Como un ciudadano de a pie
El primer d¨ªa de George Bush despu¨¦s de dejar de llamarse "se?or presidente"
En su primer d¨ªa de paisano, George Bush aprendi¨® a manejar ordenadores y telef¨®nos y coloc¨® los papeles en la nueva oficina que acaba de alquilar en Houston (Tejas). El anterior presidente norteamericano necesita aprender a hacer por s¨ª mismo las cosas que durante sus 25 a?os de servicio p¨²blico han hecho por ¨¦l sus ayudantes. El jueves, tan s¨®lo tres d¨ªas despu¨¦s de que ordenara el bombardeo contra Irak y horas despu¨¦s de dormir por ¨²ltima vez en, la Casa Blanca, George Bush lleg¨® cargando sus propias maletas y documentos a su primer despacho privado.La transici¨®n del hombre que ha regido el destino de los norteamericanos en los ¨²ltimos cuatro a?os no va a ser f¨¢cil. Sus colaboradores han dicho que est¨¢ muy animado, pero Bush ya no tendr¨¢ que llamar a los dirigentes de los pa¨ªses aliados ni pelearse con los l¨ªderes del Congreso, sino conformarse con cuidar a sus nietos y discutir con Barbara la decoraci¨®n de la casa. El pol¨ªtico qu¨¦ se autocalific¨® como el art¨ªfice del fin de la guerra fr¨ªa no tendr¨¢ que revisar m¨¢s obra que la de su nuevo hogar y la de la biblioteca de la Universidad de Tejas que llevar¨¢ su nombre.
Mientras tanto dormir¨¢ en una residencia de alquiler desde donde repasar¨¢ su vida. Bush, que quiz¨¢s pase a la historia por la inusual y fr¨¦netica actividad que demostr¨® en sus ¨²ltimos 20 d¨ªas de mandato, tendr¨¢ la oportunidad de elegir con calma los recuerdos que desea incluir en su libro de memorias. George Herbert Walker Bush, de 68 a?os, piloto de la Segunda Guerra Mundial, cofundador de la compa?¨ªa de explotaci¨®n petrol¨ªfera Zapata, dipl¨®matico en China y embajador de EE UU en Naciones Unidas, director de la CIA, y vicepresidente de los sucesivos mandatos de Ronald Reagan, se convirti¨® el jueves en el ciudadano Bush.
Su servicio p¨²blico le mantuvo alejado de las experiencias diarias del hombre de la calle, tal y como demostr¨® al quedar estupefacto cuando, durante la ¨²ltima campa?a electoral, descubri¨® el sistema de scanner que utilizan los cajeros de los supermercados. El hombre que dirigi¨® las tupidas redes del espionaje norteamericano no tendr¨¢ ahora m¨¢s misterios que resolver que los de la vida diaria. Bush dispondr¨¢ de la ayuda econ¨®mica estipulada para los ex presidentes, con la que pagar¨¢ un equipo compuesto por ocho personas y sus gastos de oficina, pero ya no tendr¨¢ el Boeing Air Force One y 80 empleados de servicio dom¨¦stico a su disposici¨®n.
A Bush ya no le seguir¨¢ un centenar de periodistas cada vez que se decida a ir a pescar con su amigo James Baker, ni cuando recorra los 18 hoyos de un campo de golf, y tendr¨¢ todo el tiempo del mundo para disfrutar de su casa de recreo en Kennenbunkport (Maine) sin temer a que el tel¨¦fono suene para dar aviso de un conflicto internacional. Lejos quedar¨¢ el recuerdo de Washington y de la casa de Camp David, que ahora estar¨¢ ocupada por los nuevos inquilinos de la Casa Blanca, a quien Bush reprocha no haberle invitado al baile de inauguraci¨®n de la nueva era.
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