Simplificar Europa
Podr¨ªan escribirse m¨²ltiples p¨¢ginas criticando los errores estructurales y de detalle contenidos en el texto del Tratado de Maastricht, as¨ª como la acci¨®n pol¨ªtica que se desarrolla en relaci¨®n al mismo. Pero lo cierto es que cambiar sustancialmente el Tratado de Uni¨®n Europea significar¨ªa no s¨®lo destruir el futuro pol¨ªtico de la Comunidad, sino, lo que es m¨¢s importante a corto plazo, el desarrollo del mercado ¨²nico (aunque probablemente sea imprescindible un Maastricht 2).Las necesidades inmediatas del escenario global exigen que se estructure cuanto antes un punto de orden europeo tanto econ¨®mico como estrat¨¦gico. El imperio americano ha dejado de existir como garante de la estabilidad mundial a pesar de mantener una fuerza residual considerable. Crece el riesgo de fragmentaci¨®n del mercado mundial mediante el surgimiento de nuevas barreras pol¨ªticas en su seno. El Este europeo y Rusia necesitan ayudas sustanciales, directas e indirectas, posibles tan s¨®lo si Occidente se mantiene cohesionado y se adentra r¨¢pidamente por la v¨ªa de un nuevo y prolongado crecimiento econ¨®mico.
En resumen, debemos construir sin la menor dilaci¨®n un orden europeo, aunque su configuraci¨®n no satisfaga plenamente a todos.
El objetivo, por tanto, consiste en hacer posible y cre¨ªble la trayectoria hacia la Uni¨®n Europea, a pesar de los enormes defectos de realismo contenidos en el Tratado de Maastricht.
Hay que simplificar Europa para garantizar su estructuraci¨®n como sujeto pol¨ªtico organizado. Y tres son las simplificaciones m¨¢s importantes y urgentes.
1. La primera simplificaci¨®n afecta al nivel pol¨ªtico. No es posible, de hecho, adoptar ning¨²n tipo de decisi¨®n compleja en el seno de la Comunidad me diante un mecanismo que requiere el consenso de todos. La eventual regla de mayor¨ªa tendr¨ªa m¨¢s inconvenientes que ventajas ya que favorecer¨ªa dos coaliciones enfrentadas de pa¨ªses europeos. Adem¨¢s, este mecanismo ser¨ªa absolutamente inoperante en un escenario en el que la Comunidad tuviera 16 o m¨¢s miembros. La ¨²nica soluci¨®n es elegir un presidente d¨¦ la Comunidad, para cuatro a?os, mediante una votaci¨®n paneuropea.
Un poder ejecutivo legitimado por el voto de todos los europeos simplificar¨ªa, a su vez, la toma de decisiones. Obviamente un presidente ejecutivo de la Comunidad entrar¨ªa de inmediato en colisi¨®n objetiva con las diversas soberan¨ªas nacionales. Ello podr¨ªa resolverse mediante un plan de cesi¨®n progresiva de algunos poderes nacionales a la Comunidad (como refuerzo ejecutivo del Tratado de Maastricht). Sin embargo, esta simplificaci¨®n conlleva la r¨¢pida elaboraci¨®n de una Constituci¨®n europea y la transformaci¨®n del, Parlamento Europeo en un ¨®rgano electivo que represente los intereses nacionales.
Los primeros cuatro a?os del presidente europeo deber¨ªan servir para refinar la relaci¨®n entre los poderes comunitarios y nacionales. Por tanto, durante su primer mandato, el presidente actuar¨ªa como ¨®rgano preconstitucional de la Uni¨®n Europea dotado con poderes para ejecutar los acuerdos de Maastricht 1 y, eventualmente, Maastricht 2. Su elecci¨®n se realizar¨ªa en el seno de una Asamblea Constituyente pancomunitaria elegida ad hoc para redactar la Constituci¨®n europea.
