Tropicana: hielo abrasador y fuego helado
El nombre, el son, el color de la piel, todo sabe a Caribe. Noches largas con calor h¨²medo, ba?os entre las palmeras a la luz morbosa de la luna, y combinados con ron entre evocaciones que son a¨²n m¨¢s literatura.Tropicana sugiere, de inmediato, textos de Hemingway, p¨¢ginas con tigres de Cabrera Infante, alguna met¨¢fora de Severo Sarduy... Porque Tropicana fue el m¨¢s famoso cabar¨¦ espect¨¢culo de la antigua y trepidante nocturnidad habanera.
Y lo que vemos en el teatro Alcal¨¢ Palace de Madrid era exactamente (y de ah¨ª mi comienzo, llam¨¦mosle nost¨¢lgico) como si alguien hubiera detenido m¨¢s de hora y media la moviola en la que transcurre y se desvanece el tiempo.
Pero lo primero es lo primero. Tropicana es una exhibici¨®n, en l¨ªneas generales, perfecta. Las chicas del conjunto son guapas y de excelentes cuerpos, la presentaci¨®n da su parte (plumas, cabrilleos, lam¨¦) al necesario lujo, la alta y estilizada primera vedette, mulata, elegant¨ªsima, habr¨¢ fascinado a m¨¢s de uno.
Tropicana
Espect¨¢culo de cabar¨¦ cubano. Direcci¨®n: Joaqu¨ªn M. Condal.Teatro Alcal¨¢ Palace, Madrid.
Y sobre todo y ante todo, el ritmo. Chicas y bailarines hacen vibrar, cimbreante, sugeridoramente, todo su cuerpo. Y tambores, bong¨®s, repiques y maracas (adem¨¢s de una buena orquesta) virtualmente arrastran el caliente, m¨¢gico, santero son caribe?o entre la vibraci¨®n de sus labios y de sus manos morenas.
Se cantan -bien que quiz¨¢ ¨¦sa sea la parte m¨¢s d¨¦bil- del espect¨¢culo- boleros, rumbas, cha-cha-chas... Lo que todos esperamos y hemos o¨ªdo: desde el c¨¦lebre (y ya novelesco) De d¨®nde son los cantantes, hasta aquel Por qu¨¦ no me ense?aste c¨®mo se vive sin ti, melanc¨®lico y apasionado como una cena ¨ªntima a la luz de un quinqu¨¦.
Lo mejor de la noche
Pero yo dir¨ªa (y Javier Mar¨ªas, que estaba conmigo, se mostr¨® de acuerdo) que lo mejor de la noche -aparte del espl¨¦ndido conjunto femenino- fueron los ritmos y bailes afrocubanos. El n¨²mero de los tres danzarines entreverados de serpiente est¨¢ en la l¨ªnea del Sensemay¨¢ de Guill¨¦n (Nicol¨¢s) y de esas creaciones verbales que semejan oscilar entre el vud¨² y la vanguardia.Javier me hab¨ªa contado que ten¨ªa una abuela cubana, por lo que pareci¨® coherente o¨ªrle exclamar (en los mejores momentos del c¨¢lido ritmo): "Realmente, yo esto lo llevo en la sangre". No era dif¨ªcil llevarlo todos en la sangre: endiablado ritmo, calent¨®n, sugestivo, palmeral, opulento, continuo, inmensamente dif¨ªcil y tan f¨¢cil parece...
Pero Tropicana est¨¢ hecho (o deber¨ªa) para verse en un cabar¨¦, no en un teatro. Entre el necesario juego de miradas y ondas, con mojitos o daiquiris en la mesa, e incluso con la posibilidad natural de que alguna d¨¦ aquellas bellezas sulamitas; venga a sentarse despu¨¦s con nosotros. Y eso -el calor del cabar¨¦ vivo- es lo que se echaba en falta.
Matar el aura de arqueolog¨ªa, de impecable obra detenida en el tiempo, y hacer que el espect¨¢culo cabaretero, igual que existi¨® y fue m¨¢gico, hoy nuevamente, verdaderamente, exista. Pero embri¨¢guense de ese ritmo, amigos, sustituto hechicero del ron negro, y paseen la mirada por esos cuerpos -merece la pena- que quieren proclamar (como en todo music-hall y toda revista) que la vida alguna vez, aunque rauda, ha sido o ser¨¢ enguirnaldada y buena.
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