Las corridas de toros
Leo con cierta satisfacci¨®n las declaraciones de Richard Cottrel, Mr. Wilkins y la carta de Mar¨ªa Consuelo Polo sobre la ayuda moral y material que Europa puede aportarnos en la lucha contra las corridas de toros.Existen cr¨ªmenes relativos y cr¨ªmenes absolutos; las corridas de toros constituyen un crimen contra la naturaleza en primer¨ªsimo grado; el toro es indefenso, aunque tenga un enorme par de cuernos, ya que embiste al capote en lugar de embestir (en leg¨ªtima defensa) contra el cuerpo del bestiario que lo sostiene.
Otro crimen absoluto es la quema masiva de ¨¢rboles en nuestros depauperados montes; el ¨¢rbol no puede pedir auxilio, ni nombrar un abogado defensor de sus derechos a la vida y al mantenimiento de la misma.
Por ello es el hombre quien debe tomar sobre su conciencia la defensa de los pobres animales, plantas y estaciones ornitol¨®gicas, muchas de ellas camino de la desaparici¨®n.
En Portugal no se mata a los toros; en Francia, s¨ª, pero cada corrida celebrada paga una enorme multa a la Sociedad Protectora de Animales. ?En qu¨¦ forma existe esa asociaci¨®n en Espa?a?
En Espa?a existe el derecho al rejoneo, banderilleo, picado y hasta el descuartizamiento del pobre animal despu¨¦s de muerto: orejas, rabo, etc¨¦tera.
?No es todo esto verdaderamente intolerable? Una manera de acabar con este denigrante espect¨¢culo podr¨ªa consistir en hacer pagar un impuesto elevad¨ªsimo a los organizadores de semejante sangr¨ªa.-
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