Un t¨¦ a la menta en el rodaje
Bertolucci y Ben Barka dirigen en el norte de Marruecos dos superproducciones de cine
Un coche trepa penosamente por la calle de Portugal en direcci¨®n al cementerio jud¨ªo de T¨¢nger. A mitad de su camino, media docena de mujeres cubiertas con p¨¢lidos velos conversan animadamente en las escaleras de la antigua legaci¨®n norteamericana. M¨¢s all¨¢, unos hombres con ra¨ªdas chilabas ven pasar las horas sentados contra una tapia. Se escucha el eco de las transacciones de la cercana pescader¨ªa del zoco grande, y hasta se huelen sus mercanc¨ªas. Todo es m¨¢s o menos normal, una estampa cl¨¢sica de una ma?ana del oto?o norteafricano, con sol, algo de viento y poca bulla. Pero no, la escena es falsa, es cine.
El coche que trepa es un precioso Citro?n de los a?os cuarenta, una pieza de coleccionista que en realidad no sube por s¨ª solo, sino arrastrado por un cami¨®n. Y en la parte izquierda de su cap¨® hay instalada una c¨¢mara de la que cuelga inveros¨ªmilmente un tipo que rueda sin parar.Dos damas con trajes tipo Ingrid Bergman en Casablanca conversan en la parte posterior del Citro?n. Una es joven, delgada y de aspecto m¨¢s bien circunspecto; la otra le dobla en edad, es gorda y su cabello rubio es tan estridente como su infatigable palique. Son las actrices Debra Winger y Jill Bennet, representando, respectivamente, los papeles de Kit y mistress Lyle, los dos personajes femeninos principales de The sheltering sky (Cielo protector o Un t¨¦ en el S¨¢hara), la novela de Paul Bowles sobre la que Bernardo Bertolucci est¨¢ construyendo su pr¨®xima pel¨ªcula.
En T¨¢nger a¨²n dura la resaca de la gran fiesta de cumplea?os que el pasado verano organiz¨® en la ciudad el multinillonario Malcolm Forbbes con Elizabeth Taylor como estrella invitada. Fue como en los buenos tiempos del T¨¢nger cosmopolita: aviones privados descargando pr¨ªncipes, actores y ricachones, calles engalanadas, danzas orientales, destellos de flashes sobre escotes enjoyad¨ªsimos, borracheras monumentales y, en fin, todo lo que el dinero puede comprar y m¨¢s.
Pues bien, todav¨ªa brilla el recuerdo de esa fiesta y ya est¨¢n aqu¨ª las gentes del cine, ni m¨¢s ni menos que las huestes de Bertolucci, el director de El ¨²ltimo emperador, la pel¨ªcula de los nueve oscars. Para los tangerinos es Hollywood; para el Gobierno marroqu¨ª, una estupenda ocasi¨®n de promocionar la imagen tur¨ªstica del pa¨ªs. Un ministro ha viajado desde Rabat a T¨¢nger para dar la bienvenida a Bertolucci y poner en pie el dispositivo necesario para que no le falte de nada.
Bertolucci y las primeras figuras del reparto se albergan en el hotel Minzah, el sitio justo. El Minzah est¨¢ entre el zoco grande y el Boulevard Pasteur, y tiene un patio andaluz con finos azulejos y un jard¨ªn con piscina y palmeras en cuyas mesas toman t¨¦ a la menta damas y caballeros que hablan ingl¨¦s, franc¨¦s o italiano y luchan para que el vientecillo no se lleve los planes de rodaje. A Bertolucci se le ve poco por all¨ª. El maestro madruga mucho y desde hora muy temprana anda de la Ceca a la Meca.
A un par de horas en autom¨®vil de T¨¢nger, en la monta?osa Xauen, un hombre peque?o, de ensortijado cabello del color de la ceniza y rostro oscuro y chispeante, dirige tambi¨¦n una superproducci¨®n cinematogr¨¢fica. Es el marroqu¨ª Sulieil Ben Barka y su pel¨ªcula La batalla de los tres reyes o Tambores de fuego. Ben Barka est¨¢ en una celda de la peque?a fortaleza local y da instrucciones al actor Harvey Keitel, con el cabello largo, la barba descuidada y el h¨¢bito de un monje espa?ol de finales del siglo XVI. ?sa es la ¨¦poca en que se sit¨²a la historia del sult¨¢n Abdelmalek, contada en la pel¨ªcula.
