Las lecciones de octubre
El s¨¢bado 27 de octubre de 1962, en el punto ¨¢lgido de la crisis de los misiles cubanos, el asistente personal de Nikita Jruschov y un miembro del comit¨¦ central llevaron a sus familias fuera de Mosc¨², porque esperaban un ataque nuclear norteamericano sobre la capital. Simult¨¢neamente, en Washington era una hermosa noche de oto?o, y mientras abandonaba el despacho del presidente Kennedy para dirigirme al Pent¨¢gono, pens¨¦ que a lo mejor no vivir¨ªa para ver otra noche de s¨¢bado. Aunque parezca melodram¨¢tico, era lo que realmente pens¨¢bamos en ambos bandos durante esos momentos cr¨ªticos.Hace 10 a?os, funcionarios sovi¨¦ticos, cubanos y norteamericanos que hab¨ªamos participado en los acontecimientos de 1962, incluyendo a hombres tales como Andrei Gromiko, ex ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, y Risket Valdez, miembro del Gobierno de Castro, nos reunimos en Mosc¨² para reconstruir la crisis. Nos preguntamos c¨®mo se hab¨ªa originado, c¨®mo evolucion¨®, c¨®mo termin¨® y las lecciones aprendidas. Todos est¨¢bamos muy impresionados por los juicios err¨®neos y el grado de desinformaci¨®n que imperaba en ambas partes.
Antes de que los misiles sovi¨¦ticos fueran introducidos en Cuba en el verano de 1962, tanto sovi¨¦ticos como cubanos cre¨ªan que EE UU intentaba invadir la isla para derrocar a Castro y su Gobierno. No ten¨ªamos tal intenci¨®n. Cre¨ªamos que los sovi¨¦ticos no sacar¨ªan cabezas nucleares fuera de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. Lo hicieron. Los sovi¨¦ticos creyeron que los misiles podr¨ªan introducirse secretamente en Cuba sin ser detectados y que cuando se revelara su presencia, nosotros no responder¨ªamos. En esto tambi¨¦n se equivocaron. Por ¨²ltimo, aquellos que incitaron al presidente Kennedy para que la Fuerza A¨¦rea de EE UU destruyera los misiles y a continuaci¨®n se llevara a cabo una invasi¨®n por tierra y mar ciertamente estaban equivocados en creer que los sovi¨¦ticos no responder¨ªan con una acci¨®n militar. En ese momento, la CIA inform¨® que hab¨ªa 10.000 soldados sovi¨¦ticos en Cuba. Nos enteramos en Mosc¨² de que hab¨ªa 40.000. Tambi¨¦n sabemos ahora que hab¨ªa 270.000 soldados cubanos bien pertrechados. Ambas fuerzas estaban determinadas, en palabras de sus comandantes, a "luchar hasta morir". Los dirigentes cubanos estimaron que tendr¨ªan unas 100.000 bajas. Los sovi¨¦ticos manifestaron su incredulidad de que no hubi¨¦ramos pensado, ante derrota semejante, que ellos responder¨ªan militarmente en alg¨²n lugar del mundo, tal vez contra los misiles norteamericanos J¨²piter en Turqu¨ªa o las fuerzas occidentales en Berl¨ªn.
?Cu¨¢les fueron las lecciones aprendidas? Convinimos que eran dos:
- En esta era nuclear, dirigir una crisis constituye algo dif¨ªcil, incierto y peligroso. Debido a la desinformaci¨®n y los errores de c¨¢lculo, no podemos predecir de manera segura las consecuencias de la acci¨®n militar entre las superpotencias y sus aliados.
- Por tanto, debemos dirigir nuestro esfuerzo a evitar las crisis.
La causa visible de la crisis fue la introducci¨®n en Cuba de misiles con capacidad nuclear y dispuestos en direcci¨®n a ciudades norteamericanas. Sin embargo, constituy¨® de manera fundamental un acto de la guerra fr¨ªa; de las grandes incomprensiones y la profunda desconfianza que durante cuatro d¨¦cadas han existido entre Este y Oeste. Esto debe cambiarse.
Hemos avanzado poco en este sentido durante los ¨²ltimos 26 a?os. Parece que ahora Mijail Gorbachov est¨¢ intentando hacer un poco m¨¢s. El tema que el secretario general retoma cuando se discute sobre pol¨ªtica exterior es su creencia de que las modernas tecnolog¨ªas militares tanto en lo relativo a armas nucleares como a las convencionales ultramodernas, han hecho de la guerra entre las superpotencias un medio inaceptable para lograr objetivos pol¨ªticos.
En general, las reacciones occidentales a la apertura de Gorbachov han sido muy cautas, especialmente en EE UU. Con todo, el l¨ªder sovi¨¦tico intenta cambios tan espectaculares, tan revolucionarios, como para dar a entender, literalmente, si deseo de acabar con la guerra fr¨ªa. Ni las directivas nacionales ni las instituciones internacionales se han adaptado a tal posibilidad. El mundo actual a¨²n est¨¢ organizado para reflejar la rivalidad -en realidad la enemistad- entre los bloques socialista y capitalista.
Estados Unidos y la Uni¨®n Sovi¨¦tica juntos necesitan tener una visi¨®n del mundo sin esa enemistad. No ser¨ªa un mundo sin conflictos: conflictos entre grupos dentro de las naciones y conflictos a trav¨¦s de las fronteras. Las diferencias raciales y ¨¦tnicas seguir¨¢n existiendo. Las disputas hist¨®ricas sobre frontera pol¨ªticas continuar¨¢n. Las revoluciones pol¨ªticas estallar¨¢n. La diferencia econ¨®mica entre las naciones se acrecentar¨¢ mientras la revoluci¨®n tecnol¨®gica se extienda de manera desigual a trav¨¦s del globo.
En esos aspectos, el mundo del futuro no ser¨¢ muy distinto del mundo del pasado. Sin embargo, ser¨ªa muy diferente si las superpotencias llegaran a un acuerdo sobre dos cosas: primero, ninguna tratar¨ªa de sacar ventaja de tales disputas para incrementar o extender su poder pol¨ªtico o militar m¨¢s all¨¢ de sus propias fronteras; segundo, cada una mantendr¨¢ relaciones bilaterales de acuerdo con las normas de conducta que impidan el uso de la fuerza.
Me resulta inconcebible que nos content¨¢ramos con seguir con el actual curso del enfrentamiento Este-Oeste durante otros 40 a?os. Los riesgos de un conflicto militar de desastrosos resultados, tan dram¨¢ticamente puestos en claro por nuestro reexamen de la crisis cubana de los misiles, resultan totalmente inaceptables. Juntos, tenemos la mejor oportunidad desde el fin de la II Guerra Mundial para replantear nuestras relaciones. Podemos entrar en el siglo XXI con una relaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s estable entre Este y Oeste, y con una estrategia militar completamente distinta: con una fuerza nuclear mucho m¨¢s reducida, no m¨¢s de unos pocos cientos de armas o tal vez s¨®lo decenas, en lugar de 50.000; con fuerzas convencionales equilibradas en una cota mucho m¨¢s baja y en posiciones defensivas m¨¢s que ofensivas; con un riesgo mucho menor de que las naciones se destruyan por un conflicto no deliberado. Si logramos romper las ideas fijas de las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, podremos ayudar a desarrollar las relaciones entre las naciones de manera que conduzcan a un mundo m¨¢s apacible y m¨¢s pr¨®spero.
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