La prohibici¨®n del ¨¢cido b¨®rico como agente conservador de los crust¨¢ceos pone a los consumidores espa?oles a nivel europeo
El pasado 27 de diciembre, la Subsecretar¨ªa de Sanidad y Consumo restablec¨ªa, a propuesta de la Direcci¨®n General de Salud P¨²blica, la prohibici¨®n absoluta del empleo del ¨¢cido b¨®rico como agente conservador de los crust¨¢ceos. El acuerdo pon¨ªa fin a una larga lucha de todos los sectores implicados, que durante a?os hab¨ªan intentado convencer al sector pesquero de los peligros sanitarios que corr¨ªa la poblaci¨®n espa?ola con el uso de este aditivo, adem¨¢s de la dificultad que exist¨ªa para exportar mariscos a los pa¨ªses del Mercado Com¨²n, donde el uso del b¨®rico est¨¢ absolutamente prohibido desde 1977. A esta reivindicaci¨®n se hab¨ªan unido tanto los consumidores como los partidos pol¨ªticos, quienes hab¨ªan interpelado repetidas veces al Gobierno sobre el tema.
El ¨¢cido b¨®rico y algunos de sus derivados se han utilizado como conservadores en la alimentaci¨®n desde hace m¨¢s de cien a?os. Su acci¨®n impide las alteraciones qu¨ªmicas y biol¨®gicas, por lo que se ha empleado en productos como la leche, los huevos y la margarina, as¨ª como en productos c¨¢rnicos y de la pesca. En concreto, en el caso de los crust¨¢ceos, la acci¨®n del b¨®rico evita la melanosis u oscurecimiento de las cabezas y puede, utilizado en grandes dosis, conservar estos productos en estado de embalsamamiento durante meses. La aplicaci¨®n del aditivo por espolvoreado del producto da lugar a concentraciones locales elevadas y su eliminaci¨®n por lavado no es tan f¨¢cil como algunos sectores interesados han hecho creer.El sexto informe del Comit¨¦ Mixto, formado por la Organizaci¨®n para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO) y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS), elaborado por el equipo de expertos en aditivos alimentarios, atribu¨ªa al ¨¢cido b¨®rico una serie de efectos toxicol¨®gicos que se patentaban en: "Irritaci¨®n del intestino y de la piel e inhibici¨®n del crecimiento". Sin embargo, el principal problema que para estos expertos presentaba, tanto el ¨¢cido b¨®rico como las sustancias afines a ¨¦l, era su capacidad de acumulaci¨®n, siendo el sistema central nervioso uno de los lugares donde tend¨ªa a acumularse este aditivo en el hombre. Los expertos conclu¨ªan su informe diciendo que "habr¨ªa que considerar el ¨¢cido b¨®rico inadecuado para su uso como aditivo alimentario". Esto llev¨® a incluir el b¨®rico en la lista C(1) que contiene las sustancias que, sobre la base de su evidencia toxicol¨®gica, son consideradas como inseguras para su uso en alimentos.
Por su parte, la Comunidad Econ¨®mica Europea (CEE), en la Directiva del Consejo de 17 de diciembre de 1973 autorizaba el empleo de ¨¢cido b¨®rico en el caviar, siempre que no sobrepasase los 4 gramos por kilo. Sin embargo, cuatro a?os m¨¢s tarde, en 1977, este uso fue prohibido absolutamente en cualquier tipo de productos alimenticios.
Pero en nuestro pa¨ªs la historia ha sido muy diferente. En 1965 una orden de la Direcci¨®n General de Sanidad, entonces dependiente del Ministerio de Gobernaci¨®n, prohibi¨® el empleo del ¨¢cido b¨®rico como agente conservador de los crust¨¢ceos, tanto en las lonjas, como a bordo de los barcos y en los lugares de manipulaci¨®n de los productos de pesca.
Los intereses creados
La resoluci¨®n, que seg¨²n dec¨ªa la misma hab¨ªa sido demorada por motivos t¨¦cnicos y socio-econ¨®micos, justificaba la necesidad de esta prohibici¨®n, tanto por los condicionamientos sanitarios como por las implicaciones econ¨®micas que: de ella se derivaban, bas¨¢ndose en la libre exportaci¨®n de nuestros mariscos en aquellas ¨¢reas en las que el empleo de este conservador estaba prohibido.
