?Un 'poder' para administrar la miseria?
Andaluc¨ªa sufre desde el pasado siglo de una triple dependencia que el autor del reportaje llama la triple D, y que resume as¨ª: dependencia de intereses extranjeros, dependencia de otras regiones espa?olas, y dependencia de sus, propias oligarqu¨ªas.
Para ese gran humanista y gran economista que es Jos¨¦ Luis Sampedro, "s¨®lo un poder regional andaluz aut¨¦nticamente popular, puede variar la situaci¨®n de dependencia". Pero ?c¨®mo lograr ese poder andaluz si la autonom¨ªa no va a posibilitar el cambio de estructuras?Ya hace bastantes a?os que los especialistas en temas de econom¨ªa y sociolog¨ªa regional advirtieron un hecho que hasta entonces hab¨ªa sido ignorado o apenas esbozado: al igual que la econom¨ªa capitalista necesitaba para su desarrollo que, hubiese ¨¢reas (naciones, pa¨ªses o continentes enteros),que fueran relegados a una especializaci¨®n primaria -suministradoras de materias primas o energ¨¦ticas, reserva de mano de obra barata, ¨¢reas comerciales que absorbiesen los productos elaborados con las materias primas de ellos, pero en los pocos pa¨ªses industrializados...- as¨ª tambi¨¦n, a escala de cada naci¨®n, el desarroflo del sistema o modelo antedicho ha procedido a reproducir casi mim¨¦ticamente (a escala reducida) ese colonialismo exterior para hacerlo interior. La divisi¨®n, bien clara en el mundo de hoy entre naciones dominantes y naciones dependientes, se reproduce tambi¨¦n a escala dentro de las naciones: regiones dominantes y regiones-banana, dependientes y subsirvientes.
Dentro de la ¨®rbita occidental, Espa?a es un pa¨ªs dependiente. No es un pa¨ªs tercermundista cuya dependencia sea absoluta y direct¨ªsima, pero s¨ª padece una clara y directa dependencia de los intereses pol¨ªticos, econ¨®micos y hasta b¨¦licos de ese mundo occidental en el que est¨¢ inserto en un rol muy secundario.
A su vez, dentro de Espa?a, al haberse logrado una cierta pujanza industrial (considerada su econom¨ªa globalmente, como Estado), procura ejercer papel de pa¨ªs en cierto modo dominante -aunque sea secundario- con respecto a otras ¨¢reas (intentos de mayor penetraci¨®n en Latinoam¨¦rica y algunos pa¨ªses africanos y ¨¢rabes).
Asimismo se da ese papel de colonialismo interno en el seno de la propia Espa?a, donde unas pocas regiones (cuatro exactamente: Madrid-capital, Catalu?a, Euskadi y el Pa¨ªs Valenciano m¨¢s recientemente) son las dominantes, los centros de decisi¨®n, mientras el inmenso resto se ve constre?ido a su condici¨®n de suministradores de materias primas, energ¨ªa y mano de obra. El colonialismo interno espa?ol es de sobra conocido, y tambi¨¦n sus resultados, pero "con frecuencia se subestima", dice el profesor Jos¨¦ Luis Sampedro, refiri¨¦ndose concretamente a Andalucia, "pues lo enmascara la idea, al parecer natural, de que entre compatriotas existe solidaridad y todas las relaciones son positivas. Sostengo, en contra", a?ade Sampedro, "que frente a los dominadores externos un pa¨ªs puede apelar, si llega el caso, a instrumentos m¨¢s eficaces que los asequibles a una regi¨®n frente a sus dominadores internos" (es decir, otras regiones del mismo Estado).
