La autonom¨ªa leonesa: entre el desconcierto y lo inevitable / y 2
Del Grupo de Estudios Gumersindo de Azc¨¢rateHasta tiempos recientes no ha habido m¨¢s castellanismo en Le¨®n, ni m¨¢s leonismo en Castilla que el de los programas de antes de la guerra de la CEDA, de Gil Robles, que, con Royo Villanova en Valladolid, esgrim¨ªan la autonom¨ªa castellano-leonesa como arma arrojadiza, frente a la voluntad firmemente expresada de los autonomistas vascos y catalanes. Esta funci¨®n de contrapeso derechista, creada por la CEDA, ha sido tambi¨¦n, sin duda, determinante en las mentes de los dise?adores del regionalismo y autonomismo actual, siempre temerosos de la desmembraci¨®n de la patria. Eso y la inercia del r¨¦gimen franquista que lo mismo que otorg¨® la laureada a Navarra convirti¨® a Valladolid en el centro industrial y neur¨¢lgico de una regi¨®n natural -es decir, geogr¨¢fica; es decir, no hist¨®rica ni cultural-, por lo dem¨¢s vapuleada y depauperada, en torno al llamado Valle del Duero. As¨ª, la l¨®gica nacionalista-centralista del franquismo pon¨ªa Mediterr¨¢neo oriental donde debiera estar Catalu?a, Provincias del Norte en el lugar de Euskadi; Levante en vez de Valencia y Valle del Duero donde debieran estar, donde est¨¢n, Castilla y Le¨®n.
Si el disparate no se ha consumado, a nadie se le debe m¨¢s que al pueblo leon¨¦s. S¨®lo muy recientemente, UCD y CD han rectificado sus posturas auton¨®micas declar¨¢ndose partidarias de una autonom¨ªa para Le¨®n. Curiosamente, el momento elegido para hacer p¨²blica esta decisi¨®n procede inmediatamente a la repetici¨®n de las elecciones municipales en tres mesas de la capital leonesa, cuyos resultados han desplazado, por cierto, de la alcald¨ªa al PSOE en favor de un hombre de UCD. Lo sorprendente es que esas mesas correspond¨ªan a barrios de los considerados de izquierdas. Y, efectivamente, el triunfo correspondi¨® globalmente a la izquierda, pero el reparto de los votos, con importantes p¨¦rdidas en el PCE e incrementos en CD, produjo el descalabro. Conocida es la posici¨®n del PCE en contra de la autonom¨ªa leonesa, y, aunque nadie pueda afirmar que este hecho haya influido en su derrota, sorprende ver lo lejos que tal partido est¨¢ de esas tan sanas como te¨®ricas autocr¨ªticas, y qu¨¦ cerca de radicalismos que llegan a acusar al electorado de ?inasoquista?, seg¨²n se lee en un semanario castellanista de la izquierda leonesa.
Nueva posici¨®n
Es de suponer que en el cambio de posici¨®n de la derecha y centro algo habr¨¢ influido la encuesta llevada a cabo por la ucedista Diputaci¨®n leonesa, con m¨¢s de mil entrevistas en todas las comarcas. Aunque los resultados del sondeo, que, dado el alto n¨²mero de datos a tabular, puede predecir casi milim¨¦tricamente el sentir de la provincia, no se han hecho p¨²blicos a¨²n, las filtraciones habidas se?alan una abrumadora mayor¨ªa en favor de la autonom¨ªa para Le¨®n s¨®lo, y una marcada preferencia en favor de la vinculaci¨®n con Asturias. O un segundo sondeo, de febrero de 1979 -¨¦ste realizado por una empresa leonesa-, en el que de quinientos encuestados en toda la provincia, m¨¢s del 80% se manifiestan favorables a la autonom¨ªa leonesa. Bien, ?a qui¨¦n puede extra?ar esto?
Digamos que la izquierda leonesa de partido, tomada en su conjunto, no ha sabido estar a la altura de las circunstancias. De sus hombres m¨¢s significativos, Baldomero Lozano fue el primero en comprender que los leoneses nunca se integrar¨ªan de buen grado en el ente auton¨®mico castellano-leon¨¦s del Valle del Duero. Y es que no es posible ver sin conmoverse, sin modificar el rumbo, c¨®mo un pueblo que jam¨¢s hab¨ªa salido a la calle, c¨®mo unajuventud que carec¨ªa de experiencias contes!atarias antifranquistas, form¨® una manifestaci¨®n, a contracorriente de la prensa y de los partidos, que constituy¨® la concentraci¨®n m¨¢s grande que jam¨¢s ha conocido Le¨®n.
Efecto del sucursalismo
Esto ocurr¨ªa en marzo de 1978. ?C¨®mo explicarse entonces la paralizaci¨®n de todos los partidos leoneses, tanto los de derecha como los de izquierda? La respuesta ha de hallarse en los vericuetos del suscursalismo m¨¢s esterilizador, en los intr¨ªngulis de la inexperiencia m¨¢s abrumadora.
