El genio de Schubert y el genio de Barenboim
Actuaci¨®n clamorosa de Daniel Barenboim en el teatro Real. Lleno rebosante y entusiasmado sin l¨ªmites. Si el pianista, despu¨¦s de cuatro ?encores?, no hubiera tenido el gesto de dejar caer la tapa del Stenway, mucho me temo que todav¨ªa estar¨ªamos escuch¨¢ndole. As¨ª comenz¨® la serie de ?Grandes int¨¦rpretes? que por octavo a?o organiza Alfonso Aij¨®n, desde ?Iberm¨²sica?.Barenboim es un milagro, pero un milagro tan razonable, que puede ser explicado por el diccionario de la lengua, cuando dice: ?Genio: grande ingenio, fuerza intelectual extraordinaria, capaz de inventar cosas admirables?. Esto es, exactamente, Barenboim: un genio de los que se producen muy de tarde en tarde, y a los que el destino parece haber encomendado la representaci¨®n musical de una ¨¦poca determinada. Pues si es evidente que cada tiempo tiene sus ?genios?, uno de los de hoy se llama Daniel Barenboim.
Teatro Real
Daniel Barenboim, pianista.Programa: Impromptus, Momentos musicales y Sonata en do menor.
No hay ?genio? sin una serie de dones naturales cuyo ¨²ltimo origen viene a resultar inexplicable. Bareriboim tiene cuantos dones pueda desear un pianista. Sobre ellos impuso no ya la c¨¦lebre ?larga paciencia?, sino la ?paciencia concentrada?, pues se me antoja que una hora de trabajo sirve a Barenboim lo que a otros muchos d¨ªas.
No es que yo crea ?a pies juntillas? en eso de la ?t¨¦cnica como inspiraci¨®n?. S¨ª creo, porque lo veo en Barenboim, en la existencia de tal apariencia. ?C¨®mo, de otro modo, el Schubert de este raro y admirable int¨¦rprete? ?C¨®mo su creaci¨®n sobre las formulaciones schubertianas hasta convertirse en ?inventor? de cosas extraordinarias? ?C¨®mo esa extra?a conexi¨®n entre pensamiento y sonoridad? La Sonata en do menor (Deutsche 958), ese gran aliento hecho de ¨ªntimos soplos; los cuatro impromptus Op. 90, los seis momentos musicales: tres ?niveles? de la creaci¨®n schubertiana, tres formas de manifestar un solo y largo ?genio?; tres caminos para apartarse del inmediato Beethoven y avisarnos sobre el futuro. No hay ?metaf¨ªsicas? en Schubert, sino pura y honda m¨²sica: la que recoge el latido de un ambiente y, m¨¢s a¨²n, el de un hombre solitario. Penetrar en los distintos aspectos de ese universo, sea la c¨¢ndida sencillez de los ?momentos? o la natural complejidad de la ?sonata?, requiere el arte imaginativo de un expositor como Barenboim, capaz de unir su nombre al del compositor para hacer de una jornada expenencia est¨¦tica inolvidable.
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