Almendralejo sufre el desencanto de un fracaso cooperativista
Almendralejo, localidad de la provincia de Badajoz, cabeza de Tierra de Barros, vive el desencanto del cooperativismo. Hace una d¨¦cada se vino abajo una realidad pr¨®spera, la Cooperativa Av¨ªcola Santa Ana. Daba trabajo a un millar de personas. En sus instalaciones se pudrieron tres cosechas de aceituna y una de uva. Los vecinos de Almendralejo recuerdan aquellos autocares que buscaban mano de obra en los pueblos de los alrededores en ¨¦pocas de recolecci¨®n. Hoy asciende a medio millar el n¨²mero de obreros agr¨ªcolas en paro.
A un vecino de Almendralejo no se le puede insinuar la palabra ?cooperativa?. Har¨¢ una mueca con desd¨¦n o simplemente cerrar¨¢ el di¨¢logo con un ?d¨¦jelo, ese tema es mejor dejarlo?. Los trabajadores del campo de ese pueblo de Badajoz fruncir¨¢n el ce?o y girar¨¢n la cabeza para evitar palabras mayores; los propietarios de ese campo meter¨¢n la mano en el bolsillo y echar¨¢n en falta las ganancias de tres viejas cosechas.Diez a?os despu¨¦s planea sobre Almendralejo, el lugar que escogieron algunos romanos al comienzo de la era cristiana para instalar sus casas de recreo y que hoy habitan 23.500 vecinos, la sombra de la Cooperativa Av¨ªcola Santa Ana.
Los vecinos maduros recuerdan que al finalizar la d¨¦cada de los sesenta los autobuses recorr¨ªan los pueblos de Tierra de Barros en busca de jornaleros dispuestos a trabajar el campo que alimentaba aquella cooperativa. Diez a?os despu¨¦s, un guardajurado, a quien paga una entidad financiera, vigila la Cooperativa Av¨ªcola Santa Ana, asentada en un solar a las afueras del pueblo y depositaria de centenares de bocoyes de madera abiertos por la boca y ra¨ªdos y media docena de naves que no conservan un cristal sano.
En Almendralejo el concepto ?af¨¢n de poder?, el nombre marqu¨¦s de la Encomienda y la triste historia de la Cooperativa Av¨ªcola Santa Ana van unidos. Detr¨¢s quedan especulaciones sobre falta de preparaci¨®n cooperativa de los hombres del campo, lamentable administraci¨®n de la cooperativa y p¨¦rdida de mil puestos de trabajo. Los vecinos creen que todo el mundo perdi¨® en la aventura cooperativista. El medio millar de jornaleros que firman la cartilla de paro a finales de octubre entienden que son los perjudicados m¨¢s directos. ?Si la cooperativa funcionara no estar¨ªamos nunca esperando el dinero del Gobierno. ?
Porque es a finales de octubre cuando quinientos trabajadores del campo se quedan sin faena. Por estas fechas, la recolecci¨®n toca a su fin. ?Esto ya se acab¨®; no queda ni una miajita as¨ª de trabajo.? Es corriente tropezarse en las carreteras que desembocan en Almendralejo con el jornalero montado en un ciclomotor y equipado con la aguadera, donde deposita algo de comida, un poco de agua y las herramientas de su oficio. Va al ?rebusco?, a la caza y captura de esos frutos que han quedado en las vides o los olivos despu¨¦s de una acelerada recogida. Es una soluci¨®n de emergencia. ?El rebusco lo pagan muy poco y no merece la pena. ?
La alternativa del medio millar de jornaleros sin trabajo es acogerse al paro. ?Ahora, a esperar el dinero que manda el Gobierno para el Fondo de Empleo Comunitario. Este a?o tuvimos suerte. No dejamos de trabajar desde el comienzo del verano hasta el comienzo de la recolecci¨®n. Pero no crea que es siempre as¨ª. Lo normal es que nos den trabajo una semana o quince d¨ªas.? El resto del tiempo hay que echar mano de los ahorros recogidos con la ?raspa?, que es como en aquella tierra se llama al trabajo a destajo durante la recolecci¨®n.
El cuentagotas de la Oficina de Empleo
En Almendralejo hay 1.500 trabajadores del campo por cuenta ajena. Se calcula -porque no hay datos concretos- que quinientos tienen faena todo el a?o. El resto madruga para acudir a la explanada del mercado de abastos. All¨ª, a primera hora, y si hay suerte, alg¨²n contratista ofrecer¨¢ trabajo a unos pocos. Finalizado el diario ritual, algunos se meter¨¢n en el bar La Vi?a. Un peque?o bar que muestra, escrito a mano, un cartel con el ?Se proh¨ªbe blasfemar? y sirve unas diminutas copas de licor a precios asequibles a la desesperanza del paro.
Varios centenares de metros m¨¢s all¨¢, a la sombra de un campanario de construcci¨®n moderna y a espaldas de un colegio, est¨¢ enclavado un bar con una inscripci¨®n en letras rojas: ?CCOO?. Para los vecinos de Almendralejo es ?el comunista?. En este local, ?el comunista?, se re¨²nen al caer la noche docenas de jornaleros para comentar las fatigosas experiencias del d¨ªa. En una encalada esquina de Almendralejo est¨¢ la Oficina de Empleo.
