La mayor¨ªa aritm¨¦tica de Pujol
EL PRESIDENTE Pujol ha replicado, en una extensa entrevista concedida a El Correo Catal¨¢n, a la cascada de cr¨ªticas que contra su gesti¨®n al frente de la Generalitat se ha venido produciendo en las ¨²ltimas semanas. El argumento repetido por el presidente es el de que las elecciones auton¨®micas de 1980 las gan¨® la coalici¨®n CiU y hasta la pr¨®xima contienda electoral catalana de 1984 no puede haber quien le tosa, a salvo, como no sin iron¨ªa -especialmente dedicada al PSC- reconoce, de los habituales procedimientos parlamentarios: a saber, una moci¨®n de censura que le obligara a dimitir.Desde un punto de vista aritm¨¦tico nadie sabr¨ªa encontrar cabos sueltos en la argumentaci¨®n del presidente Pujol. Mientras dos y dos sean cuatro, y los esca?os de partidos que han pasado a mejor vida en las pasadas elecciones legislativas cuenten lo mismo que los de los que ganaron espacio pol¨ªtico en esa misma confrontaci¨®n y Pujo? se las ingenie para encontrar su apoyo activo o pasivo cuando lo precise, habr¨¢ mayor¨ªa proconvergente en el Parlamento de Catalu?a, siquiera resulte una mayor¨ªa visiblemente precaria.
Conviene saber cu¨¢l es la situaci¨®n de Pujol. Para mantenerse en la C¨¢mara catalana precisa, adem¨¢s de los votos de su propio partido y de los de Esquerra Republicana, la aportaci¨®n centrista, hoy dividida en dos versiones: la tradicional, abanderada por el persistente Ca?ellas, y la revisionista, de Su¨¢rez. Estos dos partidos centristas han sido barridos por el electorado catal¨¢n en los comicios de octubre de una manera tan expl¨ªcita que suponer que en una contienda por los votos de la autonom¨ªa tuvieran algo que decir ser¨ªa puro ilusionismo. Pujol puede, por eso, sostenerse en el Parlament hasta 1984 obteniendo el apoyo desde fuera de esos partidos fantasmas o, para evitar cualquier riesgo, dar entrada a una o ambas formaciones pol¨ªticas en el Consell con el fin de garantizar ese sost¨¦n. Pero lo que no puede es ignorar que esa mayor¨ªa ya no representa al electorado catal¨¢n y responde s¨®lo a un ilusionismo del pasado.
Mientras tanto, la t¨¢ctica de los socialistas catalanes, despu¨¦s de haber repetido durante un tiempo que quer¨ªan entrar en el Gobierno de la Generalitat con un programa concertado con CiU, parece preferir ahora la espera de quien va agotando al rival en el. cuadril¨¢tero aplic¨¢ndole un golpe tras otro. El comportamiento parlamentario del PSC no implica la presentaci¨®n de programas alternativos de gobierno, lo que llevar¨ªa naturalmente a una moci¨®n de censura. Muy diferentemente, los socialistas catalanes act¨²an bajo la pretensi¨®n aparente de llevar a un Pujol agotado y contra las cuerdas hasta la cita electoral de 1984 para rematarlo entonces.
Hay una cierta simetr¨ªa en el apocamiento de Gobierno y oposici¨®n catalanes en unos momentos en que el pa¨ªs estar¨ªa necesitado de todo lo contrario. En la Generalitat priva el esp¨ªritu de autorreclusi¨®n, de encierro entre cuatro paredes parlamentarias que no pueden significativamente aprisionar ni expresar a Catalu?a, y en la oposici¨®n socialista el de autocontenci¨®n, que les obliga a acantonarse claramente por debajo de las expectativas del llamamiento para el cambio.
La t¨ªmida reacci¨®n del PSC frente, al esc¨¢ndalo de llanca Catalana, en el que de un modo u otro es imposible no ver implicado al presidente Pujol, es todo un paradigma. El asunto de Banca Catalana m¨¢s se tarda en abordar en sus ramificaciones pol¨ªticas, m¨¢s amenaza con salpicar no s¨®lo al que fue su fundador y principal accionista, sino a la muy respetable obra pol¨ªtica que ha sabido construir. Ahora sabemos que la mala gesti¨®n de Banca Catalana sirvi¨® para que Pujol fuera mirado con la conmiseraci¨®n de un reh¨¦n por parte de los poderes econ¨®micos del Gobierno central. Parece, por eso, demasiado suponer que Catalu?a merece un Gobierno as¨ª, a base de mayor¨ªas aritm¨¦ticas, hasta 1984.
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