?Vuelve la izquierda?
Los n¨²meros parecen indicarlo. Con excepciones como esta ciudad de Madrid, cuyos habitantes acomodados tan poco agradecen una pol¨ªtica pensada y realizada para ellos, el mapa electoral apenas ha sufrido cambios significativos el 29 de octubre, y dentro de ese panorama de estabilidad lo m¨¢s relevante ha sido la doble victoria de las opciones autodefinidas como de izquierda. Izquierda Unida (IU) sale por fin de la sima en que se hundiera el Partido Comunista de Espa?a (PCE) de Santiago Carrillo hace siete a?os y el PSOE revalida un tercer mandato para dirigir el pa¨ªs. El centro declina irreversiblemente y la derecha trabaja de cara al medio y largo plazo.Ahora bien, vistas las cosas de cerca, el panorama resulta menos optimista. Pasado el susto de una mala noche, nada indica que el PSOE ensaye una rectificaci¨®n de su modelo pol¨ªtico. Ni en sus relaciones con los sindicatos, donde el objetivo principal consistir¨¢ previsiblemente ahora en intensificar el acoso y derribo del grupo dirigente encabezado por Nicol¨¢s Redondo, ni en la concepci¨®n del aparato de Estado como f¨¦rreo tutor de las conciencias de los ciudadanos. Ante lo que est¨¢ ocurriendo en TVE, antes, en y despu¨¦s de la noche electoral, hay que apelar con desesperaci¨®n a los cl¨¢sicos del liberalismo para recordar lo que significa la informaci¨®n en la democracia. Lo que Tocqu¨¦ville dijera de la Prensa ha de aplicarse hoy a la nueva estructura de los medios, para concluir desde ese ¨¢ngulo que la libertad pol¨ªtica est¨¢ siendo cada d¨ªa seriamente da?ada, y mal podremos esperar remedio del pluralismo restringido de Berlusconi o de redes censitarias. Por este lado, el balance para la izquierda es de suma cero.
En cuanto al salto electoral de Izquierda Unida, su principal efecto reside en que por vez primera desde 1982 cabe reconocer la existencia de una plataforma pol¨ªtica para la izquierda en Espa?a. La autodestrucci¨®n del PCE hac¨ªa temer una supervivencia estrictamente marginal, con cuatro o seis diputados comunistas y una presencia efectiva limitada a unos cuantos focos de resistencia: Andaluc¨ªa, Madrid, Asturias, provincias de Barcelona y Valencia. Ahora lo importante no son s¨®lo las espectaculares recuperaciones de Madrid o Barcelona, sino las subidas en zonas como Vizcaya o Navarra, donde la llama parec¨ªa extinguida definitivamente. Hay, pues, posibilidad de hacer pol¨ªtica con un objetivo que se apunta con claridad: confirmar en lo sucesivo la trayectoria ascendente.
Sin perspectivas de futuro, un movimiento pol¨ªtico ha de limitarse a aplazar, como tantos otros partidos comunistas occidentales, el momento de desaparici¨®n.
La secuencia electoral, desde octubre de 1982 a las propias europeas de junio pasado, situaba a los comunistas espa?oles en la misma perspectiva. Ahora la tendencia se ha invertido y ello hace que Izquierda Unida pueda pensar en un futuro pol¨ªtico real y no imaginario para representar a los amplios sectores sociales que se desgajan por la izquierda del PSOE. No es poca cosa.
Posibilidad
De ah¨ª que los primeros comentarios de sus dirigentes insistan una y otra vez en valorar lo ocurrido como una consolidaci¨®n. Ahora bien, consolidar ?qu¨¦? Quiz¨¢ fuera m¨¢s exacto hablar de la aparici¨®n de una posibilidad.
Ser¨ªa francamente penoso que los buenos resultados en las movilizaciones de la campa?a y en las urnas se confundieran con el precario proceso que en torno al PCE desemboc¨® en una asamblea constituyente de Izquierda Unida donde imperaron los controles desde el v¨¦rtice y las unanimidades propias de los mejores tiempos pasados.
Dada la debilidad del punto de partida, aquello fue tal vez una exigencia t¨¦cnica para ofrecer una apariencia de realidad y permitir la recuperaci¨®n de la perdida comuni¨®n entre el l¨ªder y las masas. Pero es claro que si Izquierda Unida aspira a constituir un movimiento sociopol¨ªtico de amplio espectro, lo que arranca de quebrar el viejo caparaz¨®n de modos pol¨ªticos del PCE, ha de volver la hoja del pasado y pensar en la conjugaci¨®n de las fuerzas sociales que ahora apuntan hacia ella. Ante todo, el buen ¨¦xito de imagen por la incorporaci¨®n de algunos socialistas hist¨®ricos, se?uelo electoral que encaj¨® muy bien en la llamada al voto UGT, plantea con urgencia el tema de la recomposici¨®n del componente socialista de Izquierda Unida, tanto org¨¢nica como ideol¨®gicamente.
