La moda del diablo
LA PEZU?A pisa Tur¨ªn, Florencia, Roma. Es l¨®gico que el diablo est¨¦ m¨¢s frecuentemente en Italia, pa¨ªs que alberga la direcci¨®n de la Iglesia cat¨®lica -que, sin duda, es la que m¨¢s le importa al demonio: la que ha quemado a m¨¢s de los suyos-, y que difunda desde all¨ª su mejor pensamiento; y las formas actuales del pensamiento son la moda y la imagen. El gran dise?o italiano del diablo viene de las misas negras de Tur¨ªn y Florencia, del centenar de sectas diabolistas, de los robos de hostias consagradas para las ceremonias diab¨®licas, de exposiciones, congresos y ensayos. La Iglesia le confirma. El Papa ha repetido varias veces que el diablo existe -"est¨¢, incluso, en los partidos pol¨ªticos", ha precisado; ya lo dice tambi¨¦n una autoridad espa?ola, Arespacochaga- , y uno de sus ministros, Baget-Bozzo (diputado y escritor, adem¨¢s de sacerdote), encuentra su manifestaci¨®n en el comunismo y los nazismos de este siglo, en el terrorismo, las drogas y la mafia. Su mayor y m¨¢s inteligente temor es "que Dios aparezca como demonio".Ciertamente, hay una manera de pensar seg¨²n la cual el ¨¢ngel malo gan¨® aquel famoso combate y el buen Dios est¨¢ prisionero en los abismos. No se explican de otra manera los fen¨®menos de la vida cotidiana: no ya terrorismos y mafias, ni siquiera hambrunas, pestes, SIDA, paro y miseria, sino las dolorosas sutilezas de civilizaci¨®n que afectan directamente a cada individuo, que consiguen que, finalmente, todo vaya para peor, en cada placer haya escondido un dolor y un riesgo, y unas penas de muerte en cada conquista material, social o costumbrista humana. Es una forma mezquina del mal, y Einstein, observ¨¢ndola, dec¨ªa que Dios es sutil, pero no mezquino. Otros cient¨ªficos concretan precisamente la presencia del diablo en lo que llaman "entrop¨ªa" (dentro de la segunda ley de la termodin¨¢mica): una misteriosa fuerza existente con ten encia a trans ormarlo todo en inorg nico, a devorar la energ¨ªa y desarticular y debilitar lo que se crea.
Como se ve, no son todo figuraciones de turineses ni sutilezas de cardenales: hay otros pensadores materialistas que tienen miedo y que ven en sus c¨¢lculos al Maligno. Pero la moda rehace la imagen antigua, que se va extendiendo. Las pel¨ªculas de demonios y endemoniados, los tratados y las novelas, las tiendas de esoterismo que aparecen hasta en las ciudades espa?olas, y algunos cultos que se extienden por el mundo. M¨¢s ac¨¢ de lo impalpable, las gentes est¨¢n creyendo que hay algo que se mezcla en todo y que causa la desesperaci¨®n, el desaliento y el cansancio. Los psiquiatras tratan de curarlo bajo el nombre de depresi¨®n; pero ahora se est¨¢ pasando directamente del psiquiatra al culto diab¨®lico, con alguna posibilidad de mejorar.
Antes hab¨ªa otras formas culpables; la m¨¢s reciente fue el comunismo, y de una manera concreta, la URSS (el ministro espa?ol Arias Salgado cre¨ªa que el diablo sal¨ªa por un pozo petrol¨ªfero desafectado de Bak¨² y daba instrucciones directas a Stalin !obre lo que ten¨ªa que hacer); pero a medida que esa fuerza del mal se esfuma, o es atacada a su vez por la entrop¨ªa, o ha dejado de ser favorita del diablo, hay un desasimiento de los miedosos a las cosas de este mundo y vuelven a las del m¨¢s all¨¢.
Espa?a parece poco contagiada hasta ahora; o la adoraci¨®n es demasiado clandestina o todas estas ideas son demasiado especulativas y los exorcistas no pueden trabajar seriamente en ellas. O lo que es m¨¢s representativo: que aqu¨ª ya no interesa ni eso y sea precisamente esto lo m¨¢s diab¨®lico.
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