A Ben Barka le divierte que su destino haya vuelto a cruzarse con el de Bertolucci. El director marroqu¨ª y el italiano se conocieron en Roma a principios de los a?os sesenta, cuando ambos comenzaban sus carreras como ayudantes de Pasolini. Ahora los dos realizan en el norte de Marruecos sus respectivas sextas pel¨ªculas, y en pocos d¨ªas, a comienzos de noviembre, los equipos de The sheltering sky y de La batalla de los tres reyes confluir¨¢n en Erfud, en las puertas del S¨¢hara marroqu¨ª. Bertolucci rodar¨¢ all¨ª algunas escenas de desierto; Ben Barka, la reconstrucci¨®n del combate que da t¨ªtulo a su pel¨ªcula, con 6.000 figurantes y casi un millar de caballos y camellos.
?ngela Molina
Ha ca¨ªdo la noche y Ben Barka ataca ahora con las manos el mechui, el cordero asado de la cena ofrecida por el gobernador de Xauen al equipo de La batalla de los tres reyes. La velada se desarrolla frente al parador, bajo unas jaimas o tiendas multicolores instaladas para la ocasi¨®n. Massimo Ghinni, ?ngela Molina, Harvey Keitel, Murray Abraham, Hugo Tognazzi y Oleg Godaiev acompa?an con palmas a los grupos de m¨²sica tradicional marroqu¨ª, y a su vez se convierten en espect¨¢culo para las decenas de ni?os de cabezas rapadas que asoman por todas partes y que los polic¨ªas intentan espantar con grandes aspavientos.El agasajo del gobernador ha coincidido con el cumplea?os de dos actores. Massimo Ghinni, que hace en la pel¨ªcula de Abdelmalek, celebra el suyo visti¨¦ndose con chilaba blanca, babuchas amarillas y fez rojo. El joven gal¨¢n desborda simpat¨ªa latina, mientras su novia, una rubia peque?a y bien formada, posa a su lado para los fot¨®grafos de la prensa del coraz¨®n italiana. La chica coquetea ostensiblemente dentro de un fastuoso caft¨¢n.
Murray Abraham, el otro actor que celebra su aniversario, rechaza, en cambio, las alharacas. Est¨¢ en plena crisis estomacal y s¨®lo por cortes¨ªa ha bajado a las jaimas. Su rostro parece tallado por tormentos interiores, de la misma manera que el de su colega Harvey Keitel dir¨ªase formado en lucha con la naturaleza, como el de un le?ador.
Ben Barka les est¨¢ contando que ¨¦l vio por primera vez una pel¨ªcula a los 23 a?os, en Roma, donde acababa de llegar para estudiar matem¨¢ticas. Keitel apenas puede creerlo. "?De veras?", pregunta. "S¨ª, s¨ª. Hasta entonces yo siempre hab¨ªa vivido en Tombuct¨², y all¨ª, desde luego, no hab¨ªa ninguna sala de cine".
Jaime Oriol dice que ahora que la mayor¨ªa de los espa?oles miran con la boca abierta al Norte, ¨¦l ha optado por el Sur, y por eso se ha lanzado a coproducir La batalla de los tres reyes, una pel¨ªcula destinada a ser "el buque insignia del cine marroqu¨ª". "?Sabes que el propio Hassan II telefonea peri¨®dicamente a Ben Barka para ver c¨®mo va el rodaje?".
En la pel¨ªcula, ?ngela Molina es Faisa, la protagonista femenina, una morisca espa?ola enamorada de Abdelmalek, que terminar¨¢ siendo vendida al turco Soleim¨¢n el Magn¨ªfico. "La pobre", dice de su personaje ?ngela Molina, que pese a un catarro a¨²n no curado, un dolor de muelas y la nostalgia de sus tres hijos est¨¢ encontrando la monta?osa Xauen "de cuento".
Colores
?ngela Molina sube las cuestas lament¨¢ndose de los estragos del mucho fumar; se conmueve al ver a las rife?as con sus pa?oletas de colores chillones dobladas hasta la cintura por el peso de la le?a o el forraje; disfruta regateando en las tiendas de artesan¨ªa; se enternece con los muchos ni?os, y alucina con la incandescencia del azul con el que est¨¢n pintados los z¨®calos de las casas. Entonces se acuerda de su padre, que iba mucho a cantar al teatro Cervantes de T¨¢nger.Pero para las gentes del cine no es ¨¦ste tiempo de descansar en Marruecos. Al menos no para los participantes en los rodajes de las pel¨ªculas de Ben Barka y Bertolucci. Los productores de Bertolucci han instalado su cuartel general en una sala del hotel tangerino Les Alhomades.
Es imposible guardar un secreto en T¨¢nger, la ciudad abierta al Atl¨¢ntico y al Mediterr¨¢neo, a Europa, ?frica y Am¨¦rica, la hermana de Beirut y Alejandr¨ªa. Por eso Paul Bowles, el autor de la novela que ha inspirado a Bertolucci, escogi¨® hace ya m¨¢s de 30 a?os quedarse a vivir aqu¨ª: porque era una ciudad sin murallas. En T¨¢nger todo el mundo est¨¢ hoy al corriente de lo que se trajinan las gentes del cine.
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