ALEXANDR TSIPKO El problema ruso
La frase que da t¨ªtulo a este art¨ªculo no es muy habitual. Durante los ¨²ltimos 150 a?os ha habido muchas discusiones acerca de la misteriosa alma rusa y de la idea rusa. Pero antes no exist¨ªa el problema ruso. La naci¨®n rusa fue durante siglos la menos desarrollada de Europa, pero antes de la desintegraci¨®n de la antigua URSS nadie dudaba de su existencia ni tampoco que este pueblo tuviera futuro.Hoy este mismo pueblo duda de su futuro, ha perdido la seguridad en s¨ª mismo, est¨¢ inquieto, sin saber qu¨¦ hacer, en qui¨¦n apoyarse. Y no es una exageraci¨®n. La ca¨ªda del comunismo dio a los polacos, a los checos, a los h¨²ngaros, una esperanza, pero no a los rusos, a los que se sienten rusos. Esto no ocurre porque los rusos estuvieran m¨¢s sumergidos en el comunismo que los pueblos de la Europa del Este ni porque no sean capaces de valorar la libertad. Tampoco es porque los rusos no puedan superar su fracaso en la guerra fr¨ªa. En general, el ruso nunca tomar¨¢ en serio la guerra ideol¨®gica que declararon los bolcheviques a Europa occidental.
La causa de la tragedia est¨¢ en el car¨¢cter catastr¨®fico de los cambios que se suceden. En Polonia, en Checoslovaquia, en Hungr¨ªa, el desmoronamiento del comunismo llam¨® a la vida a la actividad ciudadana creativa. En Rusia, por el contrario, llam¨® a la tormenta de la autodestrucci¨®n y la autohumillaci¨®n. La revoluci¨®n democr¨¢tica rusa ten¨ªa un car¨¢cter irracional porque estaba dirigida tanto contra el comunismo, contra el imperio sovi¨¦tico, como contra su propio Estado nacional. El mismo pueblo orgulloso que en los tiempos de la guerra contra el fascismo alem¨¢n pag¨® con 30 millones de vidas el conservar su pa¨ªs, ahora, como si estuviera mareado por el alcohol, ha hecho todo lo posible y lo imposible por destruir ese pa¨ªs y echar de ¨¦l incluso a pueblos que no podr¨ªan ni siquiera imaginar su existencia sin Rusia.
La revoluci¨®n democr¨¢tica rusa oblig¨® a independizarse a los bielorrusos, los armenios, los kazajos, los uzbecos y los tadjicos. La revoluci¨®n democr¨¢tica rusa convirti¨® en minor¨ªas nacionales a los rusos que viv¨ªan en sus territorios hist¨®ricos.
Los dem¨®cratas rusos, animados por la maniaca idea de la lucha contra el centro, no se acordaban de su propio destino ni del destino de sus compatriotas. Al d¨ªa siguiente del golpe de: Estado del pasado mes de agosto reconocieron la independencia de las rep¨²blicas b¨¢lticas sin preocuparse mucho de los derechos de cientos de miles de rusos, sobre todo en Estonia y Letoma.Ahora, m¨¢s de un mill¨®n de rusos de las rep¨²blicas b¨¢lticas no tienen nacionalidad, son gente de segunda clase. M¨¢s anormal todav¨ªa, desde el punto de vista moral, era obligar a Kazajst¨¢n a independizarse. Como resultado de esta pol¨ªtica suicida de los dem¨®cratas rusos, millones de rusos que habitan en el norte de Kazajst¨¢n son extranjeros en sus propias ciudades -Uralsk, Petropavlovsk, Semipalatinsk-, construidas por sus antepasados. En la historia hay muchas tragedias. Se han creado y destruido pa¨ªses. Los pueblos que antes dominaban no ten¨ªan sentido de las minor¨ªas nacionales.
Pero en toda la historia de la humanidad no ha habido ning¨²n caso en el que los que dominaban se destruyeran a s¨ª mismos, rechazaran el derecho de decidir su destino hist¨®rico y permitieran que Estados Unidos lo decidiera por ellos.
