨ªa de los vecinos. Otra vez aparece como positivo o negativo, seg¨²n el caso, pero siempre fundamental el papel de los partidos pol¨ªticos.
Lo que para cada grupo pol¨ªtico puede ser interesante, de cara a reforzar su imagen, puede resultar negativo para el desarrollo de la democracia en la sociedad.
Por ello, de cara a las elecciones, conviene que los partidos se dediquen a potenciar la participaci¨®n de todos.
El pluralismo pol¨ªtico no debe de basarse en el partidismo, sino en abrir el debate. Debe servir a la promoci¨®n de todos en la responsabilidad, es decir, debe servir para hacer m¨¢s din¨¢mica la vida democr¨¢tica a todos los niveles. La vida pol¨ªtica no debe verse secuestrada por unos grupos pol¨ªticos, sino promovida por ellos a nivel popular. Vida pol¨ªtica en la calle. Debate legislativo en el Parlamento. Esto es la democracia.
El tercer problema es el de nuestras relaciones con la Comunidad Econ¨®mica Europea. La CEE no es una unidad pol¨ªtica. Es una unidad econ¨®mica. Es, literalmente, un ?mercado com¨²n?. Parece una perogrullada, pero es necesario recordarlo.
Un Mercado Com¨²n con m¨¢s de 250 millones de hombres, con una potencia industrial total comparable a la de Estados Unidos o la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Es necesario el ingreso de Espa?a, porque nuestro pa¨ªs no puede, en la pr¨¢ctica, vivir econ¨®micamente al margen de esta unidad. Es un derecho, porque Espa?a es Europa, sobre todo cuando vuelve a entrar en el marco democr¨¢tico. Pero existen dos dificultades.
Las nuestras propias, porque no podemos abrir nuestras fronteras libremente a los productos extranjeros. Por lo menos no podemos hacerlo de la noche a la ma?ana sin que se derrumbe gran parte de nuestra econom¨ªa.
La otra dificultad se presenta a la inversa. Espa?a plantea un problema al Mercado Com¨²n, porque su nivel de desarrollo y los productos que puede ofrecer son competitivos con sectores y grupos de intereses ya establecidos dentro de la Comunidad.
Debemos vencer las dos dificultades: las de dentro, es decir, la adaptaci¨®n del sistema econ¨®mico espa?ol a la competitividad extranjera, y la dificultad exterior, la de conseguir de los intereses creados europeos la adaptaci¨®n al ingreso de un competidor nuevo. Pues bien, esto, en Espa?a es tarea pol¨ªtica para el poder, pero tambi¨¦n para los partidos pol¨ªticos y para los sindicatos. Deber¨ªa ser objeto, incluso, de un di¨¢logo de pueblo a pueblo, para convencer a Europa de que la solidaridad es una necesidad para el programa econ¨®mico y tambi¨¦n pol¨ªtico, de que debemos caminar hacia una nueva concepci¨®n de Europa apoyada no en los ego¨ªsmos o intereses, a veces leg¨ªtimos, de las partes, sino sobre la solidaridad, que es el inter¨¦s m¨¢s com¨²n.
Aqu¨ª aparece una nueva tarea para los partidos pol¨ªticos, tanto hacia afuera como hacia dentro. Abrir un debate p¨²blico sobre varias alternativas, hacer comprender a la sociedad la problem¨¢tica y analizarla con ella y no a sus espaldas. Sintetizar al nivel del Parlamento las opciones y soluciones posibles. En esto consiste o deber¨ªa de consistir la misi¨®n fundamental de los partidos pol¨ªticos: ser correa de transmisi¨®n del debate popular hacia el poder.
De este modo, el mismo estudio de la problem¨¢tica espa?ola frente a la necesaria integraci¨®n en el Mercado Com¨²n podr¨ªa ser una v¨ªa de construcci¨®n de nuestra propia democracia.
Pacto de la Moncloa, o pacto sociedad-Poder
El cuarto problema es el de los pactos.
