El mar, necesidad radical
Si la pol¨ªtica exterior de Espa?a no siente el magnetismo del Norte en el que Europa consiste y no se orienta en consecuencia, carece radicalmente de sentido; al menos de sentido hist¨®rico. Esto, especialmente en su referencia temporal a los siglos XIX y XX, habr¨¢ que aceptarlo como axioma para permitir la marcha de un por fuerza raudo razonar. Europa es grave corresponsal de Espa?a. La relaci¨®n conjuntiva Espa?a y Europa goza de realidad esencial. Bien, pero ?de qu¨¦ jaez resulta su aglutinante? En ¨¦ste sin duda confluyen ramales de historia, de cultura, del esp¨ªritu animante del vivir de los pueblos, mas tampoco faltan en ¨¦l engranajes de interrelaciones marcadamente materiales que ruedan a impulsos de intereses no tan sublimes.Entre Espa?a y Europa laten, adem¨¢s de todo aquello, el comercio cl¨¢sico, las finanzas, la econom¨ªa, y en el hond¨®n de todo esto, la ineludible y fundamental realidad del mar. He aqu¨ª otro axioma necesario, porque la prueba racional de lo asegurado no cabe ahora aqu¨ª. Si se admiten ambas premisas, siga el silogismo; si no, ign¨®rese lo subsiguiente.
Lo curioso, si se decide el seguir, es que el mar ese resulta parad¨®jica gleba en la que han prendido siempre y prender¨¢n por mucho tiempo las ra¨ªces de todo lo relacionante de lo espa?ol y lo europeo, desde la historia y la cultura hasta el tr¨¢fico internacional visante a lo econ¨®mico, porque doy por sentado que lo que entendemos por comercio contiene el inmenso y m¨²ltiple quehacer se?alado. Para Espa?a en todo y para Europa en mucho, el mar -el Mediterr¨¢neo siempre: el Atl¨¢ntico mejor, desde hace cinco siglos es, por tanto, necesidad radical.
Estos ub¨¦rrimos vocablos son los que han quedado ¨ªntimamente imbricados en este volante especular: pol¨ªtica - Espa?a - Europa - marAtl¨¢ntico. Vienen aqu¨ª a modo de mandamientos genesiacos para lo espa?ol hist¨®rico de ayer, de hoy y de siempre. Como los 10 eternos, estos mandamientos de lo nuestro sugieren asimismo su encerramiento en dos: pol¨ªtica y estrategia. La s¨ªntesis ha venido a cobrar vigor con la condensaci¨®n l¨®gica y natural.
La pol¨ªtica -cuando lo es en puridad; si se trata de eso y no de politiqueo; al lanzar sus ra¨ªces a lo hondo de las relaciones internacionales - acaba reclamando insistentemente de la estrategia consejo, insinuaci¨®n de recetas pr¨¢cticas, participaci¨®n de lo que al fin y al cabo es andar conjunto. La estrategia -cuando se siente ser ella misma; si se refiere sin distracciones laterales a cuestiones indiscutibles de defensa nacional; al ejercerse en niveles tan altos que hacen dificil la diferenciaci¨®n espec¨ªfica para resaltar la importancia trascendente de lo general com¨²n -, la estrategia entonces es pol¨ªtica y es cosa igualmente de pol¨ªticos en ejercicio que de estrategas de profesi¨®n.
