Hallazgos prodigiosos y muchos asesores
Enhorabuena. EL PAIS es ya un verdadero continente. Hay d¨ªas que me pierdo por sus tediosas llanuras o por sus escabrosas cordilleras, en cuyos repliegues s¨®lo deben de encontrar asilo compromisos que no son los m¨ªos.Aun as¨ª, precisamente por su innegable continentalidad, otros d¨ªas puedes tropezar con hallazgos prodigiosos, compensadores de la inevitable trivialidad que caracteriza la cr¨®nica de cada hora hecha minuto a minuto. Deben de ser lo que llaman gajes del trabajo.
Me he podido percatar de que mientras unos le recomiendan al peri¨®dico disponer de un asesor jur¨ªdico que impida el bochorno de malinterpretar la fianza que se pide al senador Barral, otros le demuestran la necesidad de contar tambi¨¦n con un experto en medicina para evitar reportajes como el que nos abrum¨® con la lucha contra el c¨¢ncer que mantuvo o mantiene el duque de Badajoz.
El d¨ªa 16 de diciembre, sin ir m¨¢s lejos, un lector londinense denuncia, con raz¨®n, el mal uso del castellano al que nos tiene habituado uno de los medios escritos que mejor lo usa. Y en este plan.
El d¨ªa 15 de diciembre, en el suplemento del domingo, se inclu¨ªa un sabroso diccionario personal para entender las obras del escritor bohemio Milan Kundera, traducido, con el permiso del autor, del texto franc¨¦s publicado por la revisa Le D¨¦bat. Pues bien, el texto en castellano es el mejor ejemplo de lo que Kundera critica en algunos traductores. Lo mismo ocurre con otros textos traducidos y publicados por EL PAIS.
No cabe la menor duda: su peri¨®dico necesita un asesor en cada uno de los idiomas cultos del mundo.
Un caso semejante lo brinda el se?or Umbral con Los tremendistas, el ¨²ltimo cap¨ªtulo de su follet¨®n Memorias de un hijo del siglo. Mucho he podido disfrutar con su ataque a los representantes del realismo social.
Quienes seguimos paso a paso a Umbral comprendemos su odio contenido por estos escritores. Pero para magnificar, con toda justicia, a Ignacio Aldecoa no es preciso denigrar a quienes imitan -personal¨ªsimamente, por otra parte- a Joyce o a Faulkner o escriben alguna divertida gram¨¢tica sin autorizaci¨®n de los santones al uso. Muchos de ¨¦stos han dado a luz novelas tan malas como las que Umbral deber¨ªa avergonzarse de haber escrito (pi¨¦nsese en El Giocondo o en Las ninfas, por ejemplo).
Pero tambi¨¦n es cierto que a ellos debemos algunas de las mejores p¨¢ginas de que puede vanagloriarse el castellano del siglo XX
Y pienso, concretamente, en S¨¢nchez Ferlosio, Mart¨ªn Santos, Juan Benet y Garc¨ªa Hortelano, todos ellos entroncados en una gran tradici¨®n de las letras espa?olas, la cervantina, en la que hay que engarzar al mism¨ªsimo Garc¨ªa M¨¢rquez, a pesar de que a Umbral no le resulte defendible, por afiliarse a otra l¨ªnea diferente, no menos admirable, y bien representada por ¨¦l mismo.
?Habr¨¢ que recomendar al director de EL PAIS que, adem¨¢s de asesores jur¨ªdicos, m¨¦dicos, ling¨¹istas y traductores, tenga tambi¨¦n consejos expertos en cr¨ªtica literaria?
Tal vez de esta forma se mitigara en algo el pavoroso paro que padece nuestro pa¨ªs; pero tambi¨¦n es cierto que habr¨ªa desaparecido, peligrosamente, la voz personal de cada autor, sin que se eliminara la posible disidencia de los lectores.-
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