El toro de Anto?ete
Sacó al sol su hermosura el primer toro y la plaza comprobó que de catadura era bueno. "?Anda que si le toca a Anto?ete ... !", corría la voz.Siempre que planta su pezu?a en la arena un toro de embestida suave y noble, la gente echa de menos a Anto?ete. De repente, alguien advirtió: "?Pero si le toca a Anto?ete!". Y Anto?ete le conducía con el percal, y el buen toro, de trapío, cornalón, lo seguía a los vuelos. Un toro que embiste tan largo, tan humillado, tan fijo, promete el Nirvana. La gente se frotaba las manos, gozosa: "Verás ahora, Anto?ete con ese toro".
Lo vio. La faena fue buena, de corte clásico, abundante en aromas, salpicada de detalles. No perfecta, desde luego, ni nadie lo pretendía pues, ?Anto?ete es Dios?. Aunque la afición lo tiene en los altares, reconoce que Dios no es, por el síntoma de que los a?os no le pasan en balde. Es decir que, a veces (sólo a veces), tenía que ligar y no ligaba, sino que cortaba la tanda y ponía arena por medio; a veces (sólo a veces) tenía que rematar con el de pecho, y se iba por la cara, con un disimulado abaniqueo. De cualquier forma, hubo naturales hondos, instrumentados con empaque; ayudados arqueando la pierna, de la que tiene la afición de Madrid erigido monumento, y desplantes de inimitable estampa. En fin, es lo que habíamos ido a ver, y es lo que se vio.
Plaza de Las Ventas, 17 de julio
Cinco toros de José Luis Osborne, bien presentados, flojos. Sexto, sobrero de Louro, cinque?o, manso, con sentido; sustituía a uno de García Romero y éste a dos de Osborne, todos inválidos. Anto?ete. Media trasera caída (ovación y también pitos cuando saluda). Bajonazo (bronca). Angel Teruel. Bajonazo (división cuando saluda). Pinchazo, estocada atravesada y descabello. (Silencio). Ni?o de la Capea. Bajonazo (silencio). Pinchazo hondo y descabello (palmas).
Ya no volvió a salir el toro de Anto?ete. Ni aún al final, con la sucesión de sobreros inválidos, ninguno de los cuales valía, hasta que apareció el bueno -cinque?o, armado, serio, luso- que, paradójicamente, resultó el peor de todos. Tenía sentido, intenciones de busca y captura por ambas astas. El Ni?o de la Capea lo ali?ó, con la complacencia del respetable. También ali?ó al tercero, que era un marmolillo.
Blandeaban los toros de Osborne y los picadores estaban más comedidos que en otras ocasiones. Uno, incluso, se permitió el lujo de no picar trasero, por lo cual va a pasar al Cossio. Los individuos del castore?o pegaban el puyazo y consultaban al maestro: .?Cómo lo quiere el se?orito?. ?Para estofado, para cocido, para filetes?. ?Lo quiere para salchichas o para chistorra?". El se?orito, que no se fiaba, solía dar la callada por respuesta.
En semejantes condiciones de invalidez, le salió otro toro a ?ngel Teruel -el quinto- y si le dio cuatro pases, cuatro veces se le cayó, cuan largo era. El anterior de su lote, en cambio, tenía nobleza y una embestida capaz, que anuló, por el astuto procedimiento de ahogársela. El diestro se acercaba con sigilo hasta los pitones, y allí invocaba al oráculo con la fórmula ritual: "?Jé, toro!". Pero el toro sólo veía un bulto pegajoso encima de los ojos y temía dar un paso, no le fuera a ocurrir algo malo.
En cambio el cuarto, colorao, proporcionado de tipo, guapo de cara, interesante de hechuras -?calla, corazón.- sí embestía, lo cual no fue del gusto de Anto?ete, pues -?diantre!- no era su toro. Lo supo en cuanto el colorao tronco le pegó dos violentas arrancadas. Había arqueado la pierna Anto?ete, produciendo la habitual admiración en los tendidos, pero arqueada se le quedó, como de un aire.
Le abroncó la gente, por lo que atribuía a inhibición dolosa, mas lo hacía con cari?o. Comentaba que ya le saldrá su toro; que el toro de Anto?ete era el primero y uno que se lidió en Bilbao en la canícula del 73; que con esa cuadrilla que lleva, a cualquiera se le quita la moral; que... Anto?ete tiene cuerda para a?os. Madrid se la da, y hace muy bien.
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