El juicio por el secuestro de Quini empieza hoy, con petici¨®n de 21 a?os a cada acusado
Los secuestradores del futbolista Enrique Castro, Quini, se sentar¨¢n hoy en el banquillo de los acusados de la secci¨®n primera de la Audiencia Provincial de Barcelona. El ministerio fiscal solicita para cada uno de los tres principales encartados la pena de veinti¨²n a?os de prisi¨®n, mientras que la acusaci¨®n particular, ostentada por el letrado Octavio P¨¦rez Vitoria, reclama veintitr¨¦s a?os de c¨¢rcel y una indemnizaci¨®n de 35 millones de pesetas. Los abogados defensores, Eugenia Olivar, Federico Valenciano, Emilio Zegr¨ª y Joan Castell¨®, piden un total de trece a?os de c¨¢rcel.
Cuando esta ma?ana los cuatro encartados por el secuestro del futbolista Quini sean conducidos hasta la secci¨®n primera de lo penal de la Audiencia de Barcelona para ser juzgados, quiz¨¢ nadie recuerde a esa legi¨®n de falsos secuestradores del futbolista, que telef¨®nicamente se responsabilizaron de la acci¨®n y que incluso llegaron a precisar un rescate que jam¨¢s cobrar¨ªan.Entre esta legi¨®n de falsos secuestradores destaca el caso de Jos¨¦ Coma Pijoan. Apostado desde un tel¨¦fono, situado frente a una de las entradas del puerto barcelon¨¦s, Jos¨¦ Coma se puso en contacto con el ex jugador barcelonista Josep Fust¨¦. Las negociaciones se prolongaron durante tres d¨ªas y finalizaron una buena ma?ana, cuando el falso secuestrador fue detenido en su habitaci¨®n de la pensi¨®n Tere. Se averigu¨® entonces que el detenido ten¨ªa una orden de b¨²squeda y captura por una pelota de talones falsos que hab¨ªa intentado cobrar en un banco andorrano. Descubri¨® tambi¨¦n la polic¨ªa una pat¨¦tica historia protagonizada por ese aprendiz de camarero que intent¨® montar un establecimiento, se vio enredado por una mujer y, que en el colmo de la desesperaci¨®n, no vio otra salida que la de hacerse pasar por secuestrador de Quini. Jos¨¦ Coma Pijoan, camarero de una boite en L¨¦rida, conserva hoy un recuerdo muy borroso de todo aquello.
Tambi¨¦n es posible que Mari Nieves, la esposa del futbolista Quini, se haya olvidado de esas veintiuna conversaciones telef¨®nicas que mantuvo con los secuestradores entre el 2 y el 24 de marzo. Quiz¨¢ Mari Nieves no recuerd¨¦.ya aquella conversaci¨®n del 3 de marzo, a las ocho de la noche, cuando una voz an¨®nima le aseguraba una y otra vez que su marido se encontraba perfectamente.
Preguntaba ella:
-Pero entonces, ?c¨®mo se yo que est¨¢ bien?.
-Se lo digo yo. Si no me cree, le enviar¨¦ una prueba de ello. Puede que sea un dedo. ?Qu¨¦ le parece?.
-?Que sea...?.
-Un dedo. Un dedo de un pie. ?Me creer¨ªa entonces?.
Quiz¨¢ tambi¨¦n Jos¨¦ Ram¨®n Alexanco, compa?ero de equipo del secuestrado, lo haya olvidado casi todo. Como aquella conversaci¨®n telef¨®nica que mantuvo con los secuestradores el 23 de marzo de 1981, a las doce del mediod¨ªa, cuando faltaban pocas horas para que se resolviera el caso.
-Quini est¨¢ algo nervioso porque desde hace dos semanas cree que le vamos a poner en libertad... Aseguraba uno de los secuestradores.
-Bueno, no te pido sino que te exijo que a la transferencia, queremos ver a Quini, contestaba Alexanco.
-Nosotros para qu¨¦ le queremos, ?qu¨¦ quiere que hagamos con ¨¦l?. Nos est¨¢ costando un dineral tener a ese hombre ah¨ª parado.
Dif¨ªcilmente se recordar¨¢n estos min¨²sculos detalles en el juicio oral de ma?ana. La sesi¨®n apenas durar¨¢ un d¨ªa y en la vista comparecer¨¢n como ¨²nicos testigos el jugador secuestrado y el responsable del departamento de relaciones p¨²blicas del Club. Nadie m¨¢s.
Hoy, sobre todo, lo que se discutir¨¢ en el juicio oral es el estado de obcecaci¨®n en que se encontraban esos tres parados, que un buen d¨ªa se liaron la manta a la cabeza y decidieron secuestrar a un futbolista. Los abogados defensores piensan llevar hasta la sala los resultados de una encuesta realizada entre 888 m¨¦dicos, en la que se demostr¨® que el 93% de los parados sufren transtornos de conducta y que el 43% padecen estados depresivos y neurosis. La encuesta, que fue realizada en 1982, les vendr¨¢ como anillo al dedo a los defensores.
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