M¨¢s grave es la dependencia interior
En efecto, un pa¨ªs dependiente puede defenderse cerrando fronteras o manejando una serie de barreras arancelarias o una amplia gama de defensas econ¨®micas, financieras y pol¨ªticas. Puede legislar tambi¨¦n contra las infiltraciones, previas (inversiones extranjeras, multinacionales, etc¨¦tera), haciendo que nunca puedan tener mayor¨ªa, o frente a actitudes de sus propios naturales (evasi¨®n de capitales, etc¨¦tera). En cambio, estasposibilidades ligadas a las front¨¦ras pol¨ªticas nacionales no existen, claro es, en el caso de las regiones y/o nacionalidades de un mismo Estado. M¨¢s a¨²n, la supuesta comunidad de intereses de todo el pa¨ªs hace incluso dif¨ªcil percibir la intensidad y realidad de la explotaci¨®n. Con frecuencia incluso toda una elaboraci¨®n ideol¨®gica contribuye a enmascararla bajo una visi¨®n idealizada de la realidad regional.
"Aun sin explotar m¨¢s a fondo el tema, la conclusi¨®n est¨¢ clara", a?ade Jos¨¦ Luis Sampedro: "la regi¨®n es m¨¢s vulnerable ante la explotaci¨®n externa a ella que un Estado pol¨ªticamente independiente"
Y en este punto, el conocido profesor hace un llamamiento novedoso. El, uno de los m¨¢s prestigiosos economistas espa?oles, salva la trampa del economicismo. El desarrollo de un pueblo no es una cuesti¨®n ni sola ni principalmente econ¨®mica. Advierte contra la trampa tecnocr¨¢tica (que ¨¦l denomina tecnol¨¢trica) del solo an¨¢lisis estructural. Y contra la trampa metafuica: es decir, la visi¨®n (fatalista) del hombre inmutable (por tanto, de la petrificaci¨®n social). "Porque el hombre est¨¢ en permanente autotransformaci¨®n, sobre todo en su vivir social". Hace un llamamiento a los historiadores, "que deben entregar a los economistas aportaciones con las que ¨¦stos podamos planear el desarrollo regional". "Los. economistas hemos de consagrarnos a desmitificar toda ideolog¨ªa encubridora y a revelar los mecanismos econ¨®micos de dependencia"
En cuanto a los historiadores, dice Sampedro, "nos har¨ªan un gran servicio con tareas como las que siguen y que, por supuesto, vienen realizando, pero no siempre -y esto es esencial- apoy¨¢ndose en una teor¨ªa de desarrollo como la de la dependencia".
Concreta Sampedro.su petici¨®n en tres puntos:
a) Revisar, de espaldas a las ideolog¨ªas convencionales sobre el desarrollo, la g¨¦nesis de la marginaci¨®n regional, para explicar correctamente su formaci¨®n.
b) Analizar -incluso en la actualidad- las relaciones de dependencia que no son puramente econ¨®micas. La dependencia es unasituaci¨®n global, y muchas de sus manifestaciones -pol¨ªticas, culturales, sanitarias, etc¨¦tera- refuerzan y consolidan la explotaci¨®n econ¨®mica.
c) Por supuesto, contribuir a detectar posibilidades de acci¨®n en la situaci¨®n presente, a base de ofrecemos lecciones del pasado que eviten caer en errores precedentes.
Dependencia independiente
Pero no se puede pretender objetivos irreales, termina Sampedro, como lo ser¨ªa la independencia total o la autarqu¨ªa econ¨®mica. La meta ahora es otra, a saber: la dependencia para la interdependencia. No la libertad marginada de hoy, sino la libertad concertada; es decir, pactada pol¨ªticamente por los cauces de instituciones adecuadas y ejercida cada d¨ªa en la regi¨®n y entre las distintas regiones. Ahora bien, ?es eso posible? En el caso andaluz, se?ala Sampedro, "s¨®lo un poder regional aut¨¦nticamente popular puede variar la situaci¨®n de dependencia". Pero ?ojo! con esa interdependencia que pudiera ser la del caballo y el jinete -advierte el autor-, en la cual ya sabemos que la posici¨®n del jinete es muy distinta de la del caballo.
