El sector el¨¦ctrico, entre la estatificaci¨®n y la libertad econ¨®mica
Dec¨ªa una canci¨®n de ni?os que seres tan reales como las liebres y las sardinas eran por arte de magia manejados al capricho del coro y situados en un ambiente natura. distinto del propio; no me refiero a la cazuela, en donde suelen dar buenos resultados. Las sardinas corr¨ªan por los montes; las liebres buceaban sin problemas, y al final los ni?os tan contentos: con datos reales y un poco de fantas¨ªa hab¨ªan contado un cuento en el que todo era al rev¨¦s.El pasado 16 de julio public¨® este peri¨®dico (?El sector el¨¦ctrico, entre la racionalizaci¨®n y la nacionalizaci¨®n?) una historia-ficci¨®n con datos reales. Tan reales como el esfuerzo de imaginaci¨®n de sus autores. Ven¨ªa a decir este art¨ªculo que, como las empresas el¨¦ctricas est¨¢n seguras de su futura nacionalizaci¨®n, se dedican ahora a tirar la casa por la ventana.
Al aire de tan brillante intuici¨®n, las liebres y las sardinas eran situadas por los autores en un medio ambiente que no es el natural: los propios empresarios van a nacionalizar la industria el¨¦ctrica; los datos lo prueban.
Este art¨ªculo se puede interpretar mejor a la luz de dos precisiones que coloquen a sardinas y liebres en su lugar, aunque los ni?os se desilusionen. Hablaremos primero de qui¨¦n y por qu¨¦ se quieren las nacionalizaciones; despu¨¦s contaremos el problema financiero sin recurrir a adivinar lo que piensan los dem¨¢s.
Nuestra tesis sobre este art¨ªculo es la siguiente: el fatalismo nacionalizador es una actitud inicial de los autores que sit¨²an arbitrariamente en el pr¨®jimo. Ciertamente se exponen unas cifras reales para explicar un proceso de descapitalizaci¨®n. Pero no queda probado que ¨¦ste responda a la causa citada.
Dicho de otra forma: la descapitalizaci¨®n es una hip¨®tesis que las cifras pueden o no probar. La identificaci¨®n de las causas puede realizarse a trav¨¦s del an¨¢lisis econ¨®mico; o eludirse sibilinamente: basta imputar a terceros lo que es una impresi¨®n personal. As¨ª se evita la incomodidad de investigar y la responsabilidad de expresar p¨²blicamente una idea.
Quienes han escrito el art¨ªculo est¨¢n convencidos de que una fuerza inevitable nos empuja a una creciente estatalizaci¨®n de la econom¨ªa. Se pide una mayor intervenci¨®n de los poderes p¨²blicos para librar al pa¨ªs de la madeja de intereses del sector el¨¦ctrico. Pero el fatalismo nacionalizador tiene la mejor prueba en la creencia de que hasta los capitalistas saben que esa fuerza es inevitable.
?El esto teor¨ªa econ¨®mica o deformaci¨®n cultural? Cuando se dice que la estatificaci¨®n y los bur¨®cratas resuelven los problemas de estructura, el ponente se queda tan embriagado por la genialidad de la idea que prefiere no enturbiarla descendiendo a los detalles que justifiquen su propuesta. Pero hace pol¨ªtica, no teor¨ªa econ¨®mica. De esa creencia, lo que nos interesa destacar no es la p¨¦rdida de libertad incorporada en un proceso de estatificaci¨®n. Esta es una clara raz¨®n que justifica la pereza explicativa de quienes conf¨ªan en el proceso. Nos interesa aclarar que por el hecho de ser bur¨®crata no se perciben dones del cielo que aseguren el acierto y eliminen los errores tan frecuentes de los gerentes de empresas privadas.
La cosa es clara. La econom¨ªa la dirigen los bur¨®cratas o los empresarios y los consumidores. Nada asegura que aqu¨¦llos sean justos y ben¨¦ficos y estos ¨²ltimos pecadores. Pero hay una cosa real y evidente: con los bur¨®cratas decidiendo nos jugamos al azar que acierten, pero pagamos el coste de convertirnos todos en siervos.
