Resto del mundo
Sin duda fue el hambre la que sedujo a mis abuelos a cruzar el Atl¨¢ntico huyendo de una Espa?a desolada y dividida. Eligieron Buenos Aires, y poco tardaron en sentirse mansos sudacas agradecidos. Tan sudacas que jam¨¢s regresaron a su pueblo. Hab¨ªan matado el hambre en Am¨¦rica, suficiente raz¨®n para borrar parte del pasado.Sesenta a?os despu¨¦s, mi esposa, espa?ola de Logro?o, tarda unos segundos en cruzar la aduana de Barajas estimulada por la coqueta fila de la CE, mientras este descamisado argentino debe esperar, junto a sus compa?eros de la selecci¨®n Resto del Mundo, el tiempo suficiente para mostrar pasaje de ida y vuelta, permiso de residencia, dinero. en efectivo, lugar de alojamiento, n¨²mero de matr¨ªcula del taxi, las muelas del juicio, y pr¨®ximamente el carn¨¦ de mendigo agradecido en recoger las migajas de Occidente. Y todo esto al entrar. ?Qu¨¦ ser¨¢ lo que espera dentro? Si mis abuelos vivieran...
Hace unos d¨ªas despert¨¦ sobresaltado. So?aba que Borges y S¨¢bato ard¨ªan en hoguera p¨²blica, Hugo S¨¢nchez deb¨ªa asilarse en la Embajada de Burundi y miles de desheredados del Tercer Mundo sucumb¨ªan bajo el efecto del gas ciudad, aconsejados por expertos prusianos.
Mientras el sudor fr¨ªo me bajaba por la frente escuch¨¦ en la radio que la Comisi¨®n Europea reprochaba a Espa?a el trato discriminatorio con los inmigrados. Apagu¨¦ la luz y no pude dormir en toda la noche.-
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