Entre Keynes y Capone
En un famoso p¨¢rrafo, escrito en 1936, John Maynard Keynes dijo: "Los especuladores pueden no hacer da?o cuando s¨®lo son burbujas en una corriente firme de esp¨ªritu de empresa; pero la situaci¨®n es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vor¨¢gine de especulaci¨®n. Cuando el desarrollo del capital de un pa¨ªs se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aqu¨¦l se realice final". La frase de la Teor¨ªa general se refer¨ªa probablemente a los a?os veinte en Wall Street, pero puede ser la llave maestra para entender lo que est¨¢ ocurriendo estos d¨ªas como colof¨®n de los hechos que acaecieron en la econom¨ªa espa?ola durante los a?os ochenta y primeros noventa.
ECONOM?A
La idea de que la presencia de personajes como Javier de la Rosa o Mario Conde en el mundo burs¨¢til y financiero no han sido sino la espuma del proceso de expansi¨®n de la econom¨ªa, como ha sugerido el presidente del Gobierno, Felipe Gonz¨¢lez, en una y otra ocasi¨®n, podr¨ªa ser justa si precisamente, como advert¨ªa Keynes, hubieran actuado en "una corriente firme de esp¨ªritu de empresa".
Pero tanto uno como otro convirtieron las empresas y bancos en burbujas dentro del frenes¨ª especulativo. Javier de la Rosa hizo su bautismo de agujeros con el Banco Garriga Nogu¨¦s en los a?os setenta y la mitad de los ochenta, para m¨¢s tarde, ante la no exigencia de responsabilidades de su propietario, el Banco Espa?ol de Cr¨¦dito (Banesto), pasar a ser el representante oficial del m¨¢s grande inversor institucional del mundo: Kuwait Investment Office (KIO). All¨ª condujo a la primera suspensi¨®n de pagos de la historia de este pa¨ªs con la ca¨ªda del grupo Torras en 1992. Y antes de ello, como quien huye para no ser pillado, se refugi¨® en Catalu?a, haci¨¦ndose con el control del Consorcio Nacional del Leasing, una sociedad con liquidez por valor de 30.000 millones de pesetas y un capital distribuido entonces entre 11.000 accionistas de a pie.
Lo m¨¢s significativo es que De la Rosa no se limit¨®. a actuar como un especulador de Bolsa o un intermediario que cobra comisiones, esto es, un jugador m¨¢s o. menos listo que se mueve en el campo de las finanzas, alejado de la econom¨ªa real. No. Para manipular los activos urdi¨® un mecanismo, formalizado mediante contrato, que le permit¨ªa a ¨¦l y a su banda, dirigir desde un centro externo, llamado Quail (su sociedad particular) las compa?¨ªas de Torras como un general lo hace con sus tropas.
Ha sido por esta raz¨®n que las consecuencias son devastadoras en t¨¦rminos sociales con da?o para accionistas pero tambi¨¦n para la supervivencia de industrias y miles de puestos de trabajo. De la Rosa, pues, no se limit¨® a exprimir a las empresas, obteniendo comisiones o adulterando de forma m¨¢s o menos evidente los balances: convirti¨® la empresa en una burbuja. Y cuando ¨¦sta explot¨®, al avecinarse los primeros s¨ªntomas de la crisis econ¨®mica, ¨¦l ya estaba en otra parte. Y dado que todo lo hizo con la impunidad de quienes pod¨ªan frenarle, no se march¨® de KIO para llamarse a sosiego sino, como un enfermizo atracador de bancos o trenes, preparar su pr¨®xima operaci¨®n.
En lo que se refiere a Mario Conde, con su presencia en una entidad con participaciones industriales (Corporaci¨®n), su gesti¨®n consumi¨® la solvencia de la instituci¨®n bancaria (capital y reservas) y lleg¨® a ese punto en el que, de continuar, afectar¨ªa el dinero de los depositantes de Banesto.
Tanto De la Rosa, como m¨¢s tarde Conde en Banesto, siempre han trabajado con el argumento de los "rendimientos probable? en la mayor parte de las operaciones de sus proyectos y compraventa de empresas. En base a informes de empresas de valoraciones (algunas m¨¢s conocidas, como American Appraisal. o Rothschild, otras m¨¢s de entrecasa como Axel Group o FG, esta ¨²ltima en el pelotazo de Oil Dor) han comprado y vendido sociedades, cuyo destinatario final siempre eran las entidades que ellos mismos encabezaban: en el caso de De la Rosa, Torras-KIO o Gran Tibidabo, y en el de Conde, Banesto, la Corporaci¨®n Industrial o empresas de ella.
