La autonom¨ªa leonesa: entre el desconcierto y lo inevitable / 1
Del Grupo de Estudios Gumersindo de Azc¨¢rateEl PSOE de Laciana (Le¨®n) ha abierto una suscripci¨®n para erigir un busto a Baldomero Lozano, diputado por Le¨®n, recientemente fallecido. En el homenaje que le rindieron los mineros de Villablino intervino Felipe Gonz¨¢lez, que, entre otras cosas, dijo: Los socialistas no se entierran, se siembran. Pero aquellas palabras, dichas para consolar, desconsolaban. Porque lo que sus electores m¨¢s apreciaban en Baldomero Lozano era su receptividad, su car¨¢cter de recogedor, de recolector de ideas, de vivencias, de problemas, para luego exponerlas con pasi¨®n y tenacidad, para defenderlas con toda la mucha energ¨ªa de que era capaz. Baldomero Lozano, nacido en Albacete, que sorprendentemente no conoci¨® Le¨®n hasta que no figur¨® en sus listas para diputado, entendi¨® de verdad al pueblo que le vot¨®. Exceptuando al Grupo Autonomista Leon¨¦s (GAL), ¨¦l fue el obst¨¢culo m¨¢s importante que impidi¨® a la derecha leonesa integrar a Le¨®n en el ente preauton¨®mico castellano.
Decir esto es importante, sobre todo ahora, cuando la derecha leonesa parece definitivamente volcada a la consecuci¨®n de un estatuto para Le¨®n solo. Porque en el tema de la pretendida autonom¨ªa castellano-leonesa, de cuyo nacimiento, al menos sobre el papel, da fe el decreto 20-1978, la tradicional correlaci¨®n de fuerzas izquierda-derecha se rompe y se enmara?a, a veces de modo ciertamente pintoresco, en tomo a la disyuntiva Castilla-Le¨®n y Le¨®n solo. Y es que para una parte de la izquierda leonesa todo partidario de la autonom¨ªa de Le¨®n es defensor de actitudes reaccionarias y caciquiles, o, dicho de otro modo, es un tonto ¨²til. Y la paradoja llega a su c¨¦nit cuando quien preside el Grupo Autonomista Leon¨¦s, que todav¨ªa espera su legalizaci¨®n, es nada menos que un miembro del Partido Comunista. La contradicci¨®n y el confusionismo superan cualquier comprensi¨®n, porque aparentemente, para el Partido Comunista de Espa?a, Le¨®n no existir¨ªa. Cualquiera que se diera estos d¨ªas una vuelta por las calles de Madrid pudo ver los carteles anunciadores de la fiesta comunista. En ellos, el s¨ªmbolo de la hoz y el martillo se rodeaba de todas las banderas de las nacionalidades y regiones. Ah¨ª estaban Catalu?a, Valencia..., Castilla, etc¨¦tera. Todas, menos Le¨®n.
Se comprende que en tama?o contexto la tarea de Baldomero Lozano no fuese f¨¢cil ni grata. Primero la soledad de su ¨²nica acta de izquierdas; luego, en la segunda legislatura, con otro diputado del PSOE en el Parlamento y la mayor¨ªa de los principales ayuntamientos de la provincia, las incomprensiones y los ataques, incluso dentro de su propio partido.
Y es que un sector peque?o, pero conspicuo, de la izquierda leonesa, siempre se neg¨® a entender que cuando Baldomero Lozano se decidi¨® a defender la autonom¨ªa de Le¨®n, no estaba cayendo en oportunismos, ni hac¨ªa el juego a nadie, sino que obedec¨ªa a los dictados de su vocaci¨®n democr¨¢tica. Porque el fallecido diputado demostr¨® con creces que, lejos de buscar imponerse a sus electores, era de los que se esforzaban por encontrar la forma y la voz que expresase los sentimientos, las creencias y la voluntad populares, no siempre de f¨¢cil enunciado. Y para ¨¦l el sentimiento del pueblo leon¨¦s estaba muy claro.
Este af¨¢n, que ni sus m¨¢s agrios rivales podr¨¢n negarle, le llev¨® a buscar la colaboraci¨®n de diversos intelectuales leoneses, con el prop¨®sito de procurar fijar en el terreno de las ideas lo que ¨¦l crey¨® advertir en el pulso del pueblo que le eligi¨®: el hondo, arraigado y profundo sentimiento de lo leon¨¦s. Sus opositores en la izquierda estaban dispuestos -y siguen las paradojas- a comprender no importa qu¨¦ irracionalidad afectiva, siempre que se produzca en las denominadas nacionalidades del Estado.
Ante tal desprop¨®sito, ?qu¨¦ hacer? ?Caer en disparates mayores, buscando una Diada anticastellana para Le¨®n, que diera luz a quienes exigen a los pueblos que legitimen sus sentimientos mediante complicad¨ªsimas y pomposas teor¨ªas? Ocasi¨®n no faltar¨ªa. Risco describe con estas palabras un episodio de la batalla de Tamar¨®n. Don Vermudo present¨® la batalla a los dos hermanos (los navarros Garc¨ªa, rey de Navarra, y Femando, rey de Castilla) en un valle que se dice Tomar¨¢n, pero sucedi¨® que trab¨¢ndose un combate muy porfiado y sangriento, hiri¨® su caballo, que era famoso por su ligereza, con ¨¢nimo de romper y desordenar el ej¨¦rcito enemigo, y no pudiendo los suyos seguirle, se vio solo y sin defensa, metido entre los contrarios, cuyas lanzas le derribaron muerto del caballo. Este fue el fin desgraciado de la sangre varonil de los gloriosos reyes de Le¨®n.
Lo que sigue despu¨¦s es sabido por todos, porque as¨ª se produjo la primera uni¨®n de Castilla con Le¨®n. Femando, el rey castellano, uno de los dos hermanos coaligados contra Le¨®n, ocup¨® el trono leon¨¦s, que desde entonces qued¨® vinculado para siempre a este linaje navarro. Las separaciones posteriores, de ¨ªndole testamentaria, obedec¨ªan al criterio patrimonial que del Estado ten¨ªan los monarcas castellanos. M¨¢s significativo es que mientras las ciudades de Castilla mantuvieron un ritmo demogr¨¢fico favorable, Tordesillas, Medina, Valladolid, Burgos, con una industria lanera que tuvo en Bilbao su puerto exportador, la capital del antiguo reino leon¨¦s, su ciudad m¨¢s importante, en principio, no consigui¨® superar los 5.000 habitantes ni siquiera durante los siglos del esplendor imperial espa?ol (siglos XVI, XVII y XVIII).
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