Alexander Haig, un diplom¨¢tico de choque
Alexander Haig, el militar que fue transformado en pol¨ªtico por Henry Kissinger, dimiti¨® ayer, a los 58 a?os de edad, v¨ªctima de una cruel desilusi¨®n: sus poderes no van m¨¢s all¨¢ de los que han tenido otros secretarios de Estado en presidencias anteriores.El hombre que salt¨® de la mano de Nixon por encima de las aspiraciones de 240 altos mandos militares y pas¨®, de la noche a la ma?ana, de ser un coronel a lucir las cuatro estrellas de general en su bocamanga, ha ca¨ªdo en la lucha por tener la ¨²ltima palabra en el gran santuario del poder que es la Casa Blanca.
Kissinger, el protector
Su gran protector fue Henry Kissinger, que lo introdujo, en 1972, en Washington. Como ad junto del consejero nacional de Seguridad, Haig aprendi¨® r¨¢pidamente los vericuetos del poder, y dos a?os m¨¢s tarde, en pleno esc¨¢ndalo Watergate, que le dej¨® el camino expedito hacia la jefatura del staff de la Casa Blanca, orquest¨® la dimisi¨®n del entonces presidente Richard Nixon.Su tenacidad y su habilidad para resolver la m¨¢s grave crisis de la presidencia norteamericana fue recompensada. El presidente Ford le confi¨® el mando supremo de las fuerzas aliadas en Europa, puesto en el que permaneci¨® entre 1974 y 1979, y del que dimiti¨® por sus divergencias con el presidente Jimmy Carter.
La tentaci¨®n del poder, que pudo degustar en plenitud cuando en la ca¨ªda de Nixon tuvo las riendas de la Casa Blanca pr¨¢cticamente en sus manos, le hizo pensar en aspirar a la presidencia, sue?o al que renuncia al no encontrar el apoyo esperado entre los conservadores norteamericanos, que apostaban ya por Ronald Reagan y sufrir un extra?o atentado ocurrido cuatro d¨ªas antes de abandonar Bruselas para regresar a Estados Unidos.
Tras una breve experiencia en la industria privada, concretamente la United Technological Corporation, firma especializada en la fabricaci¨®n de armamento, Haig vuelve a la pol¨ªtica. Reagan le designa titular de la Secretar¨ªa de Estado. Vuelve a Washington e inmediatamente comienza, como iniciado en las luchas subterr¨¢neas de la capital federal, por definir y acotar su territorio frente a los restantes miembros de la Administraci¨®n.
Su ansia por el poder qued¨® al desnudo cuando Reagan recibi¨® un balazo en el pulm¨®n. La frase que pronunci¨® minutos despu¨¦s en la sala de Prensa de la Casa Blanca fue definitiva: "As of now, I am in control of de White House".
Reagan no debi¨® apreciar este gesto, ya que poco despu¨¦s dictaba una orden por la que, en caso de crisis, el vicepresidente y el ministro de Defensa quedaban por encima del voluntarioso secretario de Estado.
En materia de relaciones bilaterales con Espa?a, Haig tuvo la pol¨¦mica reaccion de calificar el in tento de golpe de Estado del 23-F en Espa?a, cuando la rebeli¨®n todav¨ªa estaba en rriarcha, como un "asunto interno". Posteriormente Haig viaj¨® a Madrid para asistir a la Conferencia sobre Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa (CSCE) y aprovech¨® la ocasi¨®n para reiterar su "total apoyo" a la democracia espa?ola.
Versalles y la amenaza sovi¨¦tica
El giro de William Clark, consejero nacional de Seguridad, cuyos criterios coinciden cada d¨ªa m¨¢s con los del secretario de Defensa, Caspar Weinberger, que mantiene posiciones m¨¢s duras que las de Haig, considerado el gran halc¨®n en los primeros d¨ªas del Gabinete Reagan, signific¨® el comienzo del fin del secretario de Estado.La cumbre de Versalles y la estrategia a seguir con los aliados europeos ante la amenaza sovi¨¦tica ha sido la gota que ha colmado el vaso.
Haig, aparentemente desautorizado por Reagan, ha dado el portazo. Sin embargo, no parece f¨¢cil que este cat¨®lico -tiene un hermano jesuita- renuncie a la vida pol¨ªtica.
Su tenacidad, su capacidad de trabajo y su sentido pol¨ªtico le han permitido erigirse en una importante figura, nacional, cuando sus comienzos -n¨²mero 214 (entre 310 alunmos) de la promoci¨®n de 1974 de la -Academia de West Point- le auguraban una discreta carrera militar.
Posiblemente anuncie el volver¨¦ que hizo famoso el general Douglas McArthur, del que fue ayudante de campo en Corea.
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