El 'potlatch' de la competici¨®n armamentista y la militarizaci¨®n de la econom¨ªa
Hace unos d¨ªas tuvimos el gusto de presentar en Madrid el libro de Carlos Par¨ªs Cr¨ªtica de la civilizaci¨®n nuclear, que es una cr¨ªtica de la irracionalidad profunda, por debajo de su superficial racionalidad instrumental -Total Mobilmachung otra vez, como en tiempos funestos y no lejanos de la vida, de la econom¨ªa y ahora tambi¨¦n del espacio. El libro de Carlos Par¨ªs, por poco tiempo, no ha alcanzado la referencia al nuevo proyecto de Reagan, Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica, m¨¢s conocido como guerra de las estrellas, o, en Europa, guerra de las galaxias. Es, seg¨²n voy a mostrar, la culminaci¨®n, en varios sentidos, de la moderna racionalidad puesta al servicio de la m¨¢s temible irracionalidad.Por de pronto, en nuestro pa¨ªs est¨¢ lejos de constar suficientemente que tal proyecto -cuyos padrinos son, con Reagan, el teniente general Daniel O. Graham; hasta cierto punto, con discrepancias, el bien conocido doctor Edward Teller; diversos hombres de empresa, y un pu?ado de intelectuales, llam¨¦moslos as¨ª, de extrema derecha, al estilo de Irving Kristol- es considerado como quim¨¦rico, en cuanto a defensa total, y como disparatado y t¨¦cnicamente irrealizable por todas las autoridades cient¨ªficas norteamericanas, y aun por los expertos militares del Pent¨¢gono, que ya se han manifestado p¨²blicamente al respecto; as¨ª, el doctor Richard B. DeLauer, quien ha afirmado que su viabilidad requerir¨ªa el desarrollo previo de ocho tecnolog¨ªas diferentes, cada una de las cuales ser¨ªa mucho m¨¢s costosa, en estudio, tiempo y dinero, que el famoso proyecto Manhattan.
Partiendo de este juicio general adverso y dejando aparte la personal motivaci¨®n megalomaniaca del presidente, que con esta High Frontier pretende emular, a su modo, la New Frontier kennediana, lo que me propongo indagar aqu¨ª son las razones que mueven a tratar de imponer en Estados Unidos y en el Occidente todo tal proyecto, que, ciertamente, por su nombre de defensa total, suena bien. Las gentes aspiran, con raz¨®n, a sentirse protegidas, por m¨¢s que, seg¨²n nos muestra la historia de las guerras, todas las defensas, por inexpugnables que en su momento parecieran, est¨¢n destinadas a correr una suerte semej ante a la de la en su d¨ªa famosa L¨ªnea Maginot.
La denominaci¨®n de rep¨²blica imperial de Estados Unidos, de origen nada sospechoso, pues fue acu?ada por el conservador Raymond Aron, define bien las intenciones desembozadamente imperialistas que personifica hoy Reagan. Dividida Alemania, dominada Europa, a lo que se aspira es al dominio, al imperio del mundo entero. Un d¨ªa, quiz¨¢ no lejano, el adversario se ver¨¢ en Jap¨®n, con los otros pa¨ªses del Extremo Oriente, tras los que est¨¢ el inmenso potencial de China. Pero por ahora no se piensa en ese rival, y de lo que se trata es de vencer a la URSS en la competici¨®n mundial. La ¨¦tica de la competici¨®n rige en las relaciones internacionales siempre, y en grado sumo en las imperialistas: competici¨®n b¨¦lica como ultima ratio, que no raz¨®n; y, entre tanto, juego de riesgo siniestro, ruleta rusa de aniquilaci¨®n total; competici¨®n econ¨®mica que persigue la ruina del adversario; y hasta competici¨®n deportiva -Juegos Ol¨ªmpicos- con el gran poder simb¨®lico del triunfo, de cualquier triunfo. (S¨ª, hay una ¨¦tica de y para triunfadores en la guerra, en el deporte, en el espect¨¢culo, en lo que sea; tambi¨¦n en la competici¨®n encubierta y cotidiana por el ascenso, por el cargo, por quedar mejor que los otros y, si es posible, el mejor. (?Es una vulgaridad recordar esto, poner en relaci¨®n los diversos niveles en los que el esp¨ªritu competitivo se manifiesta, y oponer a -esa moral -no al sentido deportivo de la moral,- eso ha sido un lapsus del metido tan impertinente como obsesivamente a cr¨ªtico mio, y a quien le suena la m¨²sica orteguiana- la moral de la solidaridad, la generosidad, la caridad, el amor? Pero cerremos ya el par¨¦ntesis.)
