Goliat
Del campamento de los filisteos sali¨® un hombre bastardo llamado Goliat, cuya estatura alcanzaba seis codos y un palm¨®, equivalentes a casi tres metros de altura. Tra¨ªa en la cabeza un morri¨®n de bronce e iba vestido con una coraza escamada, calzaba inmensas botas tambi¨¦n de bronce y adem¨¢s usaba un gran escudo para defenderse los hombros. El astil de su lanza ten¨ªa el grueso de un enjullo de telar. Este gigante, encaramado en un risco, desafi¨® a las huestes de Israel con bravatas de muerte. Frente a ¨¦l estaba David, pastor nacido en Bel¨¦n, un joven desvalido, aunque de gallarda presencia, h¨¢bil en ta?er el arpa y en el manejo de la honda. El combate entre ellos parec¨ªa desigual. David escogi¨® de? torrente cinco guijarros bien lisos, los guard¨® en el zurr¨®n y desde el valle subi¨® al monte en busca del filisteo, que le esperaba en lo alto de una bre?a cubierto de metales. Mientras aquel bravuc¨®n se deshac¨ªa en amenazas, el peque?o pastor de ojos azules tom¨® la honda y con ella lanz¨® una piedra, la cual fue directa a incrustarse en la testa del gigante, quedando ¨¦ste derribado. Entonces David se abati¨® sobre ¨¦l, y despu¨¦s de segarle el cuello, llev¨® la cabeza de Goliat, triunfalmente, a Jerusal¨¦n. Seg¨²n la historia, as¨ª sucedieron las cosas; pero la historia miente. Las cosas sucedieron al rev¨¦s.Goliat no era filisteo, sino jud¨ªo. Este coloso, adornado con toda la maquinaria de guerra, se paseaba por tierras de Yahv¨¦ repartiendo culatazos a los palestinos con suprema ignominia. En cierta ocasi¨®n, el gigante se hallaba en el filo de un terrapl¨¦n, y hasta all¨ª Reg¨® un humilde muchacho armado s¨®lo con un tirachinas. Este nuevo David se atrevi¨® a arrojar a Goliat un miserable pedrusco que rebot¨® en su admirable coraza. El gigante mont¨® en colera, y dando cuatro zancadas, alcanz¨® en seguida al agresor. Le fij¨® con la bota el gaznate contra el suelo de Abraham y, sin pensarlo nada, le parti¨® los brazos con una -roca. Los huesos del peque?o David saltaron como pi?ones. Luego el gigante le arre¨® dos patadas en los ri?ones y solt¨® una carcajada.
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