Otra vez habr¨¢ que recordar a Keynes, cuando dice que "nuestro conocimiento de los factores que determinar¨¢n ¨¦l rendimiento de una inversi¨®n en los a?os venideros pr¨®ximos es frecuentemente muy ligero y a menudo desde?able... El asunto es en parte una loter¨ªa...". Y sin embargo, casi todas las operaciones que han provocado grandes plusval¨ªas con destino extra?o, a costa de Torras-KIO o Gran Tibidabo o de Banesto, la Corporaci¨®n y sus empresas, han sido basadas en estudios de prestidigitaci¨®n de cifras. Como ha dicho el actual presidente de Banesto, Alfredo S¨¢enz, en la ¨²ltima comparecencia de la comisi¨®n Banesto, en el Congreso, "el papel lo aguanta todo". Esos informes respetable, que han desprestigiado a sus autores, han sido algo as¨ª como una coartada preparada por aquel que va cometer un acto criminal (en el sentido anglosaj¨®n de la palabra). POL?TICA
La utilizaci¨®n de los pol¨ªticos como escudo para justificar la conducta por parte de ciertos empresarios est¨¢ emparentada con el hampa. Al Capone compraba polic¨ªas, alcaldes o gobernadores "como lo har¨ªa con otros art¨ªculos necesarios para el comercio", seg¨²n ¨¦l mismo dec¨ªa. Desde hace ya dos a?os Javier de la Rosa amenaza con "tirar de la manta" si se le tocaba un pelo, mientras que Mario Conde ha lanzado veladas amenazas, a trav¨¦s de sus libros, confesiones y declaraciones.
Fue con ocasi¨®n de la demanda que preparaba KIO contra De la Rosa y sus colaboradores que uno de sus abogados, Juan Jos¨¦ Folchi (algo as¨ª como el abogado Tom Hagen del mafioso Vito Corleone, en la novela El padrino, de Mario Puzo) viaj¨® a Londres para informar sobre los bajos fondos de De la Rosa a los enviados del Ministerio de Justicia de Kuwait. Las conversaciones de los d¨ªas viernes 13 y domingo 15 de noviembre de 1992, y el memor¨¢ndum redactado por Folchi el d¨ªa 19 de noviembre llegaron al fiscal general de Kuwait, pero no le disuadieron de actuar contra De la Rosa. Folchi confesaba la existencia de "pagos pol¨ªticos" en Espa?a y en el exterior en la ¨¦poca en que se congelaron con car¨¢cter internacional los fondos de Kuwait, tras su ocupaci¨®n por Irak en agosto de 1990.
Seg¨²n las actas de las reuniones en Londres, "cuando los funcionarios del Ministerio de Justicia kuwait¨ª le preguntaron, a Folchi por qu¨¦ les estaba dando toda esa informaci¨®n, el abogado dijo que era su obligaci¨®n profesional. Presionado para dar una explicaci¨®n sobre los pagos a funcionarios espa?oles, belgas y franceses, se?al¨® que dicha explicaci¨®n vendr¨ªa dada en breve por otra persona... Preguntado sobre si ¨¦l percibi¨® personalmente dinero para evitar que dijera nada, volvi¨® a referirse a los 130 millones de pesetas que recibi¨® en dinero negro, que hab¨ªa declarado ahora al Gobierno espa?ol y liquidado sus impuestos... Su opini¨®n sobre De la Rosa, que se le pidi¨®, era que a¨²n era el abogado de una de sus sociedades y que consideraba al se?or De la Rosa como un amigo...
A¨²n no se conocen las revelaciones que De la Rosa, a trav¨¦s de Folchi, amenazaba ya entonces con sacar a la luz de d¨ªa. Pero la l¨ªnea argumental era de hecho la de manchar el nombre de la clase pol¨ªtica espa?ola.
Ser¨ªa injusto cercar a Convergencia i Uni¨® por su apoyo pol¨ªtico y financiero -el aval de los 10.000 millones para el parque Busch que la sociedad de De la Rosa proyect¨® llevar adelante tras las dificultades con la americana Anheuser Busch- al presunto empresario. Es verdad que Jordi Pujol, Maci¨¤ Alavedra, Miguel Roca, Josep Mar¨ªa Cullel y, otros se involucraron mucho m¨¢s con Javier de la Rosa de lo que lo hab¨ªan hecho pol¨ªticos o ministros de otros partidos, al consagrarle como un gran empresario catal¨¢n.
