Un paso atr¨¢s
GORBACHOV HA logrado la aprobaci¨®n por el Congreso de Diputados de la URSS de las reformas constitucionales que le otorgan unos poderes legales superiores a los que jam¨¢s han tenido anteriores dirigentes del pa¨ªs. Su candidato, Guennadi Yan¨¢yev, ha conseguido tambi¨¦n ser elegido vicepresidente de la URSS. Pero las agitadas reuniones del Congreso, en el curso de las cuales tuvo lugar la dram¨¢tica dimisi¨®n del ministro de Exteriores, Edvard Shevardnadze, han aportado datos sumamente preocupantes sobre la orientaci¨®n pol¨ªtica que Gorbachov ha adoptado en esta fase cargada de peligros por la que atraviesa la Uni¨®n Sovi¨¦tica.Por su gravedad, el primer problema es sin duda el de las relaciones con las diversas nacionalidades. Gorbachov no ha logrado su objetivo de concluir antes de finales de 1990 un nuevo "tratado de la Uni¨®n" firmado por las diversas rep¨²blicas. Hay varios puntos en el texto votado que significan un serio paso atr¨¢s en relaci¨®n con anteriores propuestas de Gorbachov. ?ste, al insistir en que se mantenga el nombre de "Uni¨®n de Rep¨²blicas Socialistas Sovi¨¦ticas", se ha alineado con los sectores duros del PCUS. Y el problema del nombre no es balad¨ª: ser¨¢ fuente de nuevos choques con las nacionalidades.
Si las rep¨²blicas b¨¢lticas siguen una l¨ªnea independentista, en cambio otras rep¨²blicas, que se han proclamado soberanas, est¨¢n dispuestas a aceptar una nueva uni¨®n elaborada en com¨²n. Pero ello exige flexibilidad y disposici¨®n al compromiso por parte del centro, y Gorbachov parece haber escogido otro camino. La elecci¨®n de Yan¨¢yev como vicepresidente es, en este orden, sumamente negativa. Dada la actual impopularidad de Gorbachov, era necesario que el vicepresidente fuese una persona con prestigio en la sociedad, capaz de hablar con las rep¨²blicas no rusas. Yan¨¢yev, oscuro aparatchik de los sindicatos y del partido, no es el indicado. Su nombramiento resta tantos a Gorbachov porque s¨®lo indica que ¨¦ste juega hoy la carta conservadora.
Esta misma orientaci¨®n se ha reflejado en otros momentos del Congreso. La decisi¨®n de organizar un refer¨¦ndum sobre la propiedad privada de la tierra, cuando Rusia ha aprobado una ley que la reconoce, supone abrir un nuevo conflicto con Bor¨ªs Yeltsin. Pero todo Gobierno de la URSS, si no logra actuar de acuerdo con Rusia, se convierte en una ficci¨®n. ?Piensa acaso Gorbachov aplicar medidas coactivas contra las rep¨²blicas poco obedientes? De hecho, ser¨ªa el camino hacia esa dictadura lo que Shevardnadze denunci¨® en el momento de dimitir.
Desgraciadamente, otros signos apuntan en esa direcci¨®n, y en particular el discurso en el Congreso del jefe del KGB, Kriuchkov, en el que ¨¦ste utiliz¨® argumentos t¨ªpicamente estalinianos: culpar a los servicios extranjeros de estimular las corrientes de oposici¨®n en la URSS. Lo l¨®gico hubiese sido su destituci¨®n fulminante, sobre todo si se tiene en cuenta que, en estos momentos, el principal apoyo de Gorbachov es el que recibe de los Gobiernos occidentales. Los aires viejos vuelven a soplar en los medios de la seguridad y del Ej¨¦rcito, sobre todo desde que el t¨¢ndem Pugo-Gromov sustituy¨® al liberal Bakatin al frente del Ministerio del Interior.
Si resulta comprensible que, en una situaci¨®n de caos y ante la amenaza de una disgregaci¨®n an¨¢rquica, Gorbachov quiera organizar un Ejecutivo con poderes efectivos, los debates del Congreso han indicado algo muy distinto. Parece como si, despu¨¦s de haber dado pasos decisivos para democratizar la vida pol¨ªtica -empezando por la elecci¨®n de un Congreso en el que la oposici¨®n est¨¢ presente-, hoy Gorbachov volviese a m¨¦todos de Gobierno del viejo aparato. Es el anuncio de d¨ªas que pueden ser tr¨¢gicos y una amenaza para todo lo que la perestroika ha representado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.