Tribulaciones de una derecha nost¨¢lgica
La derecha espa?ola ha vuelto a perder los papeles. Cuando parec¨ªa encontrar el camino en la moderaci¨®n y la cordura, y las urnas la premiaban en la ¨²ltima consulta electoral, al tiempo que iniciaba un acercamiento a los nacionalismos catal¨¢n y vasco -los aliados naturales-, sus demonios ancestros resurgen con fuerza una vez m¨¢s. Parodiando al obispo catal¨¢n Torras i Bages, podr¨ªamos decir: "La derecha espa?ola ser¨¢ fran.quista, ultramonta.na y carpeto ver¨®nica, o no ser¨¢".Primero, por las desafortunadas declaraciones de Manuel Fraga, de un espa?olismo inoportuno en momentos harto dificiles debido a la explosi¨®n nacionalista en el este de Europa, que obligar¨¢ al nacionalismo moderado vasco y catal¨¢n a radicalizar su postura; cuando adem¨¢s incurren en ambos grupos circunstancias particulares que les fuerzan a ello: el PNV, por haber realizado pactos poselectoral.es que traicionan alianzas preelectorales nacionalistas, a fin de conseguir m¨¢s poder en Vitoria y Guip¨²zcoa; los de CiU, al ver segada la hierba a su izquierda, luego del abandono de la lucha armada por Terra Llitire y el ingreso de sus m¨¢s afamados gerifaltes en ERC, partido que se define independentista.
De otra parte, tampoco se entiende ese miedo visceral y jacobino, fuera del Pa¨ªs Vasco y Catalu?a, a celebrar una consulta electoral sobre la independencia de estos dos pueblos, plebiscitos que ser¨ªan irreversiblemente perdidos por los independentistas, zanj¨¢ndose as¨ª definitivamente la cuesti¨®n. Espa?a no es un pa¨ªs balc¨¢nico creado artificialmente despu¨¦s de la primera guerra europea, fruto de la ingenuidad y falta de conocimientos hist¨®ricos, pero, sobre todo, del odio at¨¢vico de ciertos pol¨ªticos al imperio austroh¨²ngaro. Como tampoco es consecuencia de la conquista, caso del imperio ruso, de Iv¨¢n el Terrible hasta Stalin. Espa?a nace por la libre uni¨®n de los diferentes pueblos que la conforman, tan libre como pod¨ªa rea,lizarse a Finales del siglo XV. Su v¨ªnculo de uni¨®n es la Corona.
No sin cierta raz¨®n, se argumenta estos d¨ªas el triunfo en un futuro no muy lejano de los que preconizan la Europa de los pueblos frente a los jacobinos que se resisten a la desaparici¨®n de los diferentes Estados dentro del Estado europeo. El acceso a la independencia de los diferentes pueblos que conforman los Estados europeos actuales ser¨¢ democr¨¢ticamente imparable. S¨®lo si se mantienen las monarqu¨ªas ancestrales, como es el caso del Reino Unido y de Espa?a, o las mucho m¨¢s modernas, como B¨¦lgica, tendr¨ªan estos Estados raz¨®n hist¨®rica de ser elentro de una Europa unida. La Corona hizo a Espa?a y s¨®lo la monarqu¨ªa puede conservarla.
Segundo, los pactos de Santander han demostrado que la derecha espa?ola carece de ideolog¨ªa, memoria y, lo que es m¨¢s grave, tambi¨¦n de verg¨¹enza. Y tiene como primer objetivo la consecuci¨®n del poder. En esta operaci¨®n, Aznar parec¨ªa desbancado por los acontecimientos, y el protagonismo de la situaci¨®n lo adquirieron los capitostes del partido estrechamente vi.nculados al r¨¦gimen anterior. La figura con m¨¢s carisma de la derecha, Isabel Tocino (nuestra Thatcher nacional), queda humillada y descabalgada de la direcci¨®n del Partido Popular (PP). De todo ello parece que se infiere que, aunque Aznar y sus muchachos den la cara, las grandes decisiones las toman los franquistas de siempre; y mientras esto dure, el Partido Popular no tendr¨¢ credibilidad en el pa¨ªs ni ser¨¢ una alternativa de poder.
Tercero, todo lo antes dicho parece confirmarlo la vergonzosa manifestaci¨®n de Salamanca en un 18 de julio, pero de 1991, para m¨¢s inri. Una masa compuesta de caciques salmantinos, jefecillos regionales y militantes de base del PP profer¨ªan amenazas y aullaban "los gritos de rigor", exigiendo la presencia del fallecido dictador como en los mejores tiempos del franquismo. La derecha espa?ola vuelve a embestir cerril al trapo rojo como cuando Machado.