Rafael Mart¨ªnez Corti?a, catedr¨¢tico, economista, que ha ocupado y ocupa los m¨¢s altos cargos de la banca, dijo en una conferencia dada en el Instituto de Desarrollo Regional, de Sevilla: "Ya en 1962 escrib¨ª un art¨ªculo en el que manten¨ªa que uno de los factores fundamentales del crecimiento de nuestra econom¨ªa en determinadas ¨¢reas se deb¨ªa al empobrecimiento de otras ¨¢reas de nuestro pa¨ªs. Afirmaba entonces que las primeras (las que estaban enriqueci¨¦ndose) no podr¨ªan vivir sin las segundas, o al menos no tendr¨ªan el progreso que estaban registrando". "La dependencia y la marginac¨ª¨®n se han, incrementado paulatinamente en la ¨®rbita del sistema capitalista mundial. Esa creciente polarizaci¨®n desarrollo-subdesarrollo de la econom¨ªa mundial, a trav¨¦s de la dependencia y la marginaci¨®n, se est¨¢ generalizando a otras realidades espaciales, concretamente a las relaciones de unas regiones con otras dentro de una misma naci¨®n". "En todas las naciones capitalistas existe una fuerte tendencia a este fen¨®meno de polarizaci¨®n espacial (adem¨¢s de la personal), sobre todo cuando no existen medidas espec¨ªficas para potenciar al m¨¢ximo las distintas ¨¢reas del pa¨ªs. En otras palabras, cuando en una econom¨ªa las fuerzas de mercado act¨²an con cierta libertad, se produce una concentraci¨®n espacial (y de otros aspectos) que quiz¨¢ desde el punto de vista estrictamente econ¨®mico puede admitirse en las primeras etapas del crecimiento. Pero, en este caso, el desarrollo excesivamente polarizado no es un verdadero desarrollo econ¨®mico nacional -en el justo significado de lo que es desarrollo-, pues si con ¨¦ste se debe tratar de mejorar el nivel econ¨®mico de todos los miembros de las distintas comunidades del pa¨ªs, no es justo ni correcto que el crecimiento se concentre en pocas manos y en pocas regiones, sobre todo cuando ese crecimiento es la causa del estancamiento de amplias zonas y grupos de poblaci¨®n... El escaso crecimiento de ¨¢reas o regiones de un pa¨ªs es de hecho un despilfarro si se quiere conseguir un desarrollo econ¨®mico. Lo m¨¢s razonable es que cada comunidad obtenga el m¨¢ximo rendimiento seg¨²n sus posibilidades y potencialidad, que para que puedan plasmarse en realidad es preciso, en muchas ocasiones, tomar medidas espec¨ªficas con dicha finalidad. En caso contrario, esas zonas est¨¢n condenadas al empobrecimiento y a la dependencia de los centros dominantes de la econom¨ªa nacional".
He tra¨ªdo esta larga cita de Mart¨ªnez Corti?a porque no es precisamente un profesor, ni un economista, ni un directivo de la banca, con connotaci¨®n alguna de izquierda. Es un reputado t¨¦cnicoecon¨®mico y un hombre l¨²cido y honesto. Punto. Su visi¨®n y diagnosis del caso andaluz (que tambi¨¦n es el caso de otras regiones marginadas de Espa?a) permite, as¨ª, entrar sin sorpresa para nadie en la insercion de Andaluc¨ªa (como de Extremadura, etc¨¦tera) en el mercado nacional y su papel de zona dependiente de los intereses de las regiones dominantes.
