Los pilares del pr¨®ximo orden mundial
Los cambios espectaculares de poder en Europa est¨¢n forzando tambi¨¦n a una reevaluaci¨®n de los alineamientos de potencias hechos en la posguerra al otro lado del mundo, en Jap¨®n y en la cuenca del Pac¨ªfico.Jap¨®n sali¨® la semana pasada de unas elecciones que han marcado su nivel m¨¢s alto de agitaci¨®n pol¨ªtica interna desde finales de los cuarenta. Las elecciones llegaron tambi¨¦n en un momento en el que Jap¨®n parece preparado -como demostr¨® el reciente viaje del primer ministro, Toshiki Kaifu, por Europa occidental- a traducir su enorme potencial financiero y tecnol¨®gico en la responsabilidad geoestrat¨¦gica que se espera de una gran potencia.
Del mismo modo que una Alemania unificada resultar¨¢ menos temible en el contexto de la integraci¨®n europea, el nuevo y poderoso papel japon¨¦s ser¨ªa menos temido en el contexto de una cooperaci¨®n constructiva con Estados Unidos en un acuerdo pan-Pac¨ªfico que yo denomino amerip¨®n.
Jap¨®n y Am¨¦rica deber¨ªan estar m¨¢s pr¨®ximos uno a otro que cualquiera de ellos a cualquier otro. Nuestras relaciones bilaterales tras la guerra han sido unas de las m¨¢s productivas de la historia: nuestras dos naciones juntas producen el 40% de la riqueza mundial.
Sin embargo, existen aspectos competitivos muy importantes en las relaciones norteamericano-japonesas que complicar¨¢n tremendamente el asunto. Algunos incluso temen que vamos de cabeza hacia una guerra comercial y econ¨®mica. Los obst¨¢culos a una armon¨ªa relativa continua se multiplican, al igual que a una mayor integraci¨®n.
Las barreras japonesas no arancelarias son notorias, desde su cerrado sistema de distribuci¨®n hasta sus amenazadores procedimientos de inspecci¨®n de seguridad. A la vez que protegen el sector de la alta tecnolog¨ªa en el interior, las compa?¨ªas japonesas, estimuladas por el bajo coste del capital, buscan la conquista total de la participaci¨®n en el mercado de la econom¨ªa mundial. La p¨¦rdida de puestos de trabajo, que se asocia en Estados Unidos con la competencia japonesa, m¨¢s la compra de s¨ªmbolos americanos tan visibles como el Rockefeller Center y los estudios de Hollywood, provocan un profundo e incluso irracional resentimiento nacionalista.
El resentimiento americano, a su vez, provoca en los japoneses la sensaci¨®n de que son v¨ªctimas de un prejuicio racial, que pronto se convertir¨¢n en el nuevo imperio denigrado por la Am¨¦rica posterior a la guerra fr¨ªa. No sin algo de raz¨®n, muchos japoneses creen que se han convertido en el chivo expiatorio de una naci¨®n que no est¨¢ dispuesta a elevar sus tipos de inter¨¦s para el ahorro, reconstruir su infraestructura, invertir en un sistema educativo decadente y revivir su actitud de que la fabricaci¨®n importa.
Superar estos obst¨¢culos requiere el tipo de imaginaci¨®n pol¨ªtica que se asocia con el europeo Jean Monnet -el economista y diplom¨¢tico franc¨¦s que dirigi¨® el movimiento en los primeros a?os de la posguerra en favor de la construcci¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea- y el tipo de voluntad pol¨ªtica que est¨¢ presente de forma demostrada en la Europa de hoy. Desgraciadamente, tanto en Estados Unidos como en Jap¨®n, en un futuro previsible, lo m¨¢s probable es que veamos en su lugar un debilitamiento y fragmentaci¨®n del mando. Desde luego, mientras la integraci¨®n europea alcanza velocidad y una direcci¨®n clara, el elemento de deriva en las relaciones EE UU-Jap¨®n amenaza con hacerse mayor.
En Jap¨®n, el Partido Dem¨®crata Liberal, en el poder, mantuvo su mayor¨ªa en las elecciones a la C¨¢mara baja, pero su fuerza se disolvi¨® ante los resultados alcanzados por los socialistas. Por tanto, ser¨¢ incapaz de fijar un curso definido, aprobado por consenso, y realizar los dif¨ªciles acuerdos comerciales que han de hacerse para mantener la armon¨ªa econ¨®mica con Estados Unidos.
