Y ahora, el ajuste
TRAS EL par¨¦ntesis electoral, tanto el Gobierno actual como el que le suceda dentro de unas semanas deber¨¢n plantearse la estrategia econ¨®mica de los pr¨®ximos meses, cuya discusi¨®n ha sido diferida hasta conocerse el resultado de las elecciones. Los problemas que tiene planteados la pol¨ªtica econ¨®mica no son simples ni admiten, algunos de ellos, excesivas dilaciones.Tal es el caso del presupuesto para el pr¨®ximo a?o, cuyas l¨ªneas generales no parecen haber sido definidas, aparte de algunas vagas indicaciones sobre el car¨¢cter relativamente restrictivo del cap¨ªtulo de gastos. Y lo mismo sucede con el sector exterior, cuyo deterioro contin¨²a inexorablemente. Los ¨²ltimos datos apuntan a un d¨¦ficit por cuenta corriente para el conjunto del a?o del orden de los 12.000 millones de d¨®lares, algo m¨¢s del 3% del PIB. En cuanto a la inflaci¨®n, el ¨ªndice de precios al consumo refleja un aumento del 7%, que probablemente se mantenga de aqu¨ª a fin de a?o. Se trata de un panorama distinto del que corresponde a nuestros principales socios comunitarios, especialmente de aquellos cuyas monedas forman parte del Sistema Monetario Europeo (SME), que, salvo Italia, tienen sus balanzas por cuenta corriente equilibradas o en excedente y cuya inflaci¨®n se sit¨²a entre el 3% y el 4%. La contrapartida de esta situaci¨®n se encuentra en un crecimiento m¨¢s r¨¢pido que el de nuestros principales competidores y, consecuentemente tambi¨¦n, en una mayor creaci¨®n de empleo. Pero la cuesti¨®n consiste en saber durante cu¨¢nto tiempo podremos mantener la actual tasa de crecimiento sin que aumenten los desequilibrios.
Las declaraciones oficiales durante la campa?a han insistido en que no hace falta tomar medidas adicionales para propiciar el ajuste de la econom¨ªa espa?ola. El principal valedor de esta tesis ha sido el presidente del Gobierno, secundado por algunos otros ministros y altos cargos. Seg¨²n esta tesis, la restricci¨®n monetaria comienza a dar sus frutos, de tal manera que la desaceleraci¨®n del crecimiento de la demanda interior de la econom¨ªa proseguir¨¢ en los pr¨®ximos meses hasta que se alcance un crecimiento sostenible a medio plazo. El problema, planteado en estos t¨¦rminos, no consiste en saber si hace falta o no reducir la tasa de crecimiento de la demanda interior; de lo que se trata en realidad, es de dilucidar si las medidas adoptadas son suficientes.
La respuesta es probablemente negativa, tanto desde la vertiente de la inflaci¨®n como desde la perspectiva del desequilibrio exterior. En cuanto al primer problema, los sindicatos ya han anunciado que reclamar¨¢n aumentos salariales comprendidos entre el 7% y el 8% para el a?o que viene, lo cual resulta dif¨ªcilmente compatible con una reducci¨®n de la tasa actual de crecimiento de los precios. Es evidente que dicho crecimiento est¨¢ estrechamente ligado al de los salarios y que, por consiguiente, si se quiere obtener una reducci¨®n significativa de la tasa de inflaci¨®n es imprescindible llegar a alg¨²n tipo de acuerdo con los sindicatos. El punto de partida no es demasiado esperanzador: a la larga querella entre Gobierno y sindicatos hay que a?adir la falta de credibilidad de las previsiones oficiales en el terreno de la inflaci¨®n.
El desequilibrio exterior tampoco se presta a excesivos optimismos. El d¨¦ficit de la balanza comercial alcanzar¨¢ los 25.000 millones de d¨®lares, lo que nos coloca en tercer lugar en el mundo, tras Estados Unidos y el Reino Unido. Es cierto que los ingresos por turismo y las transferencias reducir¨¢n esta cantidad hasta unos 12.000 millones de d¨®lares, pero aun as¨ª la magnitud del desequilibrio es demasiado fuerte. La desaceleraci¨®n de la demanda interna deber¨¢ ser mucho m¨¢s importante de lo que se dice para mantener el d¨¦ficit de la balanza por cuenta corriente dentro de los l¨ªmites de lo manejable. A ello contribuye el hecho de nuestra entrada en el SME, que implica necesariamente ajustes reales m¨¢s dr¨¢sticos que en una situaci¨®n de plena autonom¨ªa de la pol¨ªtica cambiaria. Se podr¨¢ aceptar o rechazar la entrada en el mecanismo de cambio comunitario, pero lo que parece fuera de dudas son las consecuencias de la entrada: la convergencia de las pol¨ªticas econ¨®micas, mucho m¨¢s acentuada cuando se acepta la disciplina de los tipos de cambio, deber¨¢ reflejarse, entre otras cosas, en un presupuesto austero y riguroso.
De momento, el Gobierno parece dispuesto a esperar alg¨²n tiempo m¨¢s, prisionero de las promesas electorales. Los datos parecen indicar la necesidad de adoptar nuevas medidas de ajuste, aunque es pronto para poder afirmarlo con plena seguridad. Mientras tanto, lo aconsejable ser¨ªa iniciar conversaciones con los agentes sociales para tratar de valorar mejor la situaci¨®n actual, sus incertidumbres y sus riesgos. S¨®lo as¨ª ser¨ªa posible acercar la posibilidad real de llevar a cabo una pol¨ªtica de rentas que complementara el resto de actuaciones de los poderes p¨²blicos.
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