Todo el tiempo del mundo
En la entrada de la iglesia de Santo Tom¨¢s de Aquino hay cajas de frutas, botellas de leche y de agua mineral. Todo est¨¢ ordenado cuidadosamente. Es la pobre despensa de los jornaleros. Si a alguno le sobra algo, all¨ª lo depositar¨¢ para otro compa?ero. Ayer, en la primera asamblea de la ma?ana, uno de los jornaleros recordaba a sus compa?eros que los que hubieran recibido m¨¢s de un bocadillo en las casas donde hab¨ªan pernoctado entregaran en las mesas de la entrada lo que no fueran a c¨®merse. Luego mand¨® levantar la mano a los que no tuvieran nada. Se levantaron muchas manos. Con gesto desolado calcul¨® las necesidades del d¨ªa.La mayor¨ªa de los jornaleros han dormido en domicilios particulares. Una eficaz red de personas se ha ocupado de conseguir los alojamientos. En esas casas de Madrid los andaluces cuentan sus problemas. "No hay trabajo para nadie. Y cuando lo hay, se lo dan a uno de UGT. Y los j¨®venes, ?qu¨¦ van a hacer? Dicen que son vagos, que se pasan el d¨ªa en el bar. Si no tienen nada tendr¨¢n que entretenerse en algo, pero cuando est¨¢n ocupados, en los pueblos no se ve un alma por la noche, porque hay que madrugar". Al d¨ªa siguiente se levantan temprano -"no sabemos s¨ª esta noche volveremos, pero si no nos reciben, a ver...- y se diri gen a la iglesia. All¨ª se inician las primeras asambleas y se deciden las acciones del d¨ªa.
S¨®lo 10 personas est¨¢n ocu padas del servicio de orden. Su misi¨®n es bastante confusa y no parece muy necesaria: recordar que no debe fumarse en el interior del templo, evitar que alguno pierda los nervios o atende alg¨²n desmayo que otro. D¨ªa mantino Garc¨ªa, presidente y fundador del SOC, les encomend¨® ayer una nueva tarea: vigilar la entrada del templo y avisar ante la presencia de personas extra?as. Diamantino explic¨® que el d¨ªa anterior se hab¨ªa de tectado a algunos visitantes de aspecto sospechoso.
Las instrucciones de los dirigentes jornaleros de no perder la calma, de mantener el orden y esperar pacientemente el desarrollo de los acontecimientos se cumple a rajatabla. Nadie intent¨® romper ayer la ins¨®lita manifestaci¨®n -"uno detr¨¢s de otro y en grupos de cinco"- que recorri¨® los algo m¨¢s de mil metros que separan la iglesia de Santo Tom¨¢s de Aquino del palacio de la Moncloa.
Ni siquiera durante los 20 minutos en los que se ignoraba d¨®nde se encontraban los miembros de la comisi¨®n, sacados del palacio presidencial en furgones de la Polic¨ªa Nacional, los jornaleros perdieron la calma. Siguieron sentados en el arc¨¦n de la autopista de La Coru?a y esperaron pacientemente "a que vengan, porque ellos seguro que vendr¨¢n".
Es la misma paciencia con que las personas llegadas a Madrid dicen que "esperaremos aqu¨ª hasta que se resuelva todo, a que nos den una respuesta". La misma con la que se detienen cuando la Polic¨ªa Nacional interrumpe su marcha o celebran asambleas inacabables. Tienen, dicen, todo el tiempo del mundo. Y poco m¨¢s.
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