El director, Richard Attenborough y el actor Kingsley, unidos en la obsesi¨®n por Gandhi
Han venido, los dos, para hablar de su pel¨ªcula Gandhi, que va a estrenarse en nuestro pa¨ªs a primeros de marzo. Ellos son: el director, Richard Attenhorough, y el int¨¦rprete del famoso ap¨®stol de la no violencia, Ben Kingsley. Y los dos aportan algo que resulta dif¨ªcil hallar en nuestros d¨ªas: la pasi¨®n, el amor a un oficio. Emociones que han dado como fruto un filme de tres horas amorosamente trazado en torno a alguien que ten¨ªa algo en com¨²n con ellos: la obsesi¨®n.
Richard Attenborough es un ingl¨¦s at¨ªpico cuyos padres fueron de los primeros en incorporarse a las filas del partido laborista. Era el suyo un hogar de radicales en el que, durante nuestra guerra, se concedi¨® asilo a no pocos refugiados vascos. Cuando el joven Attenboroug dej¨® el ej¨¦rcito, en el 45, en su casa no se hablaba de otra cosa que de Gandhi, ese hombre fr¨¢gil, despojado de todo excepto de s¨ª mismo, que amenazaba con darle remate al Imperio con la sola fuerza de su voluntad. Ben Kingsley es el nieto de un mercader indio que a principios de siglo se estableci¨® en Africa Oriental, e hijo de un estudiante de medicina que un buen d¨ªa recal¨® en Inglaterra: "De mis antepasados he heredado tan s¨®lo el esp¨ªritu viajero". Pero ni rastro de idiosincrasia india en su comportamiento.
La sorpresa
India se cruz¨® en sus vidas, sin embargo. Y, como cuentan aquellos que han viajado a la miseria y el fatalismo de Delhi o de Calcutta , ya nada, despu¨¦s de esta experiencia, volver¨¢ a ser lo mismo: Attenborough confiesa, sin rubor, que su agnosticismo se ha diluido despu¨¦s de esos meses en India, y Ben Kingsley tiene una carita de m¨ªstico que presagia similares resultados.Ha nacido tambi¨¦n, entre los dos, una singular amistad, un ca?amazo de claves que s¨®lo ellos entienden. "Richard me suele presentar como su hijo, pero la verdad es que a veces lo soy y a veces parezco su padre, o su hermano mayor"., dice el actor.
"Nunca me interes¨® India", confiesa el realizador, "pero en el 62 tuve acceso a la biograf¨ªa de Gandhi escrita por Louis Fischer, descubriendo, ante mi sorpresa, a un hombre distinto al anciano escu¨¢lido que recorr¨ªa los caminos apoy¨¢ndose en un cayado".
El Gandhi que descubri¨®, un joven abogado ambicioso, britanizado, le ech¨® el anzuelo de la complejidad del personaje. Y, desde entonces, empez¨® a luchar por hacer una pel¨ªcula. Una obsesi¨®n, como la halterofilia o coleccionar sellos.
Mucho m¨¢s tarde, Attenborough y Kingsley, que hab¨ªan tenido un breve e inofensivo encuentro, iban a contraer el compromiso m¨¢s importante de sus vidas: hacer Gandhi, pel¨ªcula que ha conseguido once selecciones para los pr¨®ximos oscars. Y ahora parecen unidos para la eternidad. Dice el director: "En India decid¨ª, despu¨¦s de lo que hab¨ªa visto, que lo que me quede de vida no lo voy a desperdiciar". Y no lo malgasta: bisque de langosta y cap¨®n a las uvas para almorzar, equilibrado con un severo vaso de agua para prevenir la amenazante arterioesclerosis que le convierte en sonrosado querub¨ªn.
Los 'extras'
Attenborough habla, sobre todo, de la facilidad para contratar extras que ofrece un pa¨ªs tercermundista como India. Se suceden las an¨¦cdotas, las carcajadas de este ingl¨¦s vitalista como un personaje de Graham Greene perdido en tierra extra?a. "Era tan dif¨ªcil rodar un plano en que estuviera el protagonista a solas.... La gente ignora que, fuera del cuadro de la pantalla, cientos de polic¨ªas trataban de contener a la muchedumbre que invade las calles".Y habla tambi¨¦n de la secuencia del funeral, que rodaron en una sola ma?ana, despu¨¦s de ensayos indecibles realizados en un aer¨®dromo en desuso.
Van a estar, los dos, promoviendo la pel¨ªcula hasta mayo. Y no saben, de verdad no saben a¨²n, qu¨¦ hacer luego, el uno sin el otro.
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