Elogio de la disidencia
Ya para mediados de los a?os sesenta, el nacionalismo vasco ten¨ªa tan desarrollados como ahora algunos de sus perfiles m¨¢s negativos: antiespa?olismo visceral, acaso menos injustificado que ahora por la identificaci¨®n del r¨¦gimen franquista con Espa?a; ausencia de proyectos positivos; ambig¨¹edad de los fines y no definici¨®n de los principios; y, por encima de todos ellos, el peor y el m¨¢s dif¨ªcil de desarraigar, una ideolog¨ªa absolutamente aburrida por monotem¨¢tica. Porque no se sabe c¨®mo comienza un discurso, pero s¨ª como acaba; hay un monstruo que busca nuestra perdici¨®n, Madrid, en cualquiera de sus re presentaciones: negaci¨®n de las transferencias, el plan ZEN, no nos entienden, etc¨¦tera.En un mundo de esas caracter¨ªsticas no es raro que la mayor¨ªa de los j¨®venes de familias nacionalistas abandonara, junto con la est¨¦ril, por sopor¨ªfera, mitolog¨ªa nacionalista, los v¨ªnculos con el pa¨ªs, arrojando al ni?o al agua sucia.
Yo no estuve lejos de hacer lo mismo. Y lo hubiera hecho si no fuera por un libro, Quosque tandem, que de un modo muy oteiziano, apasionado, iluminado, contradictorio, parad¨®jico, nos gritaba en cada p¨¢gina que hab¨ªa algo m¨¢s. Que debajo de aquel folclor, ritos, mitos y pitos hab¨ªa un pueblo desconocider, y que deb¨ªamos esforzarnos en encontrar en sus ra¨ªces prehist¨®ricas las respuestas a las preguntas que nos planteaba la cultura moderna. Tras aquella bullente mezcla precipitada de Heidegger, la banda de m¨²sica de Ir¨²n y los recuerdos de la playa de Orio hab¨ªa una clara voluntad de modernizaci¨®n del nacionalismo y del conjunto del pa¨ªs. ?No fue acaso Marx quien dijo que si la historia hab¨ªa sido la ciencia desarrollada por la burgues¨ªa, el proletariado deb¨ªa centrar su atenci¨®n en la prehistoria?
Melopea nacionalista
Y al reconstruir la prehistoria no se hac¨ªa otra cosa sino romper los estrechos moldes en que encerraban nuestra historia, y, por tanto, nuestro futuro.
Al igual de lo que puede ocurrir con los jud¨ªos y otros muchos pueblos, tambi¨¦n en Euskadi los intelectuales son precisamente los disidentes; pero si un jud¨ªo disidente no es un gentil, tampoco un vasco disidente es un castellano. El problema es que los disidentes anteriores acabaron, si no desertando, s¨ª autoexili¨¢ndose, aburridos de la melopea nacionalista, refugi¨¢ndose en Salamanca o Madrid. Frente a ellos, Oteiza ofrece el ejemplo del disidente que lo sigue siendo porque se queda, pero sin doblegarse ante la aldeaner¨ªa y las presiones.
La izquierda ha estado demasiado ocupada en intentar transformar la realidad. Quiz¨¢ le haya llegado primero el momento de ocuparse tambi¨¦n de interpretarla. Porque lo primero que hay que hacer es aceptarnos como somos, sin disfraces, coartadas, capuchas ni oropeles. Renunciando a la coartada de los muertos y los presos. Porque ya es hora de que se comprenda que no hay reinos que no son de este mundo, y que cuando se interpreta que el socialismo o el nacionalismo son algo distinto del desarrollo de aspectos pol¨ªticos, culturales y econ¨®micos, socialistas o nacionales, no se est¨¢ haciendo otra cosa que crear entelequias y fantasmas para oprimir los cerebros de los vivos.
Tambi¨¦n fue clave para una generaci¨®n de j¨®venes vascos el segundo libro de Oteiza, Ejercicios espirituales en un t¨²nel, en la medida en que ayud¨® a comprender que nuestro pa¨ªs est¨¢ por hacer, que est¨¢ partido en dos. Aunque expresado de un modo simb¨®lico, no era dif¨ªcil ver que se encontraba en embri¨®n toda la reflexi¨®n que puede hacerse actualmente sobre eso tan parecido a dos comuni-dades que es nuestro pais, y que para fundirlas quiz¨¢ sea preciso previamente amigarlas y unirlas en el plano de la cultura y la psicolog¨ªa nacional. Esto no excluye que pueden hacerse otras muchas interpretaciones.
Las aportaciones personales de Oteiza, pues, son consustanciales al desarrollo de unos disidentes para quienes, no comulgando con las ruedas de, molino de la mitolog¨ªa nacionalista oficial, no ha sido ¨®bice para que desarrollaran su lucha por el autogobierno en una perspectiva de modernizaci¨®n del pa¨ªs.
Al margen de que se comparta o no su valoraci¨®n pol¨ªtica, la ¨²ltima lecci¨®n de Oteiza viene a revalorizar el papel de los intelectuales en la sociedad vasca en un momento en que se comienza a correr el riesgo de que se embote su conciencia y se les nuble la vista de tanto mirar de reojo las subvenciones, becas o ayudas de las instituciones auton¨®micas. Oteiza es el disidente por antonomasia. El que no est¨¢ de acuerdo, pero se queda.
Babelia
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