La Agrupaci¨®n Socialista de la comarca de Laciana fue, por ejemplo, tildada,junto conotras, por ese reducido pero influyente sector castellanista de la izquierda, de sentimental, por defender la autonom¨ªa para Le¨®n. Reprochaba este sector a los mineros que no defendiesen sus tesis con alg¨²n que otro pesado legaje historicista o con alg¨²n programa de racionalismo econ¨®mico. Ignoraban, por tanto, que no son los legajos, ni es la econom¨ªa, los que han forzado al Estado espa?ol a su regionalizaci¨®n. Es ya un t¨®pico que las posturas unitarias, a ultranza han desatado los ¨¢nimos de tal modo que hoy no hay documentaci¨®n hist¨®rica ni conveniencia econ¨®mica capaces de justificar algunos de los derroteros ciertamente irracionales que estamos sufriendo. Los sentimientos que un pueblo tiene le ha de bastar con sentirlos para que los pol¨ªticos se hagan eco de ellos. Y m¨¢s cuando, como en este caso -ah¨ª est¨¢ todo nuestro gran contexto regional- los sentimientos legitimizan por su misma existencia, sin necesidad de explicaciones o justificaciones. Y no queremos, los abajo firmantes, caer en el vicio de buscarlas porque entendemos que es peligroso revolver en demas¨ªa las esencias regionales, tanto al menos como lo fue en su d¨ªa revolver en las nacionales del Estado. Y m¨¢s cuando de lo que ¨²nicamente se trata es de obtener una adecuada descentralizaci¨®n administrativa que evite, entre otras cosas, poner todav¨ªa una instancia m¨¢s de poder entre Madrid y Le¨®n. No se comprende c¨®mo planteamiento tan modesto ha podido concitar tantas incomprensiones.
Para dar, sin embargo, al C¨¦sar lo que le correponde, y para comprender por qu¨¦ Le¨®n, a pesar de los pesares, seguir¨¢ siendo inevitablemente Le¨®n, a lo hasta aqu¨ª dicho conviene quiz¨¢ a?adir que las se?as de la identidad leonesa, firmes, s¨®lidas, arraigadas, en gran medida anteriores a la conquista romana, pasan por la Asturias de Augusto -siendo Lancia su m¨¢s importante ciudad-, la Gallaecia del Bajo Imperio, el reino de los suevos y el reino astur-leon¨¦s; es decir, que su ra¨ªz y su ser se producen en las coordenadas del noroeste peninsular. Recordemos, por ejemplo, que el mismo vocablo ?astur?, surge del nombre del r¨ªo leon¨¦s por antonomasia, el Esla, r¨ªo padre de los r¨ªos leoneses, que no es otro que el Astura legendario as¨ª devenido, tras una at¨ªpica evoluci¨®n etimol¨®gica: Astura, Estura, Estola, Eztla, Esla. Recordemos ese acervo de tradiciones sociales, pol¨ªticas, municipales, que se remontan al Le¨®n anterior a Roma, que se vivifican durante la Edad Media y llegan inc¨®lumes hasta nuestros d¨ªas, en que a¨²n perviven muchas de ellas.
Ausencia de voz urbana
Explicar la personalidad de Le¨®n en estas cuartillas ser¨ªa intento pueril. No ha tenido Le¨®n m¨¢s carencia que la ausencia de voz urbana, a trav¨¦s de su portentoso declive. De siempre, el campo ha necesitado de la voz de la ciudad para hacerse o¨ªr. Le¨®n, sin n¨²cleos urbanos de importancia que generasen burgues¨ªas influyentes a escala nacional, ha pasado por la historia como un gran n¨¢ufrago, silencioso y olvidado.
El pudor y el buen sentido nos impiden molestar al lector con el fatigoso inventario de las peculiaridades leonesas. Se?alemos, simplemente, para explicar siquiera el ep¨ªgrafe inevitable en la cabecera de este art¨ªculo, c¨®mo todos los estudiosos de vocaci¨®n cient¨ªfica han destacado siempre el elemento diferencial existente en el hecho cultural leon¨¦s. Advirtamos que la cultura no es lo mismo que el idioma. Aqu¨ª nos estamos refiriendo a ese conjunto de aportaciones que, en forma de arte, usos y costumbres, dejan los pueblos sobre la tierra. Digamos que, en ese sentido, la cultura leonesa tiene raigambre milenaria y goza todav¨ªa de salud considerable. Revelador es que el ilustre antrop¨®logo Caro Baroja, m¨¢xima autoridad peninsular en la materia, en su obra monumental y de cita obligada, Los pueblos de Espa?a, estudie a Le¨®n como caso singular y casi paradigm¨¢tico de los pueblos del Norte. Que unas palabras suyas sobre el tema nos sirvan de punto final: Dif¨ªcilmente, afirma Caro Baroja, se podr¨¢ encontrar en toda Europa una regi¨®n en que los elementos de la cultura moderna se hallen tan en armon¨ªa con los datos de un pasado remoto como Le¨®n.
Digamos, ya para terminar, que la izquierda leonesa, que, por otra parte, tan estimable gesti¨®n ha llevado a cabo en las ¨¢reas municipales, tendr¨¢ ahora que pasar por el desagradable trance de extraer a Le¨®n de ese gaseoso ente castellano-leon¨¦s en el que nunca debi¨® estar.Y todo, porque todos -izquierdas, centros y derechas-, en la apresurada feria de las rifas auton¨®micas, se olvidaron del peque?o detalle que supone consultar al pueblo.
S¨®lo la sagacidad, la pituitaria pol¨ªtica de Baldomero Lozano lo advirti¨® antes de que los sondeos demostraran esa realidad imparable.
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