El 1% de la poblaci¨®n de Barcelona, adicta a la hero¨ªna
Una interpelaci¨®n del diputado de Convergencia Democr¨¢tica de Catalu?a, Maci¨¢ Alavedra, ha puesto sobre el tapete una realidad conocida pero hasta ahora soterrada: el 1% de la poblaci¨®n barcelonesa consume, seg¨²n estimaciones muy fiables, hero¨ªna. En efecto, una interpelaci¨®n del mencionado parlamentario expone que hay en Barcelona- 30.000 heroin¨®manos, cifra que contrasta con la de la dotaci¨®n de la Brigada de Estupefacientes de Barcelona: s¨®lo seis miembros del Cuerpo Superior de Polic¨ªa.
A?os atr¨¢s -principios de los setenta-, Barcelona se convirti¨® en un punto importante del tr¨¢fico de drogas, pero s¨®lo en condici¨®n de puerto de escala para el tr¨¢fico. El hostigamiento -con sus m¨¢s y sus menos- de que era objeto la mafia de Marsella, por parte de la polic¨ªa francesa, hab¨ªa hecho que Barcelona se convirtiera en una escala alternativa de un tr¨¢fico que ten¨ªa y tiene como punto final el gran mercado de droga de Estados Unidos.La realidad del tema qued¨® evidenciada con el nombramiento entonces de un agente permanente en Barcelona del desaparecido Departamento de Narc¨®ticos y Drog¨¢s Peligrosas, del Gobierno norteamericano. Este agente, Robert Mingione, permaneci¨® varios a?os en Barcelona, pero luego esta funci¨®n fue suprimida. En unas manifestaciones que Mingione efectu¨® entonces, se?alaba la importancia creciente de Barcelona dentro de las corrientes de tr¨¢fico, la posibilidad de que ello fomentase el consumo y la delincuenqia locales y la posibilidad de que en las cercan¨ªas de, Barcelona hubiese un, laboratorio de transformaci¨®n de la droga.
Ahora, para Barcelona, el tema ya no es s¨®lo el tr¨¢fico, sino tambi¨¦n el consumo. Como tampoco el principal problema reside en el tan difundido porro, sino en la hero¨ªna, droga infinitamente m¨¢s peligrosa. Por otro lado, la hero¨ªna consumid¨¢ ahora en Barcelona es de incluso un 90% de pureza, mientras que la que se encuentra en el mercado norteamericano es m¨¢s impura por haber sido m¨¢s manipulada por un mayor n¨²mero de traficantes.
?El tema de la hero¨ªna se nos ha pasado demasiado. Estamos asustados del incremento que ha tenido su consumo en Barcelona?, afirm¨® a este diario un responsable de la Brigada de Estupefacientes de Barcelona, entrevistado tras haber obtenido el correspondiente permiso de sus superiores. La conversaci¨®n fue realizada en un peque?o altillo de una comisar¨ªa de barrio de Barcelona, donde tiene su sede dicha brigada. Los inspectores son j¨®venes y en su mayor¨ªa tienen deliberadamente un aire de trabajador en paro. Ningurio corresponde a la imagen del polic¨ªa con corbata. Entran dos inspectores e informan al jefe de la brigada. Se trata de un servicio m¨¢s en una tarde cualquiera. Nada estaba preparado de antemano, ya que la llegada del periodista no hab¨ªa sido anunciada. Informan de que en unos peque?os jardines que se hallan enfrente del Hospital Cl¨ªnico, un grupo de cinco-chicos y chicas, de unos diecis¨¦is a?os, entraban uno tras otro en una cabina telef¨®nica para inyectarse. Los chicos eran estudiantes de bachillerato, pura clase media; uno de ellos, hijo de farmac¨¦utico. Les han tomado los nombres y les han dejado ir. Avisar¨¢n a sus padres.