En Estados Unidos, la intrusi¨®n del Congreso en la direcci¨®n presidencial de la pol¨ªtica exterior, especialmente la tendencia a microdirigir la pol¨ªtica exterior, significa que ser¨¢ muy dificil dar forma a un acercamiento inteligente y de largo alcance a Jap¨®n.
Por tanto, un objetivo clave para los dirigentes precavidos tanto en Estados Unidos como en Jap¨®n deber¨ªa ser dejar de ir a la deriva y adoptar un concepto claro del incremento conjunto de nuestros propios intereses a la vista de la expansi¨®n e integraci¨®n europeas.
El acuerdo amerip¨®n que yo propongo implicar¨ªa una estrecha coordinaci¨®n de la pol¨ªtica exterior, una minuciosa coparticipaci¨®n en la toma de decisiones econ¨®micas internacionales, la asociaci¨®n entre grandes corporaciones americanas y japonesas (lo que incluye consejos de administraci¨®n mixtos) y, cada vez m¨¢s, la formaci¨®n conjunta de directivos. Un mercado de consumo com¨²n a trav¨¦s del Pac¨ªfico, sin restricciones, deber¨ªa originar estas otras formas de cooperaci¨®n.
Unir nuestros destinos en este camino com¨²n permitir¨ªa juntar lo mejor de nuestros respectivos pa¨ªses, los conocimientos cient¨ªficos y de ingenier¨ªa aplicada de Jap¨®n con la franqueza y la originalidad americanas, para beneficio de ambos.
En este contexto, tambi¨¦n variar¨ªa el papel de Jap¨®n en seguridad. Durante la ¨¦poca de la posguerra, se consider¨® a Jap¨®n como un baluarte econ¨®mico necesario y puesto avanzado de las fuerzas americanas destinado a contener la expansi¨®n sovi¨¦tica.
Seg¨²n nos acerquemos al siglo pr¨®ximo, el objetivo geoestrat¨¦gico de la colaboraci¨®n entre Estados Unidos y Jap¨®n variar¨¢. Ya no es una cuesti¨®n de colaboraci¨®n por motivos de segur¨ªdad militar, sino una colaboraci¨®n por el crecimiento, la prosperidad y la estabilidad.
Dado que una Europa integrada ofrece el riesgo de convertirse en una fortaleza Europa, o al menos en un club que tender¨ªa a discriminar a Estados Unidos y Jap¨®n, es esencial que tanto Jap¨®n como Estados Unidos busquen all¨ª una sustancial presencia econ¨®mica. Esa presencia es esencial para mantener sin romperse el sistema comercial mundial, que tuvo sus ra¨ªces en la hegemon¨ªa americana.
La contribuci¨®n m¨¢s importante de Jap¨®n a la estabilidad internacional es lo que yo llamo "ayuda econ¨®mica internacional estrat¨¦gica", ayuda econ¨®mica debida a motivos pol¨ªticos y de seguridad.
Con esto quiero decir la asignaci¨®n deliberada de ayuda econ¨®mica por parte de Jap¨®n a pa¨ªses tan distintos como Filipinas, Tailandia, Pakist¨¢n, Afganist¨¢n, Egipto, Polonia y los pa¨ªses de Am¨¦rica Central, todos aquellos cuya debilidad econ¨®mica sea una amenaza a la estabilidad de sus zonas.
La gran lecci¨®n del orden de la posguerra es que el equilibrio de poder entre grandes naciones y regiones es lo que mantuvo la paz. El declive de la guerra fr¨ªa y la prosperidad en Europa y Asia han socavado las viejas f¨®rmulas de equilibrio. Los pilares del nuevo equilibrio deben colocarse ahora y enlazarlos deliberadamente.
fue asesor de Seguridad Nacional del presidente Carter de 1977 a 1981. Actualmente es profesor en el Centro de Estudios Estrat¨¦gicos e Internacionales de Washington.Copyright 1990, New Perspectives Quarterly. Distribuido por Los Angeles Times Syndicate.
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