Responsables
No es verdad que art¨ªculos period¨ªsticos como ¨¦ste influyan en la opini¨®n de nadie. Es decir, influyen en aquellos individuos que ya pensaban m¨¢s o menos como el articulista antes de leerle; pero no hacen cambiar de idea a aquellos que piensan lo contrario. Por eso ahora, al intentar escribir contra el racismo, me parece in¨²til decir una vez m¨¢s todas esas cosas tan dolorosas y evidentes: que todos los humanos somos iguales, o que los inmigrantes no vienen a ponernos en peligro, porque s¨®lo trabajan en aquellos empleos que no quieren ocupar los espa?oles. Los que conocen estas verdades no necesitan o¨ªrlas, y los que las niegan no atienden a razones: porque el racismo no es un producto de la raz¨®n, sino de las tripas. Es hijo del miedo, de la inseguridad, de la incultura, de lo peor que somos. De la negrura que se enrosca en el interior de los humanos.No insistir¨¦ en decir, pues, que el racismo es un horror, pero s¨ª dir¨¦ que es el horror del tiempo que nos ha tocado vivir. Que es nuestra responsabilidad, nuestra batalla, la herida social por la que luego la historia nos pedir¨¢ cuentas. ?Qu¨¦ hicieron los alemanes mientras Hitler cazaba jud¨ªos? ?Y qu¨¦ estamos haciendo nosotros mientras empieza a crecer esta espiral de xenofobia y de rechazo? Porque se pueden hacer cosas. Salir a la calle y manifestarse (como hoy), para demostrar a los intolerantes que sus v¨ªctimas no est¨¢n solas. Y exigir campa?as de educaci¨®n contra la discriminaci¨®n, y medidas de protecci¨®n y ayuda para las minor¨ªas: en Australia, por ejemplo, los inmigrantes tienen traductores gratis, asistentes sociales que les ayudan a resolver burocracias y problemas personales, locales en los que reunirse. Si el Centro C¨ªvico de Aravaca no hubiera sido tan inc¨ªvico como para c errar sus puertas a los dominicanos, quiz¨¢ Lucrecia a¨²n estar¨ªa viva.
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