Menos que un debate
EL DISCURSO pronunciado ayer por Felipe Gonz¨¢lez ante el Congreso -un autocomplaciente inventario de la labor realizada por su Gobierno durante la presente legislatura- confirma la p¨¦rdida de sensibilidad pol¨ªtica y de capacidad de comunicaci¨®n del dirigente socialista desde que 10 millones de votos le confiaron hace tres a?os la responsabilidad del poder. El talento mostrado por el secretario general del PSOE -como l¨ªder de la oposici¨®n- para suscitar las esperanzas y movilizar las energ¨ªas de la sociedad espa?ola result¨® poco reconocible en el plomizo tono de su intervenci¨®n -como jefe del Ejecutivo- en el debate de ayer. Las comparecencias p¨²blicas de Felipe Gonz¨¢lez sol¨ªan estar anta?o caracterizadas por las exhortaciones regeneracionistas, la confianza en la creatividad de las libertades y la apuesta en favor de la participaci¨®n democr¨¢tica; el lugar dejado ahora vac¨ªo por esas ausencias est¨¢ siendo ocupado por la peculiar jerga tecnocr¨¢tica -econ¨®mica o jur¨ªdica con que castigan a los ciudadanos los pol¨ªticos deseosos de convertir el ocaso de las ideolog¨ªas en doctrina justificatoria de sus acciones. El ejercicio del poder produzca transformaciones de todo tipo -desde las actitudes psicol¨®gicas hasta los contenidos pol¨ªticos- en los actores de la vida p¨²blica. El acceso a la sala de mando del Estado -y a sus carboneras- aumenta el sentido de la responsabilidad de los antiguos miembros de la oposici¨®n y les proporciona el adecuado conocimiento de las resistencias de la realidad al cambio, infravaloradas a la hora de criticar a los gobernantes. Pero resulta dif¨ªcil evitar la sensaci¨®n de que Felipe Gonz¨¢lez est¨¢ tratando de transmitir el mensaje de que la etapa de creatividad pol¨ªtica inaugurada con el fallecimiento de Franco ha concluido y de que los ciudadanos deben asumir una larga resaca cuaresmal administrada por los socialistas. La extra?a insistencia mostrada ayer por el presidente para presentarse como el legatario o el albacea de los 10 a?os de lucha por la democracia en nuestro pa¨ªs adquiere sentido a la luz de esa conclusi¨®n, cuyo corolario ser¨ªa que la historia espa?ola ha llegado al punto exacto de equilibrio en el que la reafirmada autoridad del Estado debe imponerse sobre la sociedad civil. De esta forma, las viejas banderas reivindicativas tendr¨ªan que ser guardadas en los arcones tras haber desempe?ado la funci¨®n de elevar al poder a los socialistas.El discurso de Felipe Gonz¨¢lez se movi¨® en esa tierra de nadie donde las generalizaciones coexisten con los datos triviales. Tomando al pie de la letra sus palabras, los espa?oles vivir¨ªamos no s¨®lo al cuidado del ¨²nico Gobierno compatible con el respeto de las libertades, sino tambi¨¦n en el mejor de los mundos posibles. Los logros obtenidos por la pol¨ªtica econ¨®mica de ajuste del Gobierno socialista dejaron en una suave penumbra tanto los elevados costes sociales que los han hecho posibles (en especial, el crecimiento del desempleo) como los gestos de insolidaridad y de despilfarro detectables en sectores no por minoritarios menos significativos de la nueva clase gobernante. El triunfalista cuadro de la situaci¨®n pintado por el presidente Gonz¨¢lez elimin¨® las estampas molestas, las promesas incumplidas y cualquier referencia no despreciativa a otros caminos alternativos. Esa visi¨®n unidimensional de la realidad s¨®lo puede desembocar en la resignaci¨®n y en la invitaci¨®n a que los ciudadanos entreguen a sus benevolentes administradores pol¨ªticos el monopolio de la informaci¨®n, las ideas y las responsabilidades.
La r¨¦plica de Manuel Fraga, cada vez m¨¢s parecido a un aut¨®mata condenado a repetir eternamente los mismos chistes y las mimias consignas, no hizo sino rebajar el modest¨ªsimo nivel del debate y sembrar la sospecha de que el Gobierno y la oposici¨®n estaban de acuerdo en poner sordina a la discusi¨®n parlamentaria. El intercambio de r¨¦plicas marc¨® uno de los momentos m¨¢s planos de la brillante vida parlamentaria durante la actual legislatura. Vistos los resultados de la sesi¨®n, es dif¨ªcilmente comprensible el empe?o de unos y otros en mantener el ritual de unos debates te¨®ricamente dedicados a analizar el estado de la naci¨®n pero que s¨®lo sirven para la cansina reiteraci¨®n por el Gobierno de las estad¨ªsticas que le resultan favorables y para la fatigosa repetici¨®n por la oposici¨®n conservadora de los datos que revelan los fracasos del poder. Tal vez la reciente conversaci¨®n -sin luces ni taqu¨ªgrafos- entre Felipe Gonz¨¢lez y Manuel Fraga encierre las claves de que el pleno de ayer fuese una pelea de guante blanco en la que ninguno de los contendientes pudo apuntarse la victoria y en la que los dos quedaron derrotados ante la opini¨®n p¨²blica.
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