Lo que aqu¨ª y all¨ª y en Espa?a precisamente siempre y especialmente ahora empieza con la pol¨ªtica cl¨¢sica y concluye en el Atl¨¢ntico eterno se reduce en la aparentemente simple dualidad pol¨ªtica-estrategia, pero dial¨¦ctica profunda al cabo que, como toda dial¨¦ctica, viene a ser de fondo complejo y exigente por tanto de intelecci¨®n y comprensi¨®n debidas.La realidad de la Alianza
Y el hilo del discurso va llevando al razonar a algo irremediable: la OTAN o, como yo prefiero por razones que no vienen al caso, la NATO. La dial¨¦ctica espa?ola del momento, ese par pol¨ªtica-estrate gia que decantaba de la multiplicidad esp¨ªritu-materia que conforma nuestra hora hist¨®rica tras el azaroso girar del reloj de dos siglos por lo menos, se planta a s¨ª misma frente a una realidad, la de la Alianza Atl¨¢ntica, que siendo suficientemente europea no es claramente espa?ola y que, resultando indefectiblemente pol¨ªtica para casi todos, son s¨®lo unos pocos los que parecen destacar de su armaz¨®n estructural su esencial raz¨®n de ser estrat¨¦gica. De ah¨ª que yo me atreva a proponer -despu¨¦s de lo que he pretendido presentar como racional y a la vez pr¨¢ctico argumentar y tras resubrayar mi opini¨®n de que lo atl¨¢ntico engloba todo lo espa?ol perteneciente a la esfera pol¨ªtico-estrat¨¦gica- la admisi¨®n de este simple aforismo: la pol¨ªtica espa?ola de hoy acaba en la NATO. Conste que digo es la NATO o se resuelve en la NATO, o se identifica con... Digo que acaba porque quiero implicar enfrentarn¨ªento: un topar con, al modo quijotesco; un hacerse cuesti¨®n de, como gusta a los fil¨®sofos.
Es un hecho, por otra parte, que precisamente en estos d¨ªas, en que a¨²n resuenan ecos del debate parlamentario sobre el estado de la naci¨®n, la pol¨ªtica espa?ola, la alta pol¨ªtica, tan entramada con la asimismo alta estrategia nacional, se las ha visto -se las est¨¢ viendocon la NATO. V¨¦rselas con algo exige, en espa?ol, decisi¨®n; lo que vulgarmente significa tomar partido. La pol¨ªtica espa?ola, pues, tiene o tendr¨¢ en breve que tomar partido acerca de la OTAN.Esto no viene sino a perfilar un intento honrado de contribuir a la soluci¨®n de algo que, se quiera o no, se vea o se ignore, nos afecta a todos porque es de Espa?a; porque es un problema pol¨ªtico-estrat¨¦gico de Espa?a. Y no es un problema, un obst¨¢culo, de hoy, sino que lo lleva siendo desde 1815 con ropajes cl¨¢sicos y desde 1949 con atuendos, por as¨ª decir, deportivos. Mi contribuci¨®n, que pretende ser simple, no va a ser empero simplista. Quede para quienes por intereses de partido o de propia notoriedad autopromocionante se han pronunciado ya y se han de pronunciar en adelante sobre el caso eso de que "Espa?a ha de seguir en la NATO e integrada militarmente en la Alianza en su totalidad", o lo de que Ia,pertenencia de Espa?a a la OTAN -y no digamos ya su participaci¨®n en la actividad aliada sin reservas- perturba el equilibrio de bloques y arriesga la paz mundial", que todo se ha o¨ªdo.
