Teor¨ªa del Pa¨ªs Vasco
Las tesis que siguen constituyen una teor¨ªa del Pa¨ªs Vasco, esto es, una interpretaci¨®n de su realidad hist¨®rica y cultural, y que se refieren casi exclusivamente a lo que es el Pa¨ªs Vasco contempor¨¢neo. Para entender ¨¦ste no es necesario remontarse muy lejos en la historia vasca: basta estudiar los cambios que se produjeron desde el final de la tercera guerra carlista (1876) y a ra¨ªz del comienzo de la espectacular y acelerad¨ªsima industrializaci¨®n de Vizcaya.Conviene decir antes que nada que el Pa¨ªs Vasco no tiene una esencia permanente y que vasco es lo que le ha pasado al Pa¨ªs Vasco y lo que ha pasado en el Pa¨ªs Vasco. Y conviene recordar que los territorios vascos no constituyeron jam¨¢s una entidad pol¨ªtica independiente, y ni siquiera una unidad administrativa; que bascularon irreversiblemente hacia Castilla desde el siglo XII y que su integraci¨®n en Espa?a no fue verdaderamente conflictiva hasta al siglo XX. Los vascos tuvieron, por lo menos desde el siglo XVIII, una fuerte conciencia de identidad diferenciada y propia (basada en la lengua y en los fueros); pero la formulaci¨®n de la idea de nacionalidad -por Sabino Arana a fines del siglo XIX- fue comparativamente tard¨ªa.
Pero de todo ello no se sigue ninguna conclusi¨®n pol¨ªtica incontrovertible. Por eso que haya que afirmar que el hecho capital de la historia contempor¨¢nea del Pa¨ªs Vasco es el proceso de modernizaci¨®n e industrializaci¨®n iniciado en Vizcaya en el ¨²ltimo tercio del siglo XIX y extendido m¨¢s tarde a Guip¨²zcoa. Tal proceso cambi¨® radical y sustancialmente las estructuras tradicionales del Pa¨ªs Vasco (salvo en ?lava, y en ¨¦sta, tambi¨¦n a partir de 1960). Lo que importa es que, como consecuencia, desde el ¨²ltimo tercio del siglo XIX, el Pa¨ªs Vasco empez¨® a dejar de ser una comunidad rural y org¨¢nica basada en v¨ªnculos de parentesco, lengua y etnicidad, y acab¨® por transformarse en una sociedad moderna, basada en la econom¨ªa de mercado, en los intereses de clase y grupo y en la competencia individual; el Pa¨ªs Vasco se convirti¨® en una sociedad industrial de masas.
El nacionalismo vasco fue una consecuencia de ese proceso (aunque no fue, desde luego, la ¨²nica consecuencia): el nacionalismo fue la expresi¨®n de la crisis de identidad de una parte de la comunidad vasca ante la desintegraci¨®n del orden tradicional por impacto de la industrializaci¨®n, del desarrollo y de sus consecuencias sociales y demogr¨¢ficas. Pero no es menos cierto -y se trata de otro punto a retener- que la idea de una nacionalidad vasca no fue aceptada un¨¢nimemente (ni mucho menos) por la sociedad vasca. Lejos de ello, un siglo despu¨¦s de la aparici¨®n del nacionalismo, el Pa¨ªs Vasco sigue sin tener una conciencia homog¨¦nea de nacionalidad. Para entender lo que all¨ª ocurre es preciso reconocer que el Pa¨ªs Vasco es una sociedad radicalmente escindida en torno a la misma idea (cultural, pol¨ªtica y hasta geogr¨¢fica) de la naci¨®nalidad.
Dicho de otra forma: a ra¨ªz de su configuraci¨®n como una sociedad moderna, de masas, idustrial y altamente urbanizada, el Pa¨ªs Vasco se define por su pluralismo cultural y pol¨ªtico. La identidad del Pa¨ªs Vasco contempor¨¢neo es una indentidad din¨¢mica -en permanente evoluci¨®n- y plural -que encierra m¨¢s de una realidad-. El Pa¨ªs Vasco es, por tanto, una sociedad plural, no una comunidad integrada por un pueblo homog¨¦neo y ¨¦tnicamente diferenciado. Al contrario: el pluralismo vasco se traduce en la existencia de una diversidad amplia de grupos sociales y culturales, no fundidos en una cultura unitaria (pluralismo que, en torno a ciertos puntos, como la cuesti¨®n de la nacionalidad, y en determinados momentos de m¨¢xima tensi¨®n, tiende a concretarse en divisi¨®n en dos comunidades; pero de perfiles y fronteras, en todo caso, munca f¨¢ciles de indentificar).
De manera que el Pa¨ªs Vasco contempor¨¢neo carece de una identidad o ¨²nicamentre euskald¨²n o ¨²nicamente espa?ola. Por eso que quepa hablar de dos errores b¨¢sicos en su interpretaci¨®n. El error Arana consiste en la reducci¨®n de lo vasco a lo estrictamente etno-euskald¨²n. El error Unamuno -por definirlo con el nombre m¨¢s distinguido del vasco-espa?olismo- no es sino la tesis que ve en los vascos y en lo vasco un elemento sustancialmente constitutivo de lo espa?ol. Ambas tesis son insuficientes. Las tesis aranistas ignoran las dimensiones no ¨¦tnicas de la cultura y la historia vascas; las tesisunamunianas minimizan la singularidad cultural y ling¨¹¨ªstica del hecho vasco.
