La ira que no cesa
He rele¨ªdo, hace muy pocas fechas, el texto de Las planchadoras, publicado en el volumen en que ha reunido el autor su Teatro antropof¨¢gico. Me sigui¨® gustando esta comedia. Hoy esta adhesi¨®n se me enfr¨ªa un poco al contemplarla en un escenario. Es que no es la misma. Y ello me sit¨²a ante el doloroso problema de unas propuestas concebidas hace a?os y humanamente rescatadas ahora. Mediero no cedi¨® entonces y su obra sufri¨® los rigores y c¨®leras de la censura al uso. Ahora el autor ha reconsiderado su texto y lo ha parcheado, aqu¨ª y all¨¢, consciente de los da?os del tiempo. La soluci¨®n no es buena. Pero no hay otra salvo renunciar a decir lo que tanto se so?¨® y trabaj¨®. Algo verdaderamente inhumano. Algo que no se puede pedir a nadie.Pero el hecho teatral sucede siempre ?aqu¨ª? y ?ahora?. Y desde esas coordenadas el trabajo de Mediero, por encima de la inevitable ?herida del tiempo?, configura la m¨¢xima representatividad de la obra de un hombre de teatro, con un esp¨ªritu cr¨ªtico, despierto, y un orbe teatral propio. Este orbe es el de las par¨¢bolas y las alegor¨ªas fuertes, tirantes, expresivisimas y violentas. El grotesco roza el absurdo. Y esta coloraci¨®n desnuda un gran defecto de Mediero: su dificultad para autocensurar un di¨¢logo extraordinariamente desigual que a veces se ci?e al desarrollo y a veces se desempe?a en la b¨²sqlueda, desordenada de efectos chocantes y asociaciones triviales. La facilidad coloquial es, por supuesto, un don. Pero es, al mismo tiempo, un peligro. Porque arrastra a territorios impensados en virtud de la querencia a formas cr¨ªticas o risue?as de inmediata percusi¨®n en el espectador."
Las planchadoras, de Manuel Mart¨ªnez Mediero
Escenograf¨ªa, figurines, selecci¨®n musical y direcci¨®n: Antonio Corencia. Int¨¦rpretes: Gemma Cuervo, Montserrat Carulla, Paloma Lorena, Trini Alonso y Margot Cottens. Local de estreno: Teatro AIfil.
Las capacidades de Mediero obligan a ser muy honestos con ¨¦l. Las planchadoras, adem¨¢s de sus excelencias y por encima de ellas, representan o deben representar una etapa de su vida y obra que el autor necesita clausurar. El lenguaje ?convenido? con el espectador de hace unos a?os ni es necesario ni funciona con el espectador de hoy. El esfuerzo no puede seguir aplic¨¢ndose a la barroca elaboraci¨®n de burladeros y enga?os frente a la censura. Ha llegado la hora de las instalaciones dram¨¢ticas claras, profundas, serias y directas. Me gusta esta comedia y me interesa, pero con su fecha y como hito del proceso de trabajo de Mediero. Ahora basta de claves, de jerogl¨ªficos, de terrorismo y escatolog¨ªa coloquial. El mejor Mediero es el del di¨¢logo directo y simple. El peor, que debe desaparecer, el de la histeria gradilocuente y vac¨ªa.
Corencia ha a?adido le?a al fuego. Su espacio carcelario y cerrado marca a¨²n m¨¢s los a?os de la obra. El ritual primero se convierte despu¨¦s en prolongada farsa evidenciando mucho con esa ruptura estil¨ªstica, los costurones de Las planchadoras. Dos excelentes actrices, Gemma Cuervo y Montserrat Carulla, realizan elaborados y fant¨¢sticos ejercicios de expresi¨®n sonora y corporal. Tres m¨¢s naufragan en la indelineada yabstracta encarnaci¨®n de sus respectivos s¨ªmbolos.
He sentido respeto por el texto que no lleg¨® a tiempo, admiraci¨®n por el esfuerzo interpretativo, pesar por el trabajo duro de una direcci¨®n luchadora. Y un sentimiento de incomodidad profunda ante la retrasada postulaci¨®n de una escritura irremediablemente doblada bajo el peso del tiempo transcurrido.
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