Un ex capit¨¢n nazi da instrucci¨®n paramilitar a j¨®venes que construyen una casa a sus ¨®rdenes
Una acampada presidida por banderas de unidades del Tercer Reich y comandada por el ex capit¨¢n nazi, nacionalizado espa?ol, Walter Matacci, est¨¢ siendo mantenida por cerca de dos decenas de j¨®venes que, a la vez que trabajan intensamente en la construcci¨®n de una mansi¨®n veraniega, reciben una formaci¨®n paramilitar y desfilan uniformados por las inmediaciones de la localidad lucense de Santiago de Reinante.
Walter Matacci es un antiguo capit¨¢n del Ej¨¦rcito del Tercer Reich que, tras la guerra, se refugi¨® en Madrid y, con el tiempo, lleg¨® a adquirir la nacionalidad espa?ola. y Matacci, que posee un puesto de ropa y s¨ªmbolos fascistas en el Rastro madrile?o, mantiene v¨ªnculos con las nuevas homadas de luchadores nacional-socialistas. Su atuendo consiste en un pantal¨®n corto de color gris, botas alpinas, camisa verde engalanada con una vistosa cruz de hierro y gorro salpicado de emblemas de parecido significado. El no le da importancia a esta parafemalia: "Si voy vestido as¨ª", dice Matacci, "es por mi vinculaci¨®n pasada al Ej¨¦rcito y porque tengo el derecho constitucional a vestir como me d¨¦ la gana".Hace meses, un amigo alem¨¢n de Walter, llamado Helmudt, tuvo el capricho de disponer de una casa de campo, un chal¨¦ de recreo, en las cercan¨ªas del pueblo de Barreiros (Lugo). Los materiales de construcci¨®n salen caros y la mano de obra est¨¢ por las nubes. De modo que nuestros hombres concibieron una soluci¨®n pr¨¢ctica que, am¨¦n de proporcionar sustanciales ventajas desde el punto de vista pecuniario, se inscrib¨ªa cabalmente en una l¨ªnea de combate por sus desprendidos ideales. Helmudt adquiri¨® unos trece mil metros cuadrados de terreno en las proximidades de la parroquia de Santiago de Reinante por el precio excepcional de trescientas mil pesetas y encarg¨® a su correligionario de la vertiente humana del proyecto.
Matacci, ya se dijo, no pierde ocasi¨®n de revivificar las escuadras de su milicia con savia joven. Parti¨® en procura de quince o veinte aguerridos mozalbetes ultras y les ofreci¨® unas vacaciones de recio estilo castrense. Los j¨®venes no se resisten al se?uelo de las convicciones robustas y del estilo de vida aguerrido, m¨¢xime si de este modo tienen ocasi¨®n de exhibir libremente sus uniformes paramilitares.
Las obras comenzaron a primeros de julio, y para el alojamiento de los chavales, Matacci provey¨® paternalmente unas cuantas tiendas alpinas que les resguardan de las inclemencias atmosf¨¦ricas.
Matacci y su amigo Helmudt no viven, por supuesto, tan en contacto con la naturaleza y, tal vez por falta de espacio bajo las tiendas, no tienen m¨¢s remedio que soportar la morbidez decadente de las camas mullidas y el agua corriente caliente de la fonda enclavada en el estanco de Proida, en Reinante.
Disciplina sin tregua
"Los hacen trabajar como bestias", dicen los aldeanos, ajenos al ascetismo de los chicos de Matacci, "mientras, ellos est¨¢n c¨®modamente instalados en sus habitaciones a cubierto". Los chicos han tenido ocasi¨®n de curtirse: "Uno se manc¨®", contin¨²an, "y otro se hizo un corte terrible mientras trabajaba en la obra".La vida en el campamento discurre con la paz y la cronometrada precisi¨®n de esperar. A las siete menos cuarto izan bandera y entonan himnos resonantes en posici¨®n de firmes y saludando a la romana, brazo en alto. Tras un frugal desayuno, los escuadristas se ponen manos a la obra y arrancan la maleza, acarrean materiales y superponen ladrillos. El trabajo es extenuante, y en los ratos de asueto dan algunas escapadas, prietas las filas, hasta las playas de Reinante. No hay tregua para los campeones del trabajo y la milicia. Llegados a la arena, antes de desprenderse de su atav¨ªo y lejos del relajo que invade a otros veraneantes convencionales, forman de dos en fondo y educan sus cuerpos en la disciplina geom¨¦trica de la marcha.
La vida abnegada del campamentista est¨¢ re?ida con las flaquezas de la carne, y a los muchachos les est¨¢ veda da la bebida y la frecuentaci¨®n de las tascas circundantes. No as¨ª para Hehnudt y Walter, que, por su experiencia, est¨¢n rebajados de estas prescripciones. Esto explica, sin duda, la frase escuchada por unos vecinos de Reinante de labios de Helmudt, mientras abandonaban el campamento dejando atr¨¢s a los chicos entreagados a sus esforzadas tareas: "Nosotros vamos a echar la siesta y a ¨¦stos d¨¦jalos que se pudran". Hace unos d¨ªas, pocos, alguien cometi¨® una indiscreci¨®n y la noticia salt¨® a la Prensa. Se dijo entonces que exist¨ªa un campamento nazi en Reinante y que estaba comandado por ex militares hitlerianos. El Gobierno Civil de Lugo tom¨® cartas en el asunto y varios funcionarios de polic¨ªa acudieron en visita de inspecci¨®n hasta que se cercioraron de que nada extra?o ocurr¨ªa. A ra¨ªz de aquella visita, algunos j¨®venes partieron, c¨®mo no, formados, y fueron despedidos con calor no exento de marcialidad por sus camaradas. A la orden de "?Rompan filas!", una docena de chicos tomaron asiento en el tren y contemplaron con piel de gallina la impecable figura formada por sus compa?eros mente uniformados.
La dotaci¨®n de la Guardia Civil del puesto de Barreiros no ve nada extra?o en todo esto: "Son simplemente unos chavales que desfilan por la playa con atuendo militar. No tiene importancia, porque cada uno puede andar como quiere", declara magn¨¢nimo el caba al mando de la casa cuartel.
Aunque en el Gobiemo Civil niegan haber transmitido cualquier advertencia y califican los hechos de "circunstancia completamente normal", los vecinos, de Reinante aseguran que, tras la visita de la patrulla policial, los acampados arriaron la bandera espa?ola. Desde entonces,s¨®lo un estandarte negro, rasgado por una especie de serpiente, ondea en los palos del campamento.
Los alba?iles uniformados de caqui y adomados por un amplio surtido de simbolog¨ªa fascista, prosiguen sus trabajos. La casa se levanta poco a poco y la bandera contin¨²a ondeando.
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