Guerra comercial y crisis financieras
APENAS CONTROLADA la crisis financiera de M¨¦xico, el riesgo de una guerra comercial entre China y EE UU amenaza con proyectar nuevas sombras de inquietud sobre el libre desarrollo del comercio internacional y la expansi¨®n de la econom¨ªa mundial. Mientras tanto, la reuni¨®n, este fin de semana en Toronto (Canad¨¢), de los ministros de Finanzas y los banqueros centrales del Grupo de los Siete (G-7) ha demostrado una cosa: la dificultad que tienen los dirigentes de los siete pa¨ªses m¨¢s ricos del mundo para encontrar soluciones r¨¢pidas y eficaces a problemas relacionados con el proceso de globalizaci¨®n de las econom¨ªas.La crisis financiera desencadenada el pasado diciembre en M¨¦xico y la soluci¨®n arbitrada para superarla han puesto de manifiesto, adem¨¢s, la relativa obsolescencia de unas instituciones. financieras internacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, que son incapaces de adaptar sus estructuras y cometidos a un escenario econ¨®mico mundial que nada tiene que ver con el existente en la ¨¦poca de su creaci¨®n. En ese sentido, la crisis mexicana ha constituido un aldabonazo sobre la clamorosa ausencia de mecanismos de previsi¨®n con los que poder anticiparse y responder mejor a episodios como el de la espectacular depreciaci¨®n de la moneda mexicana y el fuerte retraimiento inversor que la sigui¨®.
Pero la soluci¨®n dada a esa crisis no deja de ser una salida excepcional, dif¨ªcilmente aplicable a otras situaciones similares en el futuro. Y s¨®lo puede explicarse por el papel preminente que si gue teniendo EE UU en organismos como el FMI y por sus especiales relaciones con M¨¦xico. De no ser por ello, el presidente Clinton no habr¨ªa conseguido que el FMI comprometiese fondos de tal cuant¨ªa -17.800 millones de d¨®lares- en el pr¨¦stamo de emergencia arbitrado para M¨¦xico por la Administraci¨®n norteamericana. De nada ha servido la inusual protesta de Alemania, Reino Unido, B¨¦lgica, Holanda y Suiza por esa discrecionalidad de Clinton en el uso de unos fondos pertenecientes a 180 pa¨ªses y que ¨¦stos estaban inicial mente dispuestos a aportar hasta un importe de. 7.600 millones de d¨®lares.
De todos estos problemas, los ministros de Finanzas y banqueros centrales del G-7 apenas han dicho una palabra en su reuni¨®n de Toronto (Canad¨¢), a la que tambi¨¦n ha asistido el director gerente del FMI. Se han limitado a posponer su tratamiento hasta su pr¨®xima reuni¨®n de junio en Halifax. Pero la cuesti¨®n es saber si pueden seguir sin resolverse problemas como el de la inad6cuaci¨®n del FMI a las circunstancias por las que hoy discurre el sistema financiero internacional y el de su inadaptaci¨®n estructural a la actual configuraci¨®n de la econom¨ªa mundial.
Desde la quiebra, en 1971, del sistema cambiario nacido en Bretton Woods hace M¨¢s de medio siglo, el FMI ha tratado de legitimar su existencia afrontando cometidos bien distintos a los concebidos en su fundaci¨®n y, en consecuencia, no siempre adaptados a su capacidad. Su manifiesta subordinