La huelga de Getafe
GETAFE QUEDO ayer pr¨¢cticamente paralizado como consecuencia de la positiva respuesta ciudadana a la convocatoria de huelga lanzada por las centrales sindicales y apoyada por la izquierda parlamentaria y el Ayuntamiento. El gobernador civil de la provincia de Madrid intent¨® inicialmente tomar cartas en el asunto y presion¨® sobre el alcalde de Getafe para que la protesta no llegara a realizarse. El recordatorio de que el sistema constitucional no atribuye a los gobiernos civiles las engrosadas prerrogativas del r¨¦gimen anterior, a la vez que reconoce a los ayuntamientos poderes bastante menos endebles, sirvi¨® probablemente para que Mariano Nicol¨¢s cambiara posteriormente de criterio y confirmara la legalidad de la huelga convocada, pero no le impidi¨®, en cambio, realizar ayer un enorme e innecesario despliegue policial en Getafe que record¨® los viejos y malos tiempos en los que un conflicto laboral era recibido por las autoridades como un ataque directo a las instituciones del Estado.En el caso de Getafe hay razones para sospechar que el incumplimiento por algunas empresas del plan de reestructuraci¨®n del sector de electrodom¨¦sticos, pactado con la Administraci¨®n p¨²blica y las centrales sindicales, es el verdadero factor desencadenante de esas alteraciones de la convivencia ciudadana, de las que la convocatoria a una huelga pac¨ªfica de solidaridad y protesta no es sino el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena. En verdad, constituye un atentado, al menos de car¨¢cter pol¨ªtico- moral, que determinados grupos, m¨¢s cercanos al aventurerismo depredador que a la responsabilidad empresarial, tengan como ¨²nico m¨¦todo v¨¢lido para salir de sus crisis, en ocasiones producidas por una mala gesti¨®n directiva, la exigencia de ayuda p¨²blica y los despidos a bajo costo, sin realizar por su parte, de forma efectiva, las contribuciones que los pactos de salvamento establecen.
El gobernador civil de Madrid, sin embargo, no parece inclinado a abandonar el conocido prejuicio etimol¨®gico de que "tranquilidad viene de tranca". El Rastro y el Parque del Retiro madrile?os fueron ya escenarios, la pasada semana, de la estrafalaria reducci¨®n de los principios del orden p¨²blico a la supresi¨®n, mediante despliegues policiales, desproporcionados por sus dimensiones y por sus procedimientos, de cualquier paisaje humano callejero que no est¨¦ formado por parejas de media edad caminando en busca de una cafeter¨ªa. Ayer, en Getafe, Mariano Nicol¨¢s y el jefe superior de Polic¨ªa han mostrado, de nuevo, su dif¨ªcil adaptaci¨®n al sistema constitucional, que tiene una concepci¨®n del orden p¨²blico bastante diferente al que defiende un r¨¦gimen autocr¨¢tico. Para desgracia de todos, ese obsesivo celo por convertir a j¨®venes mal vestidos, a vecinos frecuentadores de una verbena o a huelguistas pac¨ªficos en enemigos de la sociedad y del Estado probablemente les est¨¦ privando a nuestras autoridades gubernativas del tiempo y de la capacidad de razonar necesarias para desarticular a las bandas terroristas y vigilar los edificios e instalaciones -como la central telef¨®nica de R¨ªos Rosas-, que pueden ser blanco de atentados. El ministro del Interior ha dado muestras de inteligencia pol¨ªtica y de eficacia funcional en su trabajo. Por lo visto, no gracias, sino a pesar de la carga muerta que significan colaboradores como el gobernador civil y el jefe superior de Polic¨ªa de Madrid, que no parecen defensores del orden p¨²blico, es decir, de las libertades y de la seguridad ciudadanas, sino provocadores de disturbios.
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