Cuarto, por las imperdonables declaraciones de Javier Rup¨¦rez, avaladas por la ejecutiva del PP, aunque luego, demasiado tarde, Aznar las desautorice en parte. En ¨¦stas, sus primeras manifestaciones como portavoz del Partido Popular, este ambiguo personaje descalificaba los viajes de Su Majestad el Rey a Marruecos y M¨¦xico. D¨ªas m¨¢s
Y tarde matizaba sus declaraciones afirmando s¨®lo protestar por la manipulaci¨®n de la figura del Monarca por parte del Ejecutivo. Y en esto ¨²ltimo ten¨ªa raz¨®n. Efectivamente, todo rey constitucional est¨¢ manipulado por el Gobierno democr¨¢ticamente elegido por el pueblo, hasta el punto de que en la monarqu¨ªa liberal m¨¢s antigua de Europa, la inglesa, el discurso de la Corona en la apertura del Parlamento est¨¢ escrito por el jefe de Gobierno. La Reina se limita a leerlo.
El rey constitucional es el primer servidor de la naci¨®n, y cumple el mandato del pueblo a trav¨¦s del Gobierno libremente elegido. Pero en este pa¨ªs es tan precana y corta la tradici¨®n democr¨¢tica que bien pudiera ser que algunos no se hubiesen enterado.
Con respecto al viaje a Marruecos, don Juan Carlos se limit¨® a apoyar al Gobierno de la naci¨®n cuando las circunstancias y el Ejecutivo lo requirieron, en cumplimiento de su deber como rey constitucional. En el viaje a M¨¦xico, la presencia del Monarca era imprescindible a fin de realzar la imagen hist¨®rica que le correspond¨ªa a Espa?a, m¨¢xime si Portugal estaba representado por el jefe del Estado y el del Ejecutivo. Con mucho m¨¢s motivo era necesaria en la primera cumbre hispanoamericana la figura del rey de Espa?a.
La derecha inmovilista que detenta a¨²n hoy un gran poder f¨¢ctico se ha apropiado de la ense?a nacional, y muy caro lo estamos pagando todos. Dicen: es la bandera del movimiento, pagada con la sangre vertida en la guerra civil. La izquierda, argumentan, ten¨ªa la suya: la republicana. Mas esto no es as¨ª. En nuestra bandera no existe el ¨¢guila ni el yugo y las flechas, as¨ª como otros atributos franquistas, sino que campea el escudo constitucional, presidido por la corona de la monarqu¨ªa de todos los espa?oles. Lo que desgraciadamente no est¨¢ del todo comprendido en el pa¨ªs.
Esta derecha siempre tambi¨¦n consider¨® a la monarqu¨ªa como cosa suya, y no ha comprendido, digerido ni perdonado a la Corona su protagonismo en la transici¨®n como motor del cambio, para as¨ª acceder al r¨¦gimen de libertad que disfrutamos todos. Nuestra monarqu¨ªa es la heredera de la que, ya en el lejano 1945, preconizaba el conde de Barcelona en su c¨¦lebre Manifiesto a los espa?oles. As¨ª como tambi¨¦n de los pactos de San Sebasti¨¢n de 1948, suscritos entre un grupo heterog¨¦neo de liberales, algunos intelectuales y el PSOE, con objeto de restaurar la monarqu¨ªa liberal. La prudencia de Su Majestad el Rey durante la guerra del Golfo fue criticada por ciertos medios de comunicaci¨®n, y es que a¨²n en el pa¨ªs no se acaba de comprender que en una monarqu¨ªa constitucional el rey reina pero no gobierna.
En un art¨ªculo aparecido recientemente en este peri¨®dico se acusaba a la izquierda de reaccionaria e inmovilista, pero en ella s¨®lo inclu¨ªa al IRA, la ETA, Sadam Husein, Gaddafi, y Castro, olvidando, ignoro la raz¨®n, a los partidos socialistas de Alemania, Reino Unido, Francia, el Benelux, Italia, Grecia, Portugal y Espa?a. En fin, a todo el socialismo europeo, que si de algo se le puede criticar es de exceso de celo y rapidez en su aggiornamento.
Desconozco d¨®nde se halla la iniciativa pol¨ªtica de la derecha de la que habla el articulista. Desgraciadamente, no en la espa?ola, que permanece anclada en un pasado no demasiado glorioso, haciendo peligrar con su actitud el equilibrio democr¨¢tico del pa¨ªs, imprescindible para consolidar la democracia en Espa?a.
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