"Ahora lo que importa es que Mass¨® sigue matando ballenas", afirma John Castle
John Castle, capit¨¢n del buque ecologista Rainbow Warrior, fugado del puerto de El Ferrol el d¨ªa 8 de noviembre, descansa desde hace cuatro d¨ªas en Holanda. El s¨¢bado pasado lleg¨® a Amsterdam con su barco y horas m¨¢s tarde hizo para EL PAIS un relato de todo lo ocurrido en la aventura de los ecologistas de Green Peace, que comenz¨® el pasado mes de junio, cuando fueron conducidos al puerto de El Ferrol por buques de la Armada espa?ola. Para el capit¨¢n del barco resulta un poco inc¨®moda la expectaci¨®n que ha despertado su fuga,y lamenta que el industrial espa?ol Juan Jos¨¦ Mass¨®-siga matando ballenas.
Los amigos le llaman ahora don Juan Castillo, en recuerdo de sus andanzas en Espa?a. John Castle, viejo lobo de mar, a pesar de tener s¨®lo veintinueve a?os, vivi¨® siempre para el oc¨¦ano, desde que naci¨®, en una peque?a isla del canal de la Mancha. En su obsesiva vocaci¨®n marinera hay algo que vive pat¨¦ticamente: su lucha constante y tenaz en defensa de las ballenas.Por eso ahora se lamenta de que los periodistas hayan acudido a ¨¦l buscando m¨¢s los perfiles de su espectacularidad que su connotaci¨®n de combatiente por la supervivencia de una especie marina que se extingue bajo la persecuci¨®n sin tregua de unos cuantos especuladores econ¨®micos, entre los que hay una empresa espa?ola. ?No esperaba?, dice, ?una cobertura tan enorme de la Prensa en Europa. Sin embargo, las ballenas son las grandes olvidadas por esos periodistas que te lo quieren preguntar todo acerca de qu¨¦ sentiste o qu¨¦ hiciste para escapar de Espa?a. El hecho real de que hayamos escapado no nos permite olvidar el hecho m¨¢s importante: que Juan Jos¨¦ Mass¨® y sus misteriosos amigos son todav¨ªa criminales exterminando ballenas para su propio beneficio personal. Mientras estuvimos bajo arresto en El Ferrol mataron alrededor de quinientas ballenas?.
El barco de este antiguo pescador ingl¨¦s hab¨ªa llegado a El Ferrol, detenido por buques de la Marina espa?ola, el 18 de junio. Durante los ¨²ltimos tres meses, ¨¦l y su gente tejieron con paciencia y sigilo inauditos la estrategia de su huida. John Castle confiesa que se vio forzado a optar por la huida porque el expediente iba demasiado lento, mientras la compa?¨ªa ballenera segu¨ªa capturando ejemplares.
Cada pieza en su sitio
Una buena dosis de ingenio y un aut¨¦ntico derroche de argucia sirvieron para que los apresados reemplazaran con ¨¦xito en el Rainbow Warrior las piezas fundamentales que les hab¨ªan retirado sus guardianes, con el fin de que el barco quedara inmovilizado en el muelle. ?Nos faltaban la cubierta del bloque principal del palier y los cojinetes de apoyo del eje motriz y de la caja de aceite. Sin estas piezas no se pod¨ªa transmitir pieza motriz desde el propulsor al casco y, por tanto, el barco era ingobernable sin ellas?.En una sola semana las piezas volvieron a estar instaladas. ?Obtuvimos los planos originales?, cuenta John, ?y las encargamos a Londres. Gente que apoya a Green Peace colabor¨® en su transporte y nosotros mismos las colocamos en su sitio?. La falta de combustible a bordo estuvo a punto de ser otro problema grave. ?Se nos acab¨® pr¨¢cticamente el carburante que hab¨ªamos dejado en el barco. Esto era un gran problema, puesto que, como est¨¢bamos viviendo a bordo, necesit¨¢bamos electricidad durante unas doce horas diarias, e incluso con un solo generador funcionando, al ser tanto tiempo el que permanecimos en El Ferrol, casi cinco meses, sucedi¨® que los tanques se estaban vaciando uno tras otro. No pod¨ªamos esperar muchos d¨ªas m¨¢s antes de intentar la huida. Por esta raz¨®n llegamos a la isla de Jersey disponiendo solamente de siete toneladas de combustible, despu¨¦s de dos d¨ªas de navegaci¨®n?.