Por ahora, incluso podemos decir que quien se ha equivocado es la Administraci¨®n, que por temor a una pol¨ªtica de precios reales ha originado, entre otros, el problema financiero, que padece hoy el sector el¨¦ctrico.
La determinaci¨®n de los precios el¨¦ctricos corresponde al Gobierno. El Consejo de Ministros, como acaba de hacer, autoriza la revisi¨®n de las tarifas.
Cuando se produjo la crisis del petr¨®leo, el Gobierno pens¨® que esta facultad le permit¨ªa dosificar los efectos sobre la econom¨ªa del encarecimiento de los crudos. Se abri¨® as¨ª una etapa en la que el manejo de los ingresos de explotaci¨®n a trav¨¦s de las tarifas permite al Gobierno determinar que parte del ajuste se carga en la cuenta de explotaci¨®n del sector el¨¦ctrico.
Ese es el problema financiero. Su soluci¨®n se ha visto complicada por la situac¨ª¨®n de la Bolsa y porque el sector estaba embarcado en fuertes inversiones para ev¨ªtar que el pa¨ªs se quedara en el futuro sin luz.
La situaci¨®n de la Bolsa ha limitado el ¨ªnter¨¦s por los valores, por todos, a pesar de la atracci¨®n de las emisiones liberadas. Adem¨¢s, el sector ha tenido que competir en dividendos con otros cuyos precios no est¨¢n tan controlados y que por eso obtienen ingresos m¨¢s ajustados a su mercado, a pesar de lo cual no han podido eludir la crisis burs¨¢til.
En los tres ¨²ltimos a?os las nueve principales empresas el¨¦ctricas privadas han repartido 143.100 millones de pesetas en dividendos, lo cual supone una retr¨ªbuci¨®n media del capital del 10%, cifra que, habida cuenta de la tasa de inflaci¨®n, no es tirar la casa por la ventana. Nos viene al pelo esta precisi¨®n al articulo para se?alar dos falacias que lo honran: el dividendo es el rendimiento de una inversi¨®n anterior sucesiva y acumulada; no s¨®lo de la inversi¨®n de cada a?o. En segundo lugar, hacer demagogia brillante con la hip¨®tesis de que la banca pueda prescindir de los dividendos el¨¦ctricos, o debe esconder que quienes a lo mejor no pueden prescindir son el mill¨®n largo de accionistas del sector, muchos de ellos jubilados y pensionistas, que a lo mejor se han comido este a?o los dividendos en pagar impuestos.
El endurecimiento de la Bolsa no ha sido aliviado por la financiaci¨®n en renta fija; la mayor competencia por entrar en los circuitos privilegiados de financiaci¨®n y las emisiones del Estado para paliar su desbarajuste financiero han endurecido tambi¨¦n esta v¨ªa.
?Qu¨¦ ha pasado entonces? Dos cosas: ha crecido la financiaci¨®n cr¨¦dito y sus costes financieros, que, por cierto, se contabilizan legalmente con el inmovilizado y es menor la acumulaci¨®n de reservas. Todo este problema ser¨ªa m¨¢s grave si el sector no hubiese podido sostener las inversiones o amortizar. No ha sido as¨ª: los aumentos de financiaci¨®n han cubierto las inversiones y el porcentaje de amortizaciones no ha disminuido.
Para arreglar la situaci¨®n es m¨¢s f¨¢cil, m¨¢s barato y m¨¢s eficaz que las tarifas reflejen la realidad que montar un comit¨¦ supervisor y pagarlo con el dinero de los contribuyentes. Si las tarifas se ajustan a los costes reales, la econom¨ªa est¨¢ sana y la Bolsa normal, un sector administrado como el el¨¦ctrico puede canalizar ahorro hacia inversiones b¨¢sicas y retribuirlo con estabilidad y seguridad. Los articulistas proponen justo lo contrario: que no se paguen dividendos para que se acabe de hundir la Bolsa, el ahorro y el sector.
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