El pacto de la Moncloa, realizado entre dirigentes de partidos pol¨ªticos y el Poder, aunque logre salvar una situaci¨®n, puede tener consecuencias pol¨ªticas y democr¨¢ticas peligrosas por ser un cortocircuito en la comunicaci¨®n entre el Parlamento y la opini¨®n p¨²blica, es decir, el pueblo espa?ol. Utilizar a los dirigentes de los partidos pol¨ªticos parlamentarios como correa de transmisi¨®n del Poder, para condicionar a la opini¨®n p¨²blica y a los mismos partidos puede interpretarse como una maniobra quiz¨¢ h¨¢bil, pero peligrosa para el desarrollo democr¨¢tico, que recuerda demasiado a un pasado a¨²n reciente. La excusa de que el parlamentarismo se volv¨ªa vac¨ªo, para justificar unos pactos pol¨ªticos extraparlamentarios, no nos vale. Porque, ?c¨®mo no va a ser vac¨ªo el debate parlamentario si lo esencial del mismo debate se trata a puertas cerradas y fuera del Parlamento? El papel de ¨¦ste es precisamente protagonizar el debate y hacerlo abiertamente, para que pueda participar la opini¨®n p¨²blica. Porque el Parlamento debe tomar las decisiones en nombre de una sociedad consciente e informada y realizar as¨ª el pacto entre sociedad y Poder, base de la democracia.
No es misi¨®n de los partidos pol¨ªticos verse comprometidos por el Poder y, a la vez, utilizados como portavoces del Gobierno para controlar el Parlamento y la opini¨®n p¨²blica. Por el contrario, es misi¨®n de los partidos pol¨ªticos el ser promotores del debate p¨²blico, ser canal de comunicaciones desde el pueblo hacia el Poder. As¨ª podr¨¢n dejar de ser m¨¢quinas electorales y desarrollarse como instrumentos de participaci¨®n de la sociedad a trav¨¦s de las C¨¢maras.
Constituci¨®n prefabricada o Constituci¨®n escogida democr¨¢ticamente
En quinto lugar nos encontramos con la Constituci¨®n.
Otra vez aparece un pacto preparado en secreto. Tres meses de secreto sobre lo que deber¨ªa ser el debate m¨¢s vivo de la actualidad. Adem¨¢s, esta preparaci¨®n, hecha por los representantes de los principales partidos pol¨ªticos compromete, otra vez, a los representantes de la Oposici¨®n con los representantes del Poder. En otras palabras, nos quedamos sin conocer una propuesta del Poder y una alternativa de la Oposici¨®n, porque no habr¨¢ debate entre dos o m¨¢s propuestas sin meras enmiendas a un solo proyecto.
Una sociedad sin alternativa frente a una soluci¨®n prefabricada para esa misma sociedad y no con esa sociedad, incluso si la prefabricaci¨®n viene acompa?ada o rubricada por la firma de los partidos pol¨ªticos, es una sociedad condenada a la alienaci¨®n. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Una sola opci¨®n discutible no es un escoger democr¨¢tico. Sin alternativa no hay libertad. Luego este tipo de constituciones suelen ser ?de papel? en el sentido metaf¨®rico de la palabra.
Creemos que la funci¨®n que se hace jugar a los partidos pol¨ªticos, sobre todo a los de la Oposici¨®n, deber¨ªa ser distintas a la que est¨¢n representando en estos momentos. Su misi¨®n es proponer alternativas y promover el debate p¨²blico a trav¨¦s del Parlamento para que se pueda escoger. El voto, entonces, realizar¨ªa el pacto pol¨ªtico sobre el problema de la identidad y naturaleza de la organizaci¨®n del poder democr¨¢tico en nuestra sociedad. Solamente as¨ª ser¨¢ ?nuestra? la Constituci¨®n. S¨®lo as¨ª es posible el pacto estable sociedad-Poder que es precisamente la Constituci¨®n.
Sindicatos: poder obrero o fuerza de choque de partidos
Una sexta cuesti¨®n es la de la acci¨®n sindical y el papel de las centrales sindicales.
?Legalicen los partidos, los controlar¨¢n mejor.? ?Autoricen varios sindicatos; de lo contrario, los comunistas controlar¨¢n el aparato sindical unitario.? Estos fueron los consejos del presidente Balaguer a Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza en su viaje por el Caribe el a?o pasado, seg¨²n cita en su reciente libro. Pluralidad sindical m¨¢xima, divisi¨®n sindical, politizaci¨®n sindical son, por desgracia, las caracter¨ªsticas dominantes de la evoluci¨®n actual de nuestro sindicalismo.