Sin embargo, el primero de abril de ese mismo a?o, exactamente un mes despu¨¦s de la promulgaci¨®n de la citada resoluci¨®n, el Sindicato Nacional de la Pesca aduc¨ªa en un escrito los problemas sociales y econ¨®micos que planteaba a los armadores y a los pescadores la prohibici¨®n del uso de este aditivo, por lo que solicitaba la suspensi¨®n urgente de la medida. A estas razones accedi¨® el 15 de abril la Direcci¨®n General de Sanidad dejando en suspenso la medida hasta el 7 de julio del mismo a?o, fecha en que se recomendaba el uso de otro aditivo, el metabisulfito, como conservador. Al mismo tiempo se pon¨ªa en marcha una campa?a de represi¨®n, gracias a la cual se llegaron a inmovilizar productos de la pesca por valor de mil millones de pesetas. Pero, de forma incomprensible, por ¨®rdenes superiores se cancelaron las actuaciones de los inspectores.
Toda esta serie de confusas ¨®rdenes y contra¨®rdenes dio lugar a que se siguiera utilizando el b¨®rico como agente conservador, y as¨ª lo pusieron de manifiesto los funcionarios de la Subdirecci¨®n General de Higiene de los Alimentos, del Ministerio de Sanidad y Consumo, quienes en el mes de mayo de 1981 detectaron el uso del b¨®rico en crust¨¢ceos congelados. Este hecho pon¨ªa de manifiesto que el marisco no se congelaba en alta mar, inmediatamente despu¨¦s de ser pescado. Tambi¨¦n, posteriores investigaciones demostraron que en la cadena de mayoristas y minoristas el b¨®rico se segu¨ªa utilizando, incluso en pescado congelado que posteriormente se descongelaba para su venta. Esto hac¨ªa que las dosis m¨ªnimas permitidas de este aditivo (dos gramos por kilo) fueran alteradas en grandes proporciones. Por otro lado, los t¨¦cnicos de Sanidad eran conscientes del peligro que corr¨ªan los consumidores espa?oles acostumbrados a chupar las cabezas de los crust¨¢ceos, ya que la mayor concentraci¨®n del aditivo se da en esta zona del marisco, que es por donde empieza su descomposici¨®n. Esta pr¨¢ctica, que no se da en ning¨²n otro pa¨ªs de Europa donde nuestro marisco se vende ya descabezado, siempre ha sido, sin embargo, subvalorada por algunos altos cargos del Ministerio de Sanidad, quienes aduc¨ªan que, al fin y al cabo, el marisco no era un producto de consumo diario.
Todas estas razones, y la imposibilidad de reprimir la presencia del b¨®rico, unidas a las presiones de parar la flota pesquera que en su d¨ªa hicieron los armadores, y de las que se hizo eco el Ministerio de Agricultura y Pesca, llevaron al anterior Gobierno a tomar una medida ins¨®lita: levantar la prohibici¨®n, aprobada en 1965, y permitir desde el pasado 27 de abril de 1981 el uso del ¨¢cido b¨®rico como agente conservador. A partir de ese momento los t¨¦cnicos del Ministerio de Sanidad y Consumo comenzaron una campa?a abierta para volver a conseguir la prohibici¨®n de este conservante, que se centro en una serie de investigaciones para buscar un sustitutivo del b¨®rico. Contando con la colaboraci¨®n de los armadores se flet¨® en el mes de noviembre de 1981 un buque -el Freijeiro- que durante diez d¨ªas trat¨® varias partidas de gambas con distintos aditivos autorizados. Los experimentos demostraron que los crust¨¢ceos, tratados con otros aditivos pod¨ªan tener una durabilidad cercana a los veinte d¨ªas de duraci¨®n. El ¨¦xito de la prueba es lo que ha llevado a la Direcci¨®n General de Salud P¨²blica a reconsiderar la actuaci¨®n del anterior Gobierno y a restablecer la prohibici¨®n absoluta del ¨¢cido b¨®rico como agente conservador.
Pero ha habido otros elementos que durante estos a?os han estado luchando por conseguir esta resoluci¨®n. Por un las organizaciones de consumidores que desde sus medios de comunicaci¨®n y desde sus denuncias -un ejemplo a recordar es la campa?a lanzada en el Pa¨ªs Vasco por la cooperativa de consumo Eroski- han aseteado a los responsables de Sanidad para que tomaran una decisi¨®n condenatoria del b¨®rico. Y por otro, los partidos pol¨ªticos quienes han llevado su batalla a trav¨¦s de preguntas parlamentarias, como es el caso del Partido Nacionalista Vasco y del Partido Socialista Obrero Espa?ol que present¨®, a trav¨¦s del diputado Ciriaco de Vicente dos preguntas consecutivas.
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