El sistema financiero
DESDE HACE un par de d¨ªas, los bancos han comenzado a hacer p¨²blicos los tipos de inter¨¦s que cobran a sus clientes, mientras respetan las comisiones establecidas como m¨¢ximas por el Banco de Espa?a. El precio del dinero para el prestamista se conoce as¨ª por adelantado. Adem¨¢s, en contra de la opini¨®n de algunos banqueros y de los temores de la Administraci¨®n, el dinero no cuesta m¨¢s caro, sencillamente porque la demanda de cr¨¦dito es d¨¦bil y es el mercado, y no las regulaciones, quien marca los precios. En definitiva, el primer susto ha pasado, pero, sin embargo, todav¨ªa perdura el amargo sabor de una dura pol¨¦mica entre la banca y la Administraci¨®n del Estado, que retrasar¨¢, sin duda, una mayor liberalizaci¨®n del mercado financiero.Las razones para el enfado de la banca privada se concretaban en que las dosis de liberalizaci¨®n del sistema financiero no se acompa?aban de otras liberalizaciones del sistema econ¨®mico. Concretamente, la libertad para los intereses en los dep¨®sitos a un plazo de seis meses o superior y en las cuentas corrientes de cuant¨ªa superior al mill¨®n de pesetas supon¨ªa un encarecimiento del pasivo y, seg¨²n los banqueros, determinar¨ªa una elevaci¨®n en los tipos de inter¨¦s de los cr¨¦ditos. Adem¨¢s, al hacerse p¨²blicos los intereses, los anteriores juegos de las comisiones no permitir¨ªan ahora enmascarar el coste real del dinero. Las discriminaciones entre clientes resultar¨ªan m¨¢s notorias y, en consecuencia, la transparencia permitir¨ªa a los usuarios hacer sus conjeturas e incluso posibles elecciones.
Pero, si es importante la objeci¨®n sobre la continuidad de las intervenciones de la autoridad monetaria y, en concreto, la continuidad de los coeficientes de inversi¨®n, obligatoria que mantienen cautivos una buena parte de los dep¨®sitos de los bancos y de las cajas, tambi¨¦n es importante la objeci¨®n del presidente de la CEOE de que la reducci¨®n de los coeficientes de inversi¨®n no ha afectado al sector p¨²blico, y de ah¨ª que se haya producido una discriminaci¨®n de car¨¢cter general contra el sector privado. Pero, al mismo tiempo, hay que reconocer que el coeficiente de inversi¨®n obligatoria actualmente mantiene ?secuestrado? s¨®lo un 21,8% de los dep¨®sitos de la banca comercial, frente a un 24,75 % al comenzar 1978. En un solo a?o, los coeficientes de las cajas han pasado del 53 % al 50%, ahora vigente. Asimismo, hay que recordar que anteriormente los coeficientes de inversi¨®n obligatoria permit¨ªan que junto a los privilegiados del sector p¨²blico acampasen los privilegiados del sector privado, que nunca fueron la peque?a y la mediana empresa, o la gran empresa desligada de los grupos financieros o del BOE. Los empresarios a pelo descubierto no gozaron casi nunca de estas prebendas que a?ora la CEOE.
Otro motivo de encono ha sido la creaci¨®n de sociedades mediadoras en el mercado de dinero sin intervenci¨®n de los bancos. Quiz¨¢ esta exclusi¨®n pudo resultar muy rigurosa, pero lo que trataba el Banco de Espa?a era precisamente enriquecer las variedades y tipos de intermediarios financieros y, sobre todo, ampliar el mercado interbancario. Todav¨ªa subsiste el triste recuerdo de los tipos por, encima del 50% en ese mercado en la segunda mitad de 1978, precisamente cuando la actividad interior, espoleada por unas exportaciones crecientes, comenzaba a despuntar. Pero quiz¨¢ la irritaci¨®n m¨¢s grave ha sido la compra del Banco de Valladolid por el Barclays, con las bendiciones del Banco de Espa?a, contra el pron¨®stico y la opini¨®n de los banqueros espa?oles. La reacci¨®n y la presi¨®n de la banca supone, con muchas probabilidades, un futuro incierto para las sociedades mediadoras, y asimismo ha debido contribuir a la negativa del Banco de Espa?a al Citibank para la compra del grupo Central de Inversi¨®n y Cr¨¦dito, es decir, la segunda financiera en importancia del pa¨ªs. El Banco de Espa?a responder¨ªa que en este caso no se trataba de la compra de un banco en dificultades, pero una mayor competencia por el lado de los pr¨¦stamos habr¨ªa sido, sin duda, muy bien acogida por la clientela de la banca y de las financieras.
La banca espa?ola no ha sido afortunadamente un mal negocio ni Para sus propietarios ni para sus empleados. Los intereses cobrados por las instituciones de cr¨¦dito, seg¨²n la Contabilidad Nacional de Espa?a, supon¨ªan el 6.,9% del PIB en 1975, y el 8,8% en 1978; los salarios pagados por las instituciones financieras a sus empleados representaban en 1975 el 3,6% de todos los salarios, y el 4,3 % en 1978. Los ingresos de la banca y los salarios de sus empleados han aumentado su participaci¨®n en la renta del pa¨ªs a un ritmo mayor que la media del resto de sectores y trabajadores. En cualquier caso, no es f¨¢cil desembarazarse de las posiciones adquiridas, ni siquiera de las rutinas. Para muestra basta un bot¨®n: los tipos de inter¨¦s publicados para el descuento a corto plazo se sit¨²an en Espa?a en un 11 % (las comisiones lo elevan despu¨¦s en cuanto se producen renovaciones); y a tres a?os, a un 18%. En el mercado del eurod¨®lar, el dinero a corto plazo est¨¢ en torno al 15,5 %, y a un plazo de cinco y m¨¢s a?os, la rentabilidad de los eurobonos es del 14,5%.
La explicaci¨®n de la diferencia es ilustrativa de las actitudes de los prestamistas. En e? mercado internacional se busca una colocaci¨®n rentable a medio plazo, y en el caso espa?ol de lo que se trata es de no desprenderse de la liquidez, de atesorarla y desconfiar, por principio, de una colocaci¨®n a largo plazo, por excelente que pueda ser la empresa industrial. El resultado es la ausencia de financiaci¨®n a medio y largo plazo para la industria fuera de los circuitos privilegiados o el cr¨¦dito exterior.
El Estado pod¨ªa quiz¨¢ dar entrada en este terreno a la banca oficial, haci¨¦ndola comportarse como tal banca para desencadenar la competencia en unos plazos en los que los bancos privados todav¨ªa contin¨²an siendo reacios. En definitiva, de lo que se trata es de conseguir que el sistema financiero cumpla con la m¨¢xima eficacia su misi¨®n de canalizar los fondos de los ahorradores hacia los inversores en una ¨¦poca en que, por diferentes motivos, ha disminuido dram¨¢ticamente la propensi¨®n al ahorro de las familias, de las empresas y del sector p¨²blico, mientras la inversi¨®n productiva se muestra preocupada y temerosa. En ¨²ltima instancia, el sistema financiero s¨®lo podr¨¢ ser fuerte y vigoroso si las empresas industriales, agr¨ªcolas y de servicios mantienen su pujanza. Pero si los clientes disminuyen o desaparecen, la utilidad de la banca o su futuro tambi¨¦n resultar¨¢n afectados.
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