?Cu¨¢l es entonces la racionalidad de: la competici¨®n armamentista, culminante ahora en la SDI o Iniciativa de Defensa Estrat¨¦gica? Creo que se sit¨²a en el plano econ¨®mico y es doble. Por una parte, se trata en una ¨¦poca de grave crisis econ¨®mica, crisis tambi¨¦n para EE UU, de prolongar y dar un giro nuevo a la etapa capitalista de la econom¨ªa de consumo, con un nuevo consumismo, el de armas nucleares (y otras), consumismo para el cual sigue -valiendo la regla de la obsolescencia planificada o, m¨¢s bien, programada, puesto que se trata (le costos¨ªsimas armas que -sinolvidar el apocal¨ªptico riesgo que en ning¨²n momento se deja de correr- est¨¢n destinadas no ya a pasar de moda, sino a no ser usadas, a aumentar el museal arsenal barroco del que habl¨®
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El 'potlatch' de la competici¨®n armamentista y la militarizaci¨®n de la econom¨ªa
Viene de la p¨¢gina 11Mary Caldor. El primer objetivo real que, en una situaci¨®n muy militarizada ya, lograr¨ªa el SDI ser¨ªa la militarizaci¨®n cuasi total de la econom¨ªa, y no s¨®lo de la norteamericana. La respuesta civil de Mitterrand a la invitaci¨®n recibida ha sido sin duda perfectamente puesta en raz¨®n.
Pero aqu¨ª entre en juego . la segunda raz¨®n: en el fabuloso programa de la SDI, en el que Estados Unidos implicar¨ªa a Europa entera, se trata de llevar a la ruina a la URSS, echando sobre ella la carga, econ¨®micamente insoportable, de esta nueva y, como se ha dicho, costos¨ªsima competici¨®n. Lo quim¨¦rico del nuevo programa, el gran bluff en el que, objetivamente, consiste es lo que, por v¨ªa parad¨®jica, da raz¨®n de ¨¦l. S¨ª, quiz¨¢ porque los extremos se tocan, la ¨²ltima etapa, por ahora, del capitalismo viene a empalmar con una forma primitiva -y americana tambi¨¦n, del Noroeste- de competici¨®n econ¨®mica, la del llamado potlatch, estudiado por los antrop¨®logos culturales, que consist¨ªa en el triunfo mediante el derroche, m¨¢ximo en el mercado, que sustitu¨ªa el canje de bienes por su masiva y competitiva destrucci¨®n. (En realidad -otro par¨¦ntesis- es una motivaci¨®n tan frecuente en el plano p¨²blico como en el de la socialidad. Es la de quien, como dicen en Am¨¦rica, se propone to keep up with the Joneses; pero aqu¨ª no se trata solamente de competir y no quedar detr¨¢s del vecino, sino, tomando la iniciativa, gastar y derrochar hasta que ¨¦l no pueda ya seguir y quede derrotado.)
Que en una situaci¨®n como la actual, de subdesarrollo fijado, y se dir¨ªa que programad¨®, del Tercer Mundo, de regreso o v¨ªa al subdesarrollo en ciertos pa¨ªses del Primero, y de paro y pobreza en todos, incluso en EE UU, con retorno del fantasma del hambre colectiva, se recurra a esta instrumental e irracional racionalidad es, sin duda, la m¨¢s triste y siniestra de las paradojas.
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