Alvin Kraenzlein, m¨¢s haza?as que medallas

Alvin Kraenzlein era un atleta norteamericano y con cabellera, pero su gesta fue comparada con una buena exhibici¨®n circense. Par¨ªs no contagi¨® la exaltaci¨®n modernista de 1900 a los II Juegos Ol¨ªmpicos de la era moderna. Era el a?o de una nueva exposici¨®n universal, en plena euforia econ¨®mica de una capital que hab¨ªa superado los 2,5 millones de habitantes. Despu¨¦s del ¨¦xito que tuvo la torre Eiffel en 1879, Par¨ªs sorprendi¨® en 1900 con el metro y su dise?o vanguardista, a¨²n bajo los efectos de la fiebre del hierro. Y en esas circunstancias, el bar¨®n de Coubertin pens¨® que era escenario ideal para compartirlo con unos Juegos Ol¨ªmpicos. Pero resultaron, casi con toda seguridad, el mayor fracaso de la historia, oscurecidos bajo la despreciativa denominaci¨®n de "pruebas de ejercicios f¨ªsicos y concursos deportivos". No hubo ceremonia de inauguraci¨®n y tampoco medallas, lo que resultaba m¨¢s grave. Kraenzlein se vio privado de cuatro medallas.
Los Juegos Ol¨ªmpicos resultaron un espect¨¢culo casi circense para la orgullosa exposici¨®n: el patinaje estuvo recluido dentro del apartado de cuchiller¨ªa; el remo result¨® una disciplina a exhibir dentro de la secci¨®n gen¨¦rica del salvamento, y las sociedades atl¨¦ticas estaban destinadas para quienes tuvieran inter¨¦s por la previsi¨®n social. Como lo importante era la exposici¨®n, y los Juegos Ol¨ªmpicos, s¨®lo un entretenimiento, ¨¦stos se organizaron en un per¨ªodo extraordinariamente dilatado, de cinco meses, entre el 20 de mayo y el 28 de octubre.Un hecho de que las pruebas de atletismo quedaran concentradas en un calendario de 20 d¨ªas (del 2 al 22 de julio) las convirti¨® en las m¨¢s sobresalientes, pero sin que pudieran atraer en el escenario del bosque de Bolonia a m¨¢s de 3.000 espectadores en la jornada m¨¢s brillante. A¨²n as¨ª, en Par¨ªs actuaron m¨¢s atletas que en Atenas. Los principales ¨¦xitos, que no las medallas, fueron para Estados Unidos. El Par¨ªs de 1900 no pudo, sin embargo, evitar su toque modernista, ya que signific¨® la primera participaci¨®n de la mujer, gracias a la inclusi¨®n del tenis femenino.
El melenudo Kraenzlein
Por ello, el norteamericano de ascendencia germ¨¢nica Alvin Kraenzlein tuvo motivos suficientes para sentirse decepcionado de las consecuencias de la ola de chovinismo parisiense. Preparado como estaba en 1900, a sus 19 a?os, para entrar brillantemente en la historia del deporte mundial, prototipo del campe¨®n universitario, poseedor de hasta tres marcas mundiales (110 metros vallas, 200 metros y salto de longitud), tuvo que verse obligado poco menos que a actuar ante la ausencia de admiradores y despreciado del reconocimiento universal que otorgan las medallas ol¨ªmpicas.
Porque Kraenzlein consigui¨® en Par¨ªs cuatro primeros puestos en cuatro pruebas de car¨¢cter individual, un r¨¦cord que a¨²n no ha sido batido en ningunos Juegos. Ol¨ªmpicos, porque otros famosos atletas poseedores de cuatro medallas cosecharon alguna de ellas en pruebas por equipos. Kraenzlein atesora, pues, un r¨¦cord que dura 84 a?os, quiz¨¢ el m¨¢s largo de la historia, si Beamon no pretende convertir su haza?a en un r¨¦cord para el siglo XXII. Y Kraenzlein no se llev¨® a Wisconsin ninguna medalla ol¨ªmpica.
Con raz¨®n, el bar¨®n de Coubertin se vio obligado a manifestar -l¨®gicamente entristecido, por cuanto estuvo apartado de la organizaci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos que se celebraban en su patria- que "ha sido un milagro que el movimiento ol¨ªmpico haya sobrevivido a estos Juegos Ol¨ªmpicos". El confusionismo fue tal, la mezcla de deportes con simples exhibiciones de campeonatos de profesionales adquiri¨® tal volumen en tan dilatado tiempo que, con posterioridad, se descubrieron dificultades para confeccionar las correspondientes clasificaciones.
La historia, sin embargo, fue tenaz a la hora de fijarse, en el Par¨ªs de 1900, en Alvin Kraenzlein, porque le hizo protagonista de una de las dos mayores an¨¦cdotas de aquellos Juegos Ol¨ªmpicos. Si Kraenzlein demostr¨® adem¨¢s tener cualidades para el pugilato porque las cr¨®nicas de aquella ¨¦poca le incluyen en una tumultuaria pelea.