Para dotar de sentido a esta estructuraci¨®n pol¨ªtica de la Comunidad es imprescindible acelerar los procedimientos de adhesi¨®n de los pa¨ªses que ya est¨¢n en condiciones de convertirse en miembros de la Comunidad de forma que ellos (y sus electores) puedan participar en el momento constituyente como miembros de pleno derecho (Austria, Suecia, Noruega y Suiza). Los dem¨¢s deber¨¢n permanecer en la puerta al abrigo de un tratado de cooperaci¨®n econ¨®mica selectiva.
En este aspecto, la acelera ci¨®n y simplificaci¨®n consiste en elegir una Asamblea Constituyente europea que decida den tro de un plazo fijo (por una mayor¨ªa de dos tercios) cu¨¢l debe ser la forma institucional que ha de adoptar la Uni¨®n Europea, en vez de seguir analizando eventuales modelos de Europa en ¨¢mbitos no resolutivos. La novedad consiste en permitir que los electores europeos decidan por qui¨¦nes desean ser representados a la hora de dise?ar el modelo comunitario. No se sorprenda el lector, pero esta propuesta, en relaci¨®n a los asuntos europeos, constituye una novedad. Y, sin duda, una novedad prometedora.
2. La segunda simplificaci¨®n, paralela a la primera, se refiere a la revisi¨®n de las diversas constituciones nacionales para armonizarlas entre s¨ª y con la emergente personalidad europea.
La aceleraci¨®n en este campo es importante en relaci¨®n al primer punto. El objetivo consiste en hacer coincidir lo m¨¢s posible los marcos institucionales de los pa¨ªses europeos, especialmente en lo que se refiere a la estandarizaci¨®n de su configuraci¨®n administrativa.
Adem¨¢s, la posibilidad de llevar a buen puerto la convergencia econ¨®mica tal como viene definida en el Tratado de Uni¨®n-Europea requiere la incorporaci¨®n de dichos criterios de convergencia en leyes de valor constitucional, si bien de r¨¦gimen transitorio. Si no se hace as¨ª, algunos pa¨ªses no dispondr¨¢n de los instrumentos pol¨ªticos necesarios para imponer tajantes decisiones relativas al presupuesto y al equilibrio y control del d¨¦ficit. Por ejemplo, fijar un l¨ªmite al d¨¦ficit del presupuesto anual de un Estado nacional s¨®lo puede garantizarse mediante imposici¨®n constitucional, pues en caso contrario siempre existir¨¢ una fuerte incertidumbre parlamentaria sobre este requisito imprescindible para la unificaci¨®n monetaria.
3. La tercera simplificaci¨®n implica aligerar las intervenciones estatales, y p¨²blicas en general, en la econom¨ªa. Se trata, de acelerar el paso de un Estado social pesado a uno ligero. Ello significa delimitar las categor¨ªas de protecci¨®n econ¨®mica a cargo de los fondos p¨²blicos y, por tanto, reducir las necesidades fiscales. Se trata, en s¨ªntesis, de dotar a cada uno de los pa¨ªses europeos de un marco m¨¢s perfecto de libre mercado y limitar lo m¨¢s posible la gesti¨®n directa de los servicios por parte del sector p¨²blico.
Este punto es cr¨ªtico. Europa est¨¢ enferma de estatalismo y un relativo exceso de burocracia, rigidez e impuestos. La especificidad burocr¨¢tica de las naciones es una fuente estructural de nacionalismo conservador en cuanto define un r¨¦gimen protegido de intereses sectoriales locales no compatibles con un r¨¦gimen abierto.
La integraci¨®n europea solo ser¨¢ posible mediante organizaciones estatales que no necesiten m¨¢s de un 15% de imposici¨®n sobre las rentas individuales y empresariales para hacer frente a los servicios de garant¨ªa social y a las inversiones de utilidad p¨²blica.
La verdadera revoluci¨®n radica en fijarnos como objetivo la desestatalizaci¨®n y desburocratizaci¨®n europeas, de forma que los Estados desarrollen su inteligencia reguladora en el marco de mercados enriquecidos con capitales liberados de la gesti¨®n pol¨ªtica.
Obviamente, esta tercera simplificaci¨®n es la m¨¢s importante, y un avance en este sentido dota de un mayor significado a las dos primeras.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.