En la conocida publicaci¨®n del Banco de Bilbao sobre la Renta nacional de Espa?a y su distribuci¨®n regional y provincial se dice: "Los resultados del estudio ponen en evidencia las profundas desigualdades de las provincias y regiones espa?olas, diferencias que la pol¨ªtica econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os no logr¨® corregir ni tampoco encauzar. El proceso de concentraci¨®n de la poblaci¨®n, el producto y la renta en las ¨¢reas y regiones m¨¢s desarrolladas ha proseguido, incluso m¨¢s intensamente... En definitiva, el problema planteado por el desarrollo regional espa?ol y sus desequilibrios sigue in¨¦dito, esperando la acci¨®n vigorosa de una pol¨ªtica capaz de incidir eficazmente para su correcci¨®n. La situaci¨®n deprimida de extensas ¨¢reas de la geograf¨ªa espa?ola, especialmente localizadas en Andaluc¨ªa, Extremadura, Galicia y Castilla, requiere, obviamente, el esfuerzo solidario de toda la naci¨®n espa?ola. De otra forma, la Espa?a invertebrada seguir¨¢ vigente...".
El economista capitalista y premio Nobel de Econom¨ªa Gunnar Myrdal dice que "el libre juego de las fuerzas del mercado tiende a aumentar, y no a disminuir, las desigualdades entre las regiones. Si las cosas se dejan al libre juego de las fuerzas del mercado, sin que interfiriesen en ella disposiciones pol¨ªticas restrictivas, la producci¨®n industrial, el comercio, la banca..., de hecho todas las actividades econ¨®micas se concentran en ciertas localidades y regiones, dejando al resto del pa¨ªs m¨¢s o menos estancado".
Entonces hemos de concluir que todas esas denuncias de la realidad que aquejan al pa¨ªs y a su divisi¨®n entre regiones dominantes y regiones dependientes no tienen m¨¢s valor que el meramente testimonial. Ya lo dice bien claro Myrdal: "Hacen falta medidas pol¨ªticas que se interfieran en el libre juego de las fuerzas de la econom¨ªa de mercado". Y en Espa?a, ?d¨®nde est¨¢n esas medidas?
Ante ello, ?qu¨¦ se puede y debe hacer en esta hora de las autonom¨ªas? Cuando se constituy¨® la Junta preauton¨®mica de Andaluc¨ªa, uno de los nuevos diputados dijo en el transcurso del acto: "No queremos una autonom¨ªa para administrar la miseria". ?Qu¨¦ salida queda, si es que queda alguna?
S¨®lo una, ya apuntada por Jos¨¦ Luis Sampedro: la conquista de un poder regional aut¨¦ntico y verdaderamente popular. Popular, no en el sentido de populista, sino de dar vida al precepto constitucional (art¨ªculo l), que reza que "la soberan¨ªa reside en el pueblo", y se vehicula, pol¨ªticamente, a trav¨¦s de sus representantes. Pero en Andaluc¨ªa estamos ante un caso at¨ªpico: es la ¨²nica regi¨®n espa?ola subdesarrollada o dependiente con mayor¨ªa absoluta de izquierda (tanto parlamentaria como a niveles de ayuntamientos y de su Junta auton¨®mica) donde una minor¨ªa detenta todos los poderes f¨¢cticos. Esto es lo que da al regionalismo andaluz su peculiaridad.
Hasta el momento no hemos tra¨ªdo, adrede, a este ¨²ltimo cap¨ªtulo la opini¨®n de ning¨²n economista o pol¨ªtico andaluz. Han sido hoy personas que no viven en Andaluc¨ªa quienes han llegado a esa diagnosis de la imperiosa necesidad de que Andaluc¨ªa logre un poder regional popular.
La especificidad andaluza
La correlaci¨®n de fuerzas es muy diferente en Andaluc¨ªa respecto a las ¨¢reas desarrolladas de la naci¨®n. Los obreros recuerdan m¨¢s al proletariado heredado de principios de siglo. Y la clase burguesa terrateniente (que hoy es la misma que maneja las finanzas y se ha implicado o unido v¨ªa esos intereses financieros al resto de las minor¨ªas detentadoras del poder en otras ¨¢reas) se ha hecho capitalista cara al exterior, pero sigue conservando modos y actuaciones precapitalistas, decimon¨®nicas en el interior andaluz, ejercitando as¨ª una doble dominaci¨®n sobre su solar de origen.