A pesar de todo, ni el capit¨¢n, ni ninguno de los otros seis tripulantes, pasaron miedo ni vivieron tensiones especiales mientras dur¨® la aventura. John Castle descarta incluso la posibilidad de que hubieran sido capturados en su escapada. ?La Marina espa?ola no nos ha atrapado nunca. El primer a?o que vinimos a Espa?a no nos cogieron. Esta ¨²ltima vez estuvimos de acuerdo con ellos para detenernos por nuestra propia cuenta, de modo que no pienso necesariamente que pudieran pararnos esta vez tampoco?.
Una noche en silencio
La noche de la huida, el trance m¨¢s dif¨ªcil sin duda, apenas hablaron entre s¨ª. ?Todo hab¨ªa sido dicho antes de marchar y todos est¨¢bamos m¨¢s ocupados en hacer nuestra tarea con exactitud que en hablar?. Tal vez por eso una vez que sali¨® el barco de la bah¨ªa ferrolana, todo se redujo a ?las rutinas normales de las vigilancias del mar hasta Jersey?. ?Eramos pocos a bordo?, recuerda el capit¨¢n, ?y, por tanto, est¨¢bamos muy lejos unos de otros, ocupados en las distinta tareas de navegar como es debido. No hablamos por la radio hasta las diez de la noche del d¨ªa siguiente, en que informamos a Green Peace, de Londres, que ya est¨¢bamos fuera de alcance, y luego nos mantuvimos nuevamente en silencio, porque la conversaci¨®n por radio podr¨ªa dar nuestra posici¨®n?.Seg¨²n parece, nadie de El Ferrol ni de Galicia particip¨® en su bien calculado golpe de mano. ?Tuvimos mucha gente que nos apoy¨® en Galicia, pero nadie sab¨ªa lo que est¨¢bamos planeando. Realmente, a m¨ª y a la tripulaci¨®n, nos gustar¨ªa agradecer la amabilidad de todos los amigos que hicimos en Galicia y espero que hayan entendido por qu¨¦ no les dijimos adi¨®s?.Contra lo que llegaron a decir p¨²blicamente las autoridades espa?olas, el buque huido no escap¨® con las luces apagadas. ?Encendimos las luces de navegaci¨®n?, se?ala John Castle, ?a diez metros de distancia del muelle del que escapamos. Realmente no sabemos si alguien nos vio hacer la maniobra para zarpar. Lo que es cierto es que unos cuantos pescadores de cana estaban a cien yardas (91 metros) de distancia, pero era de noche. Era un s¨¢bado por la noche y cre¨ªmos que se trataba del mejor momento para intentarlo, porque en esa circunstancia hay menos gente de la Armada por all¨ª.
Un s¨ªmbolo de paz
?Eramos conscientes de eso, pero ?c¨®mo se pod¨ªa estar seguro de lo que iba a suceder despu¨¦s de que march¨¢semos? La ¨²nica cosa que sab¨ªamos segura era que, mientras no fu¨¦ramos violentos, ser¨ªamos la gente adecuada para intentar salvar nuestro barco. El Rainbow Warrior es un s¨ªmbolo de paz respetado en todo el mundo a causa de las muchas campa?as pac¨ªficas que ha realizado y la justicia militar se comport¨® con nosotros como si sus altos cargos tuvieran inter¨¦s financiero en la empresa de Mass¨®?.Este hombre, que considera que ?la vida es m¨¢s simple en alta mar?, cuando tiene que responder acerca de la impresi¨®n que le produce sentirse blanco de las c¨¢maras de televisi¨®n y de las preguntas de los periodistas, se sinti¨® feliz cuando pis¨® cemento holand¨¦s en el puerto de Amsterdam. Era una lluviosa ma?ana de invierno y ?hab¨ªa un poco de melancol¨ªa en el aire? cuando la tripulaci¨®n, cansada despu¨¦s del acoso de una mala tormenta en la ¨²ltima noche del viaje, tuvo que volver a enfrentarse otra vez con la popularidad. John dice alguna vez que ?ya est¨¢ bien que lo conviertan a uno en el centro del mundo y que se pierda de vista el principal objetivo, defender la vida de las ballenas?.