Pero habr¨ªa que recordar que el renacimiento de De la Rosa, despu¨¦s de la bancarrota del Garriga Nogu¨¦s, se produjo con KIO en Madrid. Los ministros Carlos Solchaga y Luis Carlos Croissier, a pesar de unas reticencias iniciales, prefirieron confiar a De la Rosa la empresa Explosivos R¨ªo Tinto (ERT) porque tem¨ªan que, bajo el mando del entonces presidente, Jos¨¦ Mar¨ªa Escondrillas, se precipitase a una inminente suspensi¨®n de pagos en diciembre de 1987. De la Rosa fue entonces el mal menor. El entonces ministro de Defensa, Narc¨ªs Serra, puso objeciones a De la Rosa por su pasado en Catalu?a, pero en su estilo habitual finalmente dio su aprobaci¨®n a una f¨®rmula por la que se segregar¨ªa la divisi¨®n de armamentos de ERT. Todos se quedaron tan anchos: el Gobierno, previo, env¨ªo de Julio Feo a Londres para advertir a los kuwait¨ªes sobre los antecedentes de De la Rosa, dio la luz verde. Y Serra se olvid¨® del asunto. La divisi¨®n de armamentos nunca fue segregada de ERT. Si Serra se hubiera jugado el tipo entonces hoy podr¨ªa recoger su siembra. Pero tampoco lo hizo.
Lo importante es que a partir de all¨ª los tent¨¢culos de De la Rosa se extendieron de manera exponencial, bas¨¢ndose en la institucionalizaci¨®n de sus relaciones con el Gobierno central. A la luz de la suspensi¨®n de pagos de Torras, y tras la nueva operaci¨®n de Gran Tibidabo, la crisis de ERT -caso de tener finalmente lugar en aquellos d¨ªas de 1987- hubiera sido, como dicen los ingleses, peanuts (cacahuetes).
JUSTICIA Y PRENSA
La acci¨®n del fiscal Jim¨¦nez Villarejo primero, tras la solicitud de investigaci¨®n por parte de un grupo de accionistas de Gran Tibidabo, y la del juez Aguirre, m¨¢s tarde, han provocado una estampida en c¨ªrculos sociales, pol¨ªticos y financieros, precisamente por el clima de cierta impunidad de que gozaban los delitos econ¨®micos en este pa¨ªs, muchas veces falsamente disfrazados como ingenier¨ªa financiera. Fue tambi¨¦n parecida la estampida en las horas siguientes a la intervenci¨®n de Banesto en 1993. El pasaje de la impunidad al castigo, sea a trav¨¦s de la detenci¨®n del presunto responsable de hechos delictivos o su sustituci¨®n como administrador, siempre tiene rasgos revolucionarios, en la medida que hace crujir un statu quo de reglas de juego que hasta un momento dado parece intocable.
La tipificaci¨®n de los delitos de que se acusa a De la Rosa son los cl¨¢sicos: estafa, en primer lugar, apropiaciones indebidas y falsedades documentales, perpetradas para obtener beneficios econ¨®micos (y por ende perjuicios en las sociedades afectadas).
Pero si la acci¨®n tanto de las instituciones econ¨®micas -Banco de Espa?a en el caso Conde-Banesto- como jur¨ªdicas -los jueces en el caso De la Rosa-Gran Tibidabo- es un hecho auspicioso, cabe todav¨ªa un ejercicio de reflexi¨®n sobre la conducta de la prensa respecto a los h¨¦roes de nuestro tiempo econ¨®mico y financiero. Sin el cuidado que ¨¦stos han prodigado a medios y a periodistas, bajo las f¨®rmulas y combinaciones m¨¢s diversas, muchas de las cosas que pudieron hacer les habr¨ªan resultado, por lo menos, m¨¢s dif¨ªciles. La labor de euforia y embellecimiento practicada por los medios, por las. razones que sean, fue indispensable para el ascenso de los depredadores.
Una ¨²ltima cuesti¨®n. El enjuiciamiento de los actos cometidos en estos a?os en la econom¨ªa -que de momento est¨¢n simbolizados en el banquillo por Javier de la Rosa- es sin duda importante. Pero hay problemas b¨¢sicos que deber¨¢n tambi¨¦n ponerse sobre la mesa: el funcionamiento de las empresas, los consejos de administraci¨®n, las normas contables. El debate debe permitir una perfecci¨®n del funcionamiento de bancos y empresas, en favor de la sociedad y no para provecho de unos individuos sin escr¨²pulos, abogados y m¨¢s o menos h¨¢biles empresarios impostores.
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