La advertencia del viejo Engels relativa a la captaci¨®n de los seguidores de Lassalle por la naciente socialdemocracia mantiene su validez: "La justa t¨¢ctica de la propaganda no consiste en arrancar o desviar aqu¨ª y all¨ª del adversario unos cuantos individuos, miembros de la organizaci¨®n adversa, sino de actuar sobre la gran masa de aquellos que a¨²n no han tomado posici¨®n". Igual que ocurre con el estado nebuloso en que, otra vez con la excepci¨®n de los notables, se halla el sector independiente de la coalici¨®n, la presencia socialdem¨®crata se mantiene en la indeterminapi¨®n, escindida entre un peque?o partido sin relieve y las figuras individuales. La hegemon¨ªa comunista queda as¨ª garantizada, pero dentro de una f¨®rmula de captaci¨®n / instrumentalizaci¨®n que tiene m¨¢s que ver con los a?os treinta que con la refundaci¨®n de una izquierda pol¨ªtica puesta al d¨ªa.
Discurso dual
El desequilibrio afecta asimismo a una perspectiva ideol¨®gica a¨²n sometida a oscilaciones pendulares. Los comentaristas hablan de moderaci¨®n en las declaraciones de la campa?a, lo que remitir¨ªa a esa deseable expectativa de reconciliaci¨®n entre las tradiciones socialdem¨®crata y comunista, pero en el v¨¦rtice se mantiene un discurso dual con toda la negatividad cargada en la cuenta de la sociedad capitalista y una alternativa a la que ya no se llama, l¨®gicamente, construcci¨®n del comunismo, pero que apunta a una clara contraposici¨®n a aqu¨¦lla. M¨¢s que un planteamiento marxista, son las dos ciudades agustinianas, incluso en las referencias simb¨®licas, lo cual no encaja demasiado bien con la definici¨®n de una estrategia reformadora. A pesar de la composici¨®n de la alianza, la socialdemocracia sigue encerrada en el infierno y el socialismo real navega entre las actitudes tomadas en Estrasburgo al lado del Partido Comunista Italiano (PCI) y una cordialidad tradicional de fondo. Por todo ello, el complejo problema de la izquierda sociol¨®gica en Espa?a, articulada sindical pero no pol¨ªticamente, encuentra s¨®lo la respuesta de la autocomplacencia. Una vez recuperada en votos, Izquierda Unida "ocupa el centro del ruedo", apreciaci¨®n un tanto desmesurada, eco de la antigua concepci¨®n del partido-vanguardia, desde la que dif¨ªcilmente incidir¨¢ sobre los problemas centrales del sistema pol¨ªtico, salvo en un plano testimonial.
Sin garant¨ªas
En todo caso habr¨ªa que advertir que nada garantiza el ¨¦xito de la posible racionalizaci¨®n. La reciente experiencia italiana muestra m¨¢s bien lo contrario. En las elecciones municipales romanas, varios a?os de malgoverno culminados en grandes esc¨¢ndalos que llevaron a la consulta anticipada, han desembocado en el triunfo del partido que encabez¨® la gesti¨®n corrupta, la Democracia Cristiana (DC), y en el retroceso del que encarnara anteriormente ,su alternativa, el PCI. Ni el colapso total del tr¨¢fico en la ciudad a cuatro d¨ªas de las elecciones alter¨® la deriva conservadora del voto. Ello hace pensar que la ola de fondo conformista que arranca de la pasada crisis econ¨®mica mundial, reforzada por la sombra que sobre todo proyecto reformador impone el desmoronamiento del socialismo real, se traduce en una propensi¨®n generalizada a la estabilidad que bloquea la adhesi¨®n a las pol¨ªticas de izquierdas. Aunque el fundamento objetivo de ¨¦stas siga hoy tan vigente como hace dos d¨¦cadas. No en vano el recurso principal para alentar ese conformismo, tanto en la campa?a electoral del PSOE aqu¨ª como en la romana de la DC, consisti¨® en atraer la vista de los electores hacia esa Europa del Este hermanada para la ocasi¨®n con Izquierda Unida y el PCI. El eslogan de 1982 ha girado hasta un inequ¨ªvoco "no hay que cambiar". En tales circunstancias puede resultar eficaz moment¨¢neamente la introducci¨®n de elementos de liderazgo carism¨¢tico y de adhesi¨®n de tipo comunitario, sobre el supuesto de la posesi¨®n de la verdad. Pero lo que es v¨¢lido como clavo ardiendo para lograr una supervivencia pol¨ªtica puede convertirse en callej¨®n sin salida al impedir la definici¨®n de cualquier tipo de estrategia transformadora. Y ¨¦sta es algo m¨¢s que el recetario contenido en un programa electoral. No es cuesti¨®n de que la izquierda vaya a disputarle a Dios la facultad de crear; bastante tuvo con irse librando de la transferencia de sacralidad que la afect¨® desde sus or¨ªgenes y bastante tiene hoy con pensar su propia transformaci¨®n para as¨ª navegar con mediano ¨¦xito contra corriente.
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