Otros vac¨ªos, otras ofensas
A las im¨¢genes censuradas por los gendarmes del franquismo que ha recopilado Alberich, hay que a?adir m¨¢s ofensas que escapan de su cosecha. ?En cu¨¢nto aumentar¨ªa el d¨ªa y medio de proyecci¨®n que abarcan los cortes recopilados, si se le a?aden los centenares de pel¨ªculas censuradas en su totalidad? Semanas, meses, a?os.Nadie vio aqu¨ª los besos de Cary Grant y Eva Marie Saint en Con la muerte en los talones; se cubri¨® el escote de Silvana Mangano en Arroz amargo; se hizo del pudoroso adulterio de Grace Kelly y Clark Gable en Mogambo un turbio incesto; se nubl¨® para los adolescentes enamorados el pez¨®n izquierdo de Natalie Wood en Esplendor en la yerba; se seg¨® el final de El verdugo, el comienzo de El salario del miedo.
Y se echaron al saco de lo innombrable todas las im¨¢genes de lucha contra el fascismo, lo que ocult¨® un cap¨ªtulo b¨¢sico del cine europeo, por no hablar del que contaba cosas, aunque fuese de refil¨®n, de la guerra civil espa?ola (?qui¨¦n vio aqu¨ª La esperanza, donde Malraux cant¨® como nadie en cine a Espa?a?), que abarc¨® al Hollywood de Por qui¨¦n doblan las campanas y otras que ahora rescata la televisi¨®n.
Los ¨²nicos que vieron cine durante medio siglo fueron los censores. Su despojo fue tal, que hizo peregrinar m¨¢s espa?oles a Perpi?¨¢n que a Lourdes. La democracia espa?ola cerr¨® muchos cines franceses y acab¨® con aquel loco ¨¦xodo sentimental en busca de Ernmanuelle, El acorazado Potemkin, El imperio de los sentidos, El ¨²ltimo tango en Par¨ªs, La guerra ha terminado. Hab¨ªa incluso quienes iban a Par¨ªs para Morir (un poco) en Madrid, en aquella triste Espa?a.
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