Cientos y cientos
?En media hora podr¨ªamos coger a diez chicos como estos, pero luego ?qu¨¦ har¨ªamos con ellos? Hay cientos y cientos. No hay sitio para meterlos?, afirman bastante desanimados los polic¨ªas. La policia permite que el representante de este diario hable con un chico de dieciocho a?os, de mote Quico, que se halla detenido. Lo cogi¨® la Polic¨ªa Municipal cuando estaba comprando droga a un traficante que iba en un coche robado."Quico tiene la vena del antebrazo izquierdo negra. Aparecen tambi¨¦n pinchazos de jeringa en la mano, entre el ¨ªndice y el pulgar. Con toda tranquilidad, Quico manifiest¨¢ que consume hero¨ªna desde ha ce bastantes meses. A sus dieciocho a?os es ya padre de una ni?a de a?o y medio. Su compa?era tambi¨¦n toma hero¨ªna. Preguntado sobre su trabajo, afirma que alguna vez ha ayudado a su hermano en trabajos menores. Vive en la zona alta de la ciudad. Su padre es funcionario necesita un par de pinchazos diarios, es decir, unas 4.000 pesetas para comprar droga. El dinero tiene que conseguirlo comprando una cantidad de hero¨ªna superior a la que necesita -precio por gramo, 20.000 pesetas-, para luego cortarla, es decir, aumentar la cantidad a base de hacerle perder calidad, afiadi¨¦ndole glucosa o lactosa. Con el corte, aparta una cantidad para s¨ª, y el resto la vende para pagar a su proveedor. Con toda seriedad y para evitar m¨¢s problemas con la polic¨ªa, Quico hace mucho hincapi¨¦ en que s¨®lo vende a personas ya adictas.
Quico afirma que lleg¨® a la hero¨ªna sin querer. Le dijeron que ello era mejor que el porro, que la hero¨ªna era lo realmente bueno. Primero no le gust¨® mucho. Prefer¨ªa elporro, que fumaba desde los quince a?os. Pero ahora, de porro nada. La falta de hero¨ªna le causa el terrible s¨ªndrome de abstinencia.
Para superar los dolores de este s¨ªndrome y cuando no consiguen droga, los heroin¨®manos toman unos productos que son de muy f¨¢cil obtenci¨®n con una receta normal -a su vez f¨¢cilmente falsificable, como prueban ejemplares que posee la polic¨ªa cogidos a detenidos- en cualquier farmacia.
Fuentes judiciales facilitan informaci¨®n muy coincidente con la obtenida a trav¨¦s de la polic¨ªa. Los casos suelen ir todos a parar al Juzgado de Peligrosidad Social. Las an¨¦cdotas all¨ª obtenidas son infinitas. Madres que se ven obligadas a denunciar a sus hijos, ingresos en centros psiqui¨¢tricos que resultan ineficaces y todo un sinf¨ªn de tristezas.
En 1978 hubo en Barcelona un promedio de una detenci¨®n diaria por cuestiones de drogas. Exacta mente 344. En 1979 todo indica que el promedio resultar¨¢ mayor.
Los polic¨ªas de estupefacientes no insin¨²an actitudes a los hombres de Harrelson para solucionar o limitar el problema. M¨¢s bien apuntan en direcci¨®n contraria. ?Esto es un problema sanit¨¢rio. Nos estamos echando a la espalda un problema que no es estrictamente Policial. Hay que buscar soluciones sociales, con centros de rehabilitacion y muchos m¨¢s medios de todo tipo?, afirma una fuente policial responsable. A lo que agrega: ?Hay muchos j¨®venes que no tienen d¨®nde agarrarse y caen en manos de la droga. ?
En este mismo sentido, es de indicar qu¨¦ los polic¨ªas de estupefacientes se muestran muy satisfechos de contar en su grupo con dos chicas del denominado grupo de orientaci¨®n, de hecho, asistentes sociales, dedicadas a los infinitos problemas humanos que van conexos a los jur¨ªdicos de cada consumidor detenido. Lo cierto es que la reacci¨®n social al incremento de la presencia entre nosotros de la droga -en especial las llamadas duras- ha sido m¨ªnima, y siempre a remolque de la realidad objetivada.
Veamos algunos aspectos de esa realidad. En 1970 hubo en Espa?a 1.200 detenidos por tr¨¢fico o tenencia de drogas. En 1977 la cifra fue de 5.200. En 1977 hubo, tan s¨®lo en Madrid y con la finalidad b¨¢sica de obtener drogas, 718 atracos a farmacias (contra 750 en toda Francia, 528 en toda Italia y 1.500 en la Rep¨²blica, Federal de Alemania, en el misrn¨® En tan s¨®lo el primer trimestre de 1978 los atracos a farmacias en Madrid fueron unos 325.
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