Lo tr¨¢gico, repito, consiste en que la idea de la autodestrucci¨®n no vino de fuera. Los generales que apoyaban a Yeltsin, el Consejo Superior de Rusia y los 50 millones de rusos que votaron a favor de Yeltsin, a favor de la desintegraci¨®n, decidieron su destino, el camino de la verg¨¹enza nacional.
Antes del golpe de Estado, la mayor¨ªa de los rusos estaban acomplejados por la incapacidad para resolver sus problemas econ¨®micos, por la humillaci¨®n de estar a la espera de la ayuda. Los rusos siempre han sido pobres, pero nunca han estirado la mano para pedir limosna. La verg¨¹enza y la humillaci¨®n empiezan a destruir el esp¨ªritu de la gente, matando la seguridad en su fuerza y oportunidades. Los rusos, o mejor dicho, sus nuevos gobernantes, est¨¢n acostumbrados a pedir, a depender de alguien.
No se puede describir qu¨¦ est¨¢ pasando ahora mismo en las almas de esta gente. Para los rusos fue muy doloroso perder la soberan¨ªa del pa¨ªs. En diciembre ya qued¨® muy claro que los Gobiernos de Rusia, Kazajst¨¢n y Ucrania no son capaces de resolver ning¨²n problema m¨¢s o menos serio sin consultarlo con el Gobierno de
Estados Unidos. Los viajes de Baker por los pa¨ªses de la Confederaci¨®n de Estados Independientes (CEI) y por Rusia han revelado a este infeliz pueblo la terrible verdad de que ellos ya no son due?os de su propio Gobierno ni de sus propios intereses.
A todas estas terribles humillaciones se a?ade la humillaci¨®n de la pobreza. La liberalizaci¨®n de los precios se comi¨® en un solo d¨ªa todos sus ahorros para los malos tiempos. Todo lo que hab¨ªan estado ahorrando se convirti¨® de repente en polvo. M¨¢s del 80% de la poblaci¨®n, y sobre todo los jubilados, los funcionarios del Estado, los profesores, son pobres en el sentido literal de la palabra. El Gobierno de Gaydar empez¨® a reanimar la econom¨ªa a costa de los pobres, que no pod¨ªan resistir.
Est¨¢ claro que ahora la poblaci¨®n de Rusia est¨¢ echando la culpa de todos sus apuros actuales a la perestroika, a Gorbachov, a los dem¨®cratas y, sobre todo, a Yeltsin. Pero en el fondo de su conciencia sienten su propia culpa, sienten el haberse dejado convencer con tanta facilidad y su incapacidad de imaginar los resultados de su propia elecci¨®n. Madura el mal contra ellos mismos por debilidad intelectual y espiritual.
Europa tiene el ejemplo de los alemanes, que pagaron con la verg¨¹enza de los vencidos su participaci¨®n en los delitos del fascismo. Pero, afortunadamente, tras varias generaciones, tras meditar sobre su historia, los alemanes se recuperaron como naci¨®n; primero, espiritualmente, y luego, pol¨ªticamente.
Pero nadie sabe ad¨®nde va a conducir la dignidad ofendida de los rusos, del pueblo m¨¢s numeroso de Europa. Ad¨®nde va a conducir la fisura en la conciencia de los rusos. ?Podr¨¢n los rusos hacer el esfuerzo y repetir la experiencia de la renovaci¨®n espiritual de los alemanes? ?Si no, qu¨¦ pasar¨¢ entonces? ?Se convertir¨¢ la dignidad ofendida en autodestrucci¨®n, en una pol¨ªtica de revancha, en la desesperaci¨®n de la gente que lo ha perdido todo y est¨¢ dispuesta a hacer de todo?
El mundo occidental est¨¢ satisfecho, se alegra como un ni?o por las victoria de la democracia en Rusia, por la desintegraci¨®n del imperio sovi¨¦tico, pero no quiere darse cuenta de que Rusia est¨¢ muy enferma, que d¨ªa tras d¨ªa aumenta el peligro de que los acontecimientos sean cada vez m¨¢s impredecibles.