Este es el mayor drama andaluz, que sus burgues¨ªas conservan en su suelo una conducta propia del pasado semifeudal y, adem¨¢s, se han aliado con intereses de otras regiones y/o nacionalidades para forzar a Andaluc¨ªa a la situaci¨®n de dependencia. Y lo han hecho, adem¨¢s, de una manera prepotente. Es decir, no como otras burgues¨ªas regionales dependientes, sino aliadas a ellas desde puestos de m¨¢xima responsabilidad y poder decisorio. "Nada, pues, de clientismo, dependencia o sucursalismo con respecto a las burgues¨ªas no andaluzas", dice Isidoro Moreno. "La burgues¨ªa andaluza ha tenido un papel enormemente reaccionario, y no como comparsa, sino como aliado-protagonista del poder central".
Un andaluz -del que debe guardarse el inc¨®gnito- me dec¨ªa: "Es cierto. En Barcelona, en Bilbao, en Madrid, en Valencia..., la situaci¨®n se plantea en otros t¨¦rminos. All¨ª, su burgues¨ªa, su clase empresarial, sabe ejercer el di¨¢logo (aunque ¨¦ste sea dif¨ªcil en muchos casos). La confrontaci¨®n de intereses contrapuestos trabajadores-empresarios (pese a choques m¨¢s o menos espor¨¢dicos) puede llevarse a cabo en la mayor parte de los casos sobre una mesa de negociaci¨®n. Pero en Andaluc¨ªa esto es la excepci¨®n. Aqu¨ª el choque es brutal, empezando porque en Andaluc¨ªa est¨¢ por resolver el problema agrario (que no es el caso ni de Madrid, ni del Pa¨ªs Vasco, ni de Catalu?a, ni del Pa¨ªs Valenciano). Y los t¨¦rminos en que se plantea el caso agr¨ªcola son espeluznantes en nuestra regi¨®n. En todas esas regiones o nacionalidades, la clase burguesa es nacionalista y, aunque vele en primer lugar por sus intereses, indirectamente ha favorecido y favorece al de las clases trabajadoras. Y esas mismas clases trabajadoras tienden -y es humano-, desde su situaci¨®n de privilegio relativo, a olvidar la lucha que se plantea, en t¨¦rminos muy distintos, en otras regiones. Cuantas m¨¢s mejoras consiguen los obreros asturianos (mineros), los catalanes o los vascos (que en gran parte son andaluces), m¨¢s voraz se muestra la rapi?a que se ejerce sobre las regiones subdesarrolladas, por cuanto -por ley natural- quien manda tiende a aumentar, o al menos a conservar, sus beneficios, sus lucros. Por eso los andaluces tenemos que sacarnos nosotros mismos las casta?as del fuego. Te¨®ricamente es muy bello lo de la solidaridad..., pero no es objetivo, ni real, en la pr¨¢ctica. Si Espa?a tuviese -como en los a?os treinta- una estructura m¨¢s uniforme, menos desequilibrada, puede que no tuviera excesivo objeto el poder andaluz y la lucha a nivel regional. Pero en nuestros d¨ªas, con unos espacios ricos y otros en la miseria, no es posible, por irreal, pretender una lucha conjunta. A¨²n dentro de la clase trabajadora, son ya intereses muy distintos, situaciones diferentes. Porque, f¨ªjate bien, si un d¨ªa Andaluc¨ªa lograse terminar o al menos disminuir sensiblemente su situaci¨®n de dependencia -y para ello es preciso mutar las estructuras de la propiedad de la tierra y terminar con el monopolio del poder de nuestra burgues¨ªa-, el desarrollo vasco, y el catal¨¢n, y el madrile?o, se ver¨ªan frenados. Puede que entonces, al lograrse un reequilibrio, coincidan los intereses de todos. Hoy, no".
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