Por all¨ª pasan sin prisas, sin aglomeraciones, con frecuencia de cuentagotas, el centenar de trabajadores de la industria y servicios que est¨¢n en paro. En el parco tabl¨®n de anuncios de la oficina que atienden cuatro personas reacias a facilitar- cualquier informaci¨®n sobre n¨²mero de inscritos en las listas de empleo, se ofrecen puestos de trabajo, generalmente a tiempo limitado, a t¨¦cnicos con a?os de experiencia. Tampoco es un aliciente.
Las carreteras que rodean Almendralejo est¨¢n hilvanadas de talleres mec¨¢nicos. Los propios vecinos se muestran, m¨¢s que satisfechos, orgullosos de su parqpe m¨®vil. ?El ¨²nico pueblo de Espa?a que nos aventaja es Sabadell.? Almendralejo tiene censados 3.500 turismos, 460 camiones, 43 autobuses y una flota de tractores que se aproxima al millar. ?Tocamos a un coche para cada seis personas. ?
Frente a este activo parque m¨®vil abre sus puertas con pereza diaria un comercio que languidece ante una nula poblaci¨®n flotante. En el Ayuntamiento de Almendralejo hay una queja dolorosa para las finanzas locales desde hace algunos a?os. ?Los vecinos de Almendralejo siempre fueron buenos pagadores. Ning¨²n banco tiene queja de las letras impagadas. Pero desde hace tres a?os la Corporaci¨®n tiene en tr¨¢mite de recaudaci¨®n ejecutiva un total de veintitr¨¦s millones de pesetas. ? Cifra que supone una cuarta parte del presupuesto municipal del presente a?o y casi se iguala al presupuesto para aguas y alcantarillado.
Los miembros del Ayuntamiento, que no pudo acogerse al presupuesto especial de financiaci¨®n local tras las elecciones municipales del pasado mes de abril por disponer de superavit comienzan a preocuparse por el aumento creciente de impagos.
El paro no supone problema de orden ciudadano en la localidad, que est¨¢ regida por una mayor¨ªa centrista: diez concejales de UCD, siete del PSOE, dos del PCE y dos de CD. Nunca la tranquilidad ciudadana se altera, porque, en opini¨®n de un empleado de una firma multinacional del autom¨®vil, ?somos un pueblo tranquilo. Aqu¨ª no protesta ni Dios?.
Frente al paro agr¨ªcola, que en Almendralejo est¨¢ asumido de forma consciente por la poblaci¨®n, existen medidas diarias de subsistencia. En los barrios perif¨¦ricos se da un comercio a cr¨¦dito sobre las necesidades primarias. Son bastantes los tenderos que entregan alimentos de primera necesidad al obrero en paro, mercanc¨ªas que abonar¨¢ cuando ingrese su primer Jornal. Por desgracia, en opini¨®n de un antiguo dirigente del sindicato vertical, son cada d¨ªa menos los comerciantes que prestan este servicio. ?Los grandes almacenes se van imponiendo, y en ellos no se conoce a nadie. ?
Una frustrada historia cooperativa
La historia del paro en Almendralejo comienza a principios de los a?os sesenta. Por aquellas fechas varias familias sevillanas -la familia Serna o la Villamar¨ªn, Benito Villamar¨ªn fue conocido presidente del club de f¨²tbol Betis?descubren unfil¨®n, un diamante en bruto?, en las cosechas de uva y de aceituna que se dan en Tierra de Barros. De com¨²n acuerdo imponen sus precios de mercado en la zona, cuya cabeza era y es Almendralejo. Es el marqu¨¦s de la Encomienda, entonces procurador en Cortes, quien promueve la creaci¨®n de una cooperativa que defienda los intereses de los agricultores. Se comienzan los trabajos y casi un centenar de cooperativistas se asocian. La cooperativa, que se llamar¨¢ Av¨ªcola Santa Ana, dispondr¨¢ de tres bodegas -en Almendralejo, arroyo de San Gerv¨¢s y Fuentes del Maestre-, con una capacidad de 7.000 bocoyes de aceituna,
Durante sus primeros a?os de funcionamiento, espl¨¦ndido en la opini¨®n de todos los vecinos, se crea el Colegio Menor Santa Anara, que incorpora una Escuela de Magisterio, a la que acuden ochocientos alumnos, y 1.500 plazas de ense?anza general b¨¢sica.
?El af¨¢n de poder del marqu¨¦s de la Encomienda, sus desatenciones hacia la cooperativa -de la que fue presidente-, la falta de una educaci¨®n cooperativista de los agricultores -?los productos buenos los llevaban al mercado, y los menos buenos, a la cooperativa?- y la desastrosa administraci¨®n de aquella sociedad dieron al traste, a principios de los setenta, en plena expansi¨®n econ¨®mica espa?ola, con la realidad cooperativa. En las instalaciones qued¨® almacenado el producto de tres cosechas de aceituna y una de uva.
Una sociedad integrada por familiares del marqu¨¦s de la Encomienda se adjudic¨® la propiedad de la cooperativa en subasta p¨²blica.
Hoy nadie quiere hablar de la cooperativa. Los agricultores. propietarios de tierras desconflian de su actuaci¨®n y los jornaleros est¨¢n convencidos de que no volver¨¢ a funcionar nunca. Aunque en caso contrario dar¨ªa trabajo a un millar de personas, n¨²mero suficiente para resolver el paro en Almendralejo.
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