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El problema ruso
Viene de la p¨¢gina anteriorNadie sabe d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de la autodestrucci¨®n en la cual cay¨® voluntariamente esta naci¨®n. Los traidores de antes son ahora los h¨¦roes. Por ejemplo, el coronel Grinevski, que trabajaba antes para los brit¨¢nicos. Hoy tenemos que estar de acuerdo con que el presidente de Estados Unidos decida qui¨¦n va a dirigir el Gobierno de Rusia, c¨®mo tiene que hacer las reformas; con que los oficiales norteamericanos inspeccionen los dep¨®sitos de armamento nuclear y traten a nuestros pol¨ªticos como a cachorros que ladran en el momento que no deben.
Los norteamericanos son una gran naci¨®n, fueron ellos los que ayudaron a librar a Europa del comunismo. Pero, desgraciadamente, no tienen tacto ni l¨ªmite.A m¨ª me parece que ni Yeltsin ni los norteamericanos pueden hacer m¨¢s experimentos para comprobar el destino. Esta naci¨®n que por su propia incompetencia est¨¢ ahora en un rinc¨®n oscuro, que siente ahora tanta rabia y maldad, con una poblaci¨®n de 80 millones y que adem¨¢s conserva el armamento nuclear, no es una naci¨®n con la cual se pueda bromear. En la actualidad, no existe mayor peligro para Europa y para toda la humanidad que una Rusia humillada y pobre.
Claro que la salvaci¨®n de la naci¨®n rusa est¨¢ en ella misma, en su capacidad de buscar las causas de todo lo que est¨¢ pasando, en ser responsable de los resultados de su elecci¨®n pol¨ªtica. Hay que considerar la historia sovi¨¦tica y la actual ¨¦poca de cataclismos. Los rusos tienen que calmarse y empezar una labor creativa en los territorios que todav¨ªa les quedan. La ideolog¨ªa de la revancha, de la nueva integraci¨®n de los territorios perdidos, conducir¨¢ a la muerte definitiva de esta naci¨®n. Sin instrospecciones hacia las ra¨ªces de la enfermedad, no habr¨¢ convalecencia. Sin decir la verdad sobre su propia historia, sobre sus tr¨¢gicos errores, los rusos no despertar¨¢n, no encontrar¨¢n fuerzas para salir del agujero negro de la historia.
Pero, finalmente, muchas cosas en el destino de Rusia dependen del mundo occidental" de Estados Unidos sobre todo. Los norteamericanos no deben buscar la desintegraci¨®n definitiva de Rusia. Eso va en contra de sus propios intereses. Ahora todo el mundo puede ver que la desintegraci¨®n de la URSS fue m¨¢s provechosa para Alemania y Turqu¨ªa que para Estados Unidos. Unos, cuantos errores m¨¢s del tipo del submarino norteamericano cerca de Murmartsk y todo est¨¢ perdido. La dignidad nacional ofendida destruir¨¢ a los dem¨®cratas actuales y la humillaci¨®n ser¨¢ sustituida por la agresi¨®n de la venganza. En un momento en que en las rep¨²blicas b¨¢lticas, en Europa del Este, en los pa¨ªses de la CEI, el periodo de transici¨®n no ha, concluido todav¨ªa, la explosi¨®n del nacionalismo ruso puede conducir a una cat¨¢strofe.
Para que esto no suceda, la diplomacia norteamericana no tiene que meterse en los asuntos internos de Rusia como lo est¨¢ haciendo ahora. No debe apoyar a los pol¨ªticos que en Rusia subrayan su indiferencia por los destinos de los pueblos que encabezan.. Es muy dif¨ªcil respetar a un pueblo que salta de un extremo a otro, que sustituy¨® su enorme orgullo por la verg¨¹enza de un pobre que pide limosna. Pero no hay que humillarle ni provocarle sin necesidad.
Por eso, todo indica que la democracia, entendida como medio de integraci¨®n de todas las categor¨ªas de la poblaci¨®n, ser¨¢ para mucho tiempo un espejismo que los que poseen el poder har¨¢n brillar para un porvenir incierto y una ilusi¨®n demag¨®gica para los excluidos y los nuevos condenados de la Tierra.
es polit¨®logo y economista ruso, y fue asesor de Gorbachov.
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