Yo no quito ni pongo rey, entre otras cosas porque el pu?al del duguescl¨ªn de este momento, y con la inmediatez que el caso pide, no tiene m¨¢s que filos pol¨ªticos puros. Lo que yo quiero es se?alar un hecho, recordarlo m¨¢s bien, con el que hay que contar para, tanto en pol¨ªtica pura como en estrategia aplicada, sazonar con raz¨®n la opini¨®n, el parecer y hasta el dogma -se oyen frases de etiqueta tal- que de un modo u otro se refieran a la problem¨¢tica que circunda el par conceptual Espa?a-NATO, que no dista nada o se separa bien poco -y no se me tilde por esto de opinador furtivo- del otro doblete similar de Espa?aEuropa.Un silogismoAquel hecho, o realidad, o factor influyente radical es el que va a desprenderse del siguiente silogismo: 1) Espa?a, Europa, la NATO, cualquier ente hist¨®rico en suma, es ser que lleva adherida una condici¨®n y que se mueve en la escena pol¨ªtico-estrat¨¦g¨ªca a impulsos, deliberados o reflejos, de una mentalidad. 2) Espa?a, la NATO y Europa -no esta ¨²ltima con el absolutismo de las dos primeras, pero s¨ª con intensidad grave- son entidades de condici¨®n eminentemente mar¨ªtima, porque dependen ¨ªntima y decisivamente del mar para vivir, para seguir viviendo, para, sencillamente, ser. 3) Espa?a-Europa y la NATO -la primera, si vale la comparaci¨®n, con car¨¢cter m¨¢s marcado que las otras dos- no piensan al modo mar¨ªtimo; tienen acusada mentalidad continental, porque no prestan en pol¨ªtica o en estrategia al mar la importancia que el mar en sus respectivas vidas tiene. El hecho, pues, est¨¢ ah¨ª. Es el mar en s¨ª o, mejor tal vez, la forma en la que las mentes de Espa?a, de Europa, de la OTAN ven al mar en su contexto hist¨®rico de siempre y en el pol¨ªtico-estrat¨¦gico de hoy d¨ªa y la manera en la que act¨²an a impulsos de ese peculiar y an¨®malo ver.
Pues con eso hay que contar. Hay algo que no anda bien en la OTAN. Tal vez haya bastantes otras cosas que en la Alianza no discurren por veredas de optimismo, pero son m¨¢s someras y, por ello, de primer plano en la consideraci¨®n y atenci¨®n de todos.Dificil de ver y comprobarAquello es m¨¢s arduo de ver y sobre todo de comprender. Est¨¢ latente en el hond¨®n del impulso vital de pueblos y naciones. Y no se ve. Y no se siente, excepto acaso por unos pocos que gastan gran parte de su tiempo clamando en el desierto. Conveniente y en alto grado deseable por tanto ser¨ªa que el pol¨ªtico espa?ol, los pol¨ªticos espa?oles se aplicaran a la cuesti¨®n. Y los pol¨ªticos de la OTAN, tan llevados y tra¨ªdos por la Prensa y por los media internacionales; que bueno fuera tambi¨¦n.
Pero a m¨ª me importa m¨¢s lo m¨ªo y por eso prefiero la atenci¨®n de los pol¨ªticos espa?oles. Su atenci¨®n primero a Espa?a y a su mar, protagonista de primera fila en la historia y sobre todo en la vida cotidiana de la naci¨®n. Atenci¨®n despu¨¦s a lo que el mar de Espa?a significa para salir de ella e ir a Europa, a Latinoam¨¦rica, y al mundo entero, al menos al mundo ese que nos corresponde por el papel que en esta hora hist¨®rica nos est¨¢ tocando desempe?ar. Atenci¨®n, en fin, a la OTAN en cuanto la Alianza implica de Espa?a y de su mar.
Disc¨²tase pues lo que se quiera sobre si OTAN s¨ª u OTAN no. H¨¢blese, hasta que ya no se pueda m¨¢s, de ventajas, inconvenientes, oportunismo o necesidad de quedarse o salir, de integrarse o adherirse, pero disc¨²tase y h¨¢blese de todo ello con el conocimiento de causa que ha de surgir de un considerar detenido, y racional sobre todo, de lo que es el mar en todo eso, de lo que el mar es en lo espiritual, en lo hist¨®rico, en lo econ¨®mico y en lo material desalmado con relaci¨®n ante todo a Espa?a; despu¨¦s, con respecto a esa Europa que para Espa?a es tanto, y, por fin, con referencia a esa Alianza que por ser occidental representa tanto para Europa y para Espa?a. Porque el mar, en todo eso, no es sino su primera necesidad radical. Ni m¨¢s ni menos.
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