Ella, la primera y la ¨²nica, no se equivoc¨®
Hace unos minutos acabo de enterarme del fallecimiento de Victoria Kent. Me ha impresionado profundamente. Es para todos los dem¨®cratas una p¨¦rdida irreparable y, en especial, para Instituciones Penitenciarias, donde a pesar de sus largos a?os de ausencia, s¨®lo interrumpida cuando visit¨® nuestro pa¨ªs, ha estado presente en el pensamiento de los que hemos luchado siempre por una reforma y mejora de nuestros centros penitenciarios, tarea por lo dem¨¢s nunca acabada.Es curioso observar c¨®mo en el pasado siglo y en el presente han sido dos mujeres las que dieron un vuelco a las prisiones espa?olas. Concepci¨®n Arenal y Victoria Kent, personas ambas de una gran sensibilidad. La primera fue visitadora de prisiones, la segunda, la primera y ¨²nica, hasta el presente, directora general.
Fue una mujer llena de ideas, algunas de ellas consideradas revolucionarias para su tiempo, los a?os 30, en un per¨ªodo de nuestra historia, la primera mitad de esa d¨¦cada, que se caracteriz¨® por las muchas ideas que bull¨ªan en los mejores pensadores y pol¨ªticos de nuestro pa¨ªs, para tratar de que Espa?a fuera un pa¨ªs moderno equiparable a los m¨¢s avanzados de la ¨¦poca.
Durante la segunda rep¨²blica, se construyeron numerosos establecimientos penitenciarios que respond¨ªan a una nueva filosof¨ªa, dise?ados durante la etapa de Victoria Kent que, desgraciadamente, no desempe?¨® el cargo todo el tiempo que hubiera sido deseable. Era sin duda consciente de que un pa¨ªs mide su talante democr¨¢tico, entre otras cosas, por el trato que reciben los detenidos y presos. L¨¢stima que la semilla por ella sembrada fuera pisoteada brutalmente por el franquismo poco despu¨¦s, recuper¨¢ndose la esperanza de llevar a la pr¨¢ctica sus ideas much¨ªsimos a?os m¨¢s tarde. Su pensamiento est¨¢ sin duda reflejado en la actual legislaci¨®n penitenciaria, primera con rango de org¨¢nica que aprobaron nuestras Cortes Generales despu¨¦s de la Constituci¨®n.
Respeto a los reclusos
El principio de legalidad que no ha de detenerse ante el muro de las prisiones y el respeto a las personas privadas de libertad, sujetos de obligaciones pero tambi¨¦n de derechos, encuentran hoy respuesta en nuestra legislaci¨®n, como ella deseaba.
Habi¨¦ndose transformado radicalmente hoy la delincuencia, muy diferente cierto es a la de hace cincuenta a?os, no deben sin embargo olvidarse jam¨¢s esos principios por quienes son funcionarios del Estado, a¨²n comprendiendo muchas veces las dificultades para llevar a cabo su cometido.
Nunca olvid¨® Victoria Kent que la mayor¨ªa de las gentes que habitan en las prisiones, proceden del mundo de la marginaci¨®n. Tal vez ten¨ªa presente el texto de un mural de una prisi¨®n madrile?a del pasado siglo -durante el cual primaba el "enchufismo" incluso en el interior de las c¨¢rceles, no del todo desparecido hoy en d¨ªa aunque se haya ganado mucho terreno en este sentido-, y que recordaba hace unos a?os en un libro D¨ªaz Nosty: "En este sitio maldito, donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza". Ella dese¨® terminar con las desigualdades.
La huella que dejan personas como Victoria Kent son siempre imperecederas. Ella no pudo concluir su reforma. En realidad nunca se acabar¨¢, pues mientras existan un s¨®lo establecimiento penitenciario, la reforma ser¨¢ constante y permanente. S¨ª dej¨® claro cu¨¢l es el camino a seguir, recorrido ya en varios kil¨®metros, pero quedando todav¨ªa muchos para poder alcanzar la meta. Hay que continuar su esfuerzo. Que es el mejor homenaje que podemos rendirle.
Por mi parte, s¨®lo a?adir que junto a muchas amarguras, tuve grandes satisfacciones, entre otras, desempe?ar el mismo puesto que ocup¨® Victoria Kent. Dir¨¦ que, tras estar durante muchos a?os arrinconado en los sot¨¢nos del Ministerio de Justicia, un bell¨ªsimo busto de la Kent, se recuper¨® con el transcurso de los a?os y se encontraba cuando llegu¨¦, en el despacho de quien hoy es directora general de otro ramo. Yo lo "hurt¨¦" y lo llev¨¦ a mi despacho, que siempre estuvo presidido por su rostro, sin que nunca le faltara una rosa a su lado. No s¨¦ si con acierto, posiblemente no, pero siempre trat¨¦ de inspirarme en ella. Yo s¨¦ que ella no se equivoc¨®.
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