Guti¨¦rrez Mellado
En la tarde del domingo, en la parada tarde del domingo, las ocho en punto, o sea, en todos los relojes, qu¨¦ minutos de paz, de solvencia, de disolvencia en lo general popular espa?ol nos dio Guti¨¦rrez Mellado, en el programa de M¨®nica Randall. Al fin, un hombre soluble en los hombres, un espa?ol soluble en los espa?oles, un espa?ol sentado sin c¨®lera, capaz de hablar, sin crispaci¨®n, de don Alfonso XIII, del 18 de julio, de la Rep¨²blica, de Franco, de la guerra, de la postguerra, de la transici¨®n, del rey Don Juan Carlos, del terrorismo, de sus amigos, de sus enemigos, del 23 / F, de "Espa?a / Espa?a / Espa?a", como ha dicho el Rey en Santiago.-Yo soy un hombre de uni¨®n.
Sus esl¨®ganes interiores los suelta como sin querer, sin ¨¦nfasis, al paso de la charla, porque son eso, interiores, convicciones largamente elaboradas, no exabruptos. Por fin un hombre soluble en su patria, en su profesi¨®n, en su cotidianidad, en su pueblo adoptivo, Villaviciosa de Od¨®n. Por fin un caballero sin caballo de Troya. Cuando M¨®nica (que le hab¨ªa dado a su presencia femenina la bella configuraci¨®n de la nada), le llam¨® "h¨¦roe nacional", el general torci¨® la cabeza sobre el hombro derecho, como evitando el ala cel¨¦rica y luminosa de la gloria. Cuando volvi¨® a la penumbra de la luz de los focos, estaba emocionado, abrumado bajo su inmensa frente de hombre de acci¨®n que se pasa mucho la acci¨®n por la cabeza:
-Yo no quer¨ªa ser ministro de cualquier cosa.
Lo dijo tambi¨¦n de refil¨®n, como de pasada, sin querer que nadie se sintiese aludido, estoy seguro, pero qu¨¦ gran lecci¨®n para los cazarrecompensas que ni siquiera tienen por qu¨¦ ser recompensados, y que pasan de Comercio a Industria y vuelta, de Justicia a Cultura y otra vez, de Cultura a Transportes y dale, lo que sea, en actitud de servir para todo y sin aptitudes para nada. No quer¨ªa ser ministro de cualquier cosa. Lo que quer¨ªa ser, dentro de su carrera, lo dijo claramente, sencillamente, porque la ausencia de claras ambiciones profesionales ser¨ªa tan monstruosa como lo es el omnivorismo de los pol¨ªticos. La Academia, la guerra, el pueblo, la clandestinidad, Madrid, la familia, la precaria y entra?able casa de Villaviciosa, todo un rostro sensible, sensitivo y nervioso, bajo esa cabeza en la que s¨ª "cabe el Estado" (y no en la del otro), rostro de espa?ol particular de bigote, inteligente y t¨ªmido, s¨®lo defendido por unos ojos que agranda la lucidez y en los que rafaguea, como un arma, la clarividencia. En la tarde del domingo, en la parada tarde del domingo, qu¨¦ paz dominical nos dio don Manuel Guti¨¦rrez Mellado. Al fin, un hombre soluble en los hombres, un espa?ol soluble en espa?oles, en la luz artillera y pac¨ªfica de julio que cae maduro, casi podrido de belleza. La Historia de Espa?a pasa por su conversaci¨®n tomando en ¨¦l la coherencia que -ay- no tiene en la cronolog¨ªa, pero s¨ª en su voz discreta de espa?ol que ha vivido, ha pensado y cuya vocaci¨®n militar le viene, seg¨²n dijo, de los libros. Es el Doncel de Sig¨¹enza ya un poco entrado. No fum¨® en la entrevista, quiz¨¢ por respeto a todos nosotros -c¨®mo nos respeta a los espa?oles este espa?ol sencillo y legendario, si ustedes supieran-, pero yo le he visto, le he mirado futnar frente a frente, algunas veces, y a partir de ah¨ª podr¨ªa montar toda una teor¨ªa del dandismo militar (que est¨¢ montada hace mucho, por otra parte) y en la que algunos inteligentes y reticentes no creen.
Un hombre que fuma as¨ª sabe conducir el humo. El humo de la guerra y el humo dormido y mironiano de la paz. L¨¢stima, mi general, que no fumase usted en la entrevista. En la tarde del domingo, en la retardada tarde del domingo: "Esto no es el 36 ni puede volver a serlo".
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