Coleccionista de r¨¦cords
Kraenzlein hab¨ªa nacido en Madison, el 22 de diciembre de 1876 Estudiante de la Universidad de Pensilvania, se destac¨® como un profuso coleccionista de r¨¦cords primero escolares, luego nacionales y m¨¢s tarde mundiales. En 1898, con 17 a?os, consigui¨® dos r¨¦cords mundiales: el de 110 metros vallas (15,2 segundos) y el de 200 metros vallas (23,6 segundos), r¨¦cord este ¨²ltimo que no fue superado hasta 25 a?os despu¨¦s. Pero en 1899 el joven Alvin hab¨ªa trasladado su ambici¨®n deportiva hasta el salto de longitud, para conseguir otro nuevo r¨¦cord mundial, con un salto de 7,43 metros. Sin embargo, su compatriota Myer Prinstein salt¨® 7,50 un mes antes de llegar a Par¨ªs. No le gust¨® a Kraenzlein esta haza?a, por lo que naci¨® una espectacular rivalidad. Los aficionados m¨¢s entusiastas se dividieron entre Kraenzlein y Prinstein, y el resultado final acab¨® a pu?etazos.
La organizaci¨®n, en uno m¨¢s de sus desprop¨®sitos, decidi¨® celebrar el salto de longitud en domingo, precisamente el 14 de julio, coincidente con la fiesta nacional. Prinstein era cat¨®lico practicante y decidi¨® no participar por motivos religiosos, hecho que en principio pareci¨® afectar tambi¨¦n a Kraenzlein, Sin embargo, ¨¦ste decidi¨® romper el pacto entre caballeros y particip¨® en la prueba, consiguiendo f¨¢cilmente el primer puesto con un discreto salto de 7,18 metros. Al d¨ªa siguiente, Prinstein se acerc¨® a las pistas dispuesto a resolver el asunto por la fuerza de los pu?os. Hubo combate, que se extendi¨® a los aficionados. Las cr¨®nicas, sin embargo, nada concretan acerca del resultado final. Prinstein recibi¨® la recompensa moral de verse triunfador, d¨ªas m¨¢s tarde, del triple salto.
Incidentes aparte, Kraenzlein fue recordado como el padre de los modernos vallistas, porque suya fue la idea de convertir esta prueba en un acto de velocidad y no de fuerza, ya que en vez de saltar extend¨ªa la pierna por encima de la valla para pasar sobre ella. Muri¨® en 1928. Con anterioridad hab¨ªa trabajado para los alemanes en la preparaci¨®n de su equipo ol¨ªmpico.
Mil atletas
En Par¨ªs actuaron 1.066 atletas, un r¨¦cord en comparaci¨®n con los 285 de Atenas, representativos de 20 pa¨ªses en lugar de 13. Hubo deportes nuevos, como el tenis, y otros, tales como el rugby, el f¨²tbol, el yatching, la esgrima, la gimnasia o los deportes ecuestres, anduvieron oscurecidos por la confusi¨®n entre competici¨®n y exhibici¨®n. El remo, por ejemplo, supuso unas inesperadas victorias francesas, a la vista de la ausencia de los remeros brit¨¢nicos, que se conformaban con la dureza de sus competiciones internas. En rugby se pudo asistir a un encuentro entre Francia y Alemania cuyo desarrollo estaba custodiado por fuerzas del orden, ya que se anticipaban incidentes entre los aficionados. Era un anticipo de la rivalidad franco-germana, que luego tuvo m¨¢s dura manifestaci¨®n en la guerra de 1914.
La nataci¨®n tambi¨¦n fracas¨®, dado que se construy¨® una piscina flotante sobre el Sena, de 100 metros de longitud, pero que resultaba insegura por muchas circunstancias, entre ellas la exactitud de las distancias recorridas. La ¨²nica prueba que logr¨® preservar su prestigio fue el atletismo. Ya desde entonces los norteamericanos empezaron a sembrar su dominio: de 22 t¨ªtulos se llevaron 17.
Aparte del citado Kraenzlein, otra figura result¨® ser su compatriota Ray Ewry, de Lafayette (Indiana), que, recuperado de una par¨¢lisis infantil, se mostr¨® el absoluto dominador de las pruebas de salto sin impulso. Ewry llegar¨ªa a ganar ocho medallas -tres en Par¨ªs, tres en San Luis y dos m¨¢s en Londres-, siempre en altura, longitud o triple salto sin impulso. Baxter tambi¨¦n destac¨® en el salto de altura en plancha. Estados Unidos fue el rey del atletismo, aunque sus atletas tuvieran que regresar sin medallas. El modernismo no congeni¨® con el olimpismo, y Par¨ªs tuvo que esperar a 1924, y casi volvi¨® a demostrar su falta de apego a estas pruebas.
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