De acuerdo con la interpretaci¨®n aqu¨ª propuesta, es obvio que cultura vasca es mucho m¨¢s que la herencia ¨¦tnico-folkl¨®rica del pueblo vasco: es el sistema de las ideas, experiencias y realizaciones est¨¦ticas, literarias, intelectuales y cient¨ªficas de los vascos, con independencia de su relaci¨®n -o falta de ella- con la subcultura euskald¨²n. Cultura vasca es la expresi¨®n de las distintas subculturas que coexisten en el Pa¨ªs Vasco. As¨ª, el dualismo ling¨¹¨ªstico ha caracterizado de siempre a esa cultura; euskera y castellano han sido cauces paralelos en la tarea de dar a la cultura vasca sus formas de expresi¨®n y pensamiento.
Y lo mismo pol¨ªticamente. La aparici¨®n de ideolog¨ªas de masas (socialismo, nacionalismo) rompi¨® el dualismo liberalismo/carlismo en que se concret¨® la pol¨ªtica vasca a lo largo del siglo XIX. En el primer tercio del siglo XX, el sistema pol¨ªtico vasco evolucion¨® hacia su triangulaci¨®n -imperfecta- en nacionalismo, espa?olismo y socialismo. Tales opciones eran la expresi¨®n pol¨ªtica -emocional y te¨®rica- de realidades culturales y sociedades hondamente arraigadas en la sociedad vasca y, como tales, lla- asa a la p¨¢gina 10 Viene de la p¨¢gina 9 madas a perdurar mucho tiempo, aunque sujetas a cambio y evoluci¨®n, y sin que ello excluya ni la aparici¨®n de nuevas culturas pol¨ªticas ni la formulaci¨®n de nuevas s¨ªntesis que quieran superar posiciones antes encontradas (caso de la izquierda abertzale). Pero, en cualquier caso, hay algo que conviene proclamar en¨¦rgicamente: pol¨ªticamente, ser nacionalista es s¨®lo una forma de ser vasco; ser no nacionalista (o no ser nacionalista) han sido y son, igualmente, formas sustanciales de ser vasco.
De todo lo dicho se derivan conclusiones que parecen importantes. En una sociedad de la naturaleza y estructuras descritas, la imposici¨®n unilateral de una cultura unitaria (bien euskald¨²n, bien castellana) violentar¨ªa la identidad del Pa¨ªs Vasco contempor¨¢neo; el pluralismo exige la coexistencia arm¨®nica de sus distintos grupos culturales y ¨¦tnicos. Y, si es cierto que la pluralidad de valores, ideas y opiniones es el fundamento de toda sociedad libre, podr¨¢ hablarse de un Pa¨ªs Vasco verdaderamente libre s¨®lo si se construye sobre la base de esa su radical pluralidad. A¨²n m¨¢s: pluralismo cultural y democracia pol¨ªtica son consustanciales. Por eso, en tanto que no desaparezca su actual vertebraci¨®n plural, la democracia ser¨¢ la forma natural de organizaci¨®n pol¨ªtica del Pa¨ªs Vasco. Y tanto m¨¢s as¨ª cuanto que la sociedad vasca es una sociedad hondamente democr¨¢tica en tanto que sociedad que ha hecho de la ¨¦tica del trabajo y de la laboriosidad valores sociales de primer rango (con excepci¨®n de algunos enclaves olig¨¢rquicos y endog¨¢micos, el Pa¨ªs Vasco ha exhibido a lo largo del siglo XX altos grados de movilidad e igualitarismo sociales, cuyos efectos -pese a ciertas im¨¢genes t¨®picas e injustas- se han extendido tambi¨¦n a los inmigrantes).
En suma, afirmar o negar, definir la nacionalidad vasca ha sido y es el gran desaf¨ªo intelectual de la historia contempor¨¢nea del Pa¨ªs Vasco. Pero no hay que olvidar que, como dijera Saint-Just, "hay algo terrible en la idea de patria": la exaltaci¨®n emocional y exclusivista. de tal idea es la tentaci¨®n de todo nacionalismo (y lo es tambi¨¦n del vasco). El nacionalismo es un fen¨®meno hist¨®rico contradictorio y ambiguo: liberador y progresivo muchas veces, pero reaccionario y opresor otras muchas. Desde una ¨®ptica democr¨¢tica, una naci¨®n, o una nacionalidad, s¨®lo se puede construir asumiendo los valores esenciales a toda ¨¦tica progresiva: derechos individuales, pluralidad cultural e ideol¨®gica, libertades fundamentales. Y es que, como ya advirti¨® La Bruy¨¨re en sus Caracteres (1688), "no hay patria en el despotismo".
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