De todos modos est¨¢ feliz. ?Hemos logrado regresar a nuestra base principal de apoyo. Amsterdam es nuestro puerto normal para descansar y reparar el Rainbow Warrior. Es lo que pensamos hacer ahora durante el invierno?. Pero alguien visceralmente ligado al mar como ¨¦l, tiene siempre algunas cosas que hacer a nivel personal. ?De manera inmediata?, confiesa t¨ªmidamente, ?voy a pasar el tiempo con mi novia, visitar¨¦ a mi madre, voy a reparar mi casa. Tengo que ganar alg¨²n dinero para pagar las deudas. Pasar¨¦ el tiempo tratando de calmar mi mente, despu¨¦s de tan largo per¨ªodo de frustraci¨®n y aburrimiento forzoso?.
Se pone serio cuando se le pregunta si era consciente de que la acci¨®n emprendida pod¨ªa entra?ar algunos riesgos. ?Val¨ªa la pena intentarlo, yo sab¨ªa que los peligros eran superables. Lo que no se pod¨ªa hacer era cruzar las manos. Incluso si yo pudiera irme de El Ferrol, dejando all¨ª el barco sin tripulaci¨®n este habr¨ªa sido desguazado en un per¨ªodo de dos a?os y el dinero que se obtuviera por ¨¦l ser¨ªa pagado a la empresa Industrial Ballenera, SA. Nosotros no fuimos quienes llevamos esta cuesti¨®n hasta el punto al que lleg¨®. Fue la Marina espa?ola?.
"Mass¨® rehus¨® el di¨¢logo"
Un punto interesante era conocer si Juan Jos¨¦ Mass¨®, director general de la empresa espa?ola que se dedica a la captura de ballenas, hab¨ªa tenido alg¨²n contacto con los ecologistas. ?Mass¨® rehus¨® el di¨¢logo con nosotros durante tres a?os?, puntualiz¨® John Castle, ?y lo mismo hizo en esta ocasi¨®n. Su actitud no cambi¨® mientras estuvimos presos en El Ferrol. Yo, personalmente, nunca lo he visto, pero es f¨¢cil suponer que no podr¨ªa discutir sensatamente sobre ellas?.Tampoco carec¨ªa de inter¨¦s saber lo que pensaba el principal protagonista de la fuga acerca de las supuestas ayudas, conscientes e involuntarias, que los huidos podr¨ªan haber obtenido por parte de los responsables de su custodia. Sobre este tenia el capit¨¢n del Rainbow Warrior respondi¨® lo siguiente: ?Creo que, oficialmente, no hemos tenido ayudas. Lo que s¨ª he de decir es que, cuando fuimos conducidos a El Ferrol desde alta mar, la mayor parte de los hombres de la Armada que estuvieron a bordo de nuestro barco nos expresaron su simpat¨ªa diciendo que lo sent¨ªan por nosotros, pero que ten¨ªan que obedecer las ¨®rdenes recibidas. As¨ª que, si algunos barcos fueron enviados a buscarnos cuando escapamos, puede ser que no pusieran mucho empe?o en capturarnos sabiendo que nuestra fuga se hac¨ªa por una buena causa?.
Ahora, mientras ordena en Amsterdam sus recuerdos m¨¢s intensos de la escapada, Castle sabe que no olvidar¨¢ nunca la experiencia vivida en Espa?a. Al lado de las gratas impresiones (?a todos nos gust¨® mucho Galicia, el pa¨ªs, la gente. Yo espero volver alg¨²n d¨ªa de vacaciones?). Su orgullo de lobo de mar se resiente incluso cuando dice que ?algunos oficiales involucrados en el caso actuaron con bastante rudeza hacia m¨ª algunas veces; sin embargo, yo sab¨ªa que conseguir¨ªamos lo mejor de ellos al final, si ten¨ªamos paciencia?.
John Castle, este nuevo Drake que ha vuelto a castigar el viejo complejo espa?ol hacia los hijos de esa isla que aqu¨ª a veces se le llama Gran Breta?a, regresar¨¢ al mar, como siempre ha hecho.
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