Asistimos a un fen¨®meno de partidismo que divide al mundo del trabajo. El sindicalismo politizado conlleva este peligro de la manipulaci¨®n y la hipoteca. Este es quiz¨¢ el m¨¢s grave riesgo para el hecho democr¨¢tico.
?Por qu¨¦ se ha producido? Si unos partidos no buscaran construir unos sindicatos paralelos a su organizaci¨®n pol¨ªtica, se debilitar¨ªan con relaci¨®n a los que emprendieran esta labor. A cada partido le conviene tener su sindicato; aunque al mundo del trabajo y a la sociedad pol¨ªtica no le convenga que el sindicalismo est¨¦ dividido por un planteamiento partidista. S¨ª, es verdad la frase de Balaguer: ?As¨ª los contralar¨¦is mejor.? Por todo lo anterior, abogamos tan fuertemente en favor de una unidad federal de los sindicatos frente a la divisi¨®n del mundo del trabajo, que no es su libertad sino su impotencia. Hoy, una federaci¨®n sindical pudiera intentar salvar en lo esencial la unidad, respetando la diversidad o manteniendo los enfrentamientos pol¨ªticos fuera del ¨¢mbito de la lucha sindical, puesto que el sindicato tiene que ser un poder obrero, aut¨®nomo y libre de toda presi¨®n exterior.
Conclusi¨®n. Politizaci¨®n desde la cumbre o desde la sociedad
Politizaci¨®n partidista o monopolizaci¨®n de la vida pol¨ªtica por unas nuevas clases pol¨ªticas. Esto es consecuencia del pasado y tambi¨¦n consecuencia de un planteamiento pol¨ªtico actual.
La politizaci¨®n del pueblo no debe ser el partidismo sistem¨¢tico. Pero la responsabilidad de esta situaci¨®n err¨®nea no est¨¢ en los partidos pol¨ªticos, sino en el m¨¦todo pol¨ªtico escogido.
Divide y vencer¨¢s. Es quiz¨¢ una habilidad moment¨¢nea la que tuvo el poder para, como se dijo entonces, ?controlar la evoluci¨®n democr¨¢tica?. Pero esta actitud puede desembocar en una inmensa debilidad democr¨¢tica. Porque la actitud de di¨¢logo y entente entre los estados mayores de los partidos y el Poder, aunque sea en s¨ª misma muy positiva, de hecho se est¨¢ haciendo al margen del pueblo, y, ah¨ª reside el peligro.
Cuando en el an¨¢lisis del carlismo sobre la naturaleza y la funci¨®n de los partidos pol¨ªticos se insiste en la necesidad de la autogesti¨®n pol¨ªtica dentro de los partidos, es precisamente para evitar que se caiga en este defecto. Es precisamente para que el partido pol¨ªtico sea, desde la base hasta la cumbre, un instrumento de an¨¢lisis y participaci¨®n del ciudadano en las tareas del Gobierno. Es para evitar el, partidismo, correa de transmisi¨®n desde el Poder sobre el pueblo, forma ?pseudodemocr¨¢tica? de una nueva alienaci¨®n. Para evitar este peligro del reparto del Poder en tre los partidos pol¨ªticos y el nacimiento de otra oligarqu¨ªa pol¨ªtica, es tan importante la existencia del binomio programa de Poder y alternativa de la Oposici¨®n. Sobre este binomio reposa la garant¨ªa de libertad en cualquier pa¨ªs democr¨¢tico.
El desarrollo de la participaci¨®n democr¨¢tica frente a todos los problemas de la sociedad, es lo que debemos realizar para que el Poder pueda ser un Poder popular democr¨¢tico y salga del marco actual de una democracia tutelada. El Mercado Com¨²n, la Constituci¨®n, los pactos econ¨®micos, las elecciones municipales, el sindicato, las autonom¨ªas, todos ellos son problemas a resolver, pero, mucho m¨¢s a¨²n, son ocasiones para desarrollar una gran participaci¨®n desde la base. S¨®lo as¨ª se realizar¨¢ el gran pacto sociedad-Poder que realiza lo que se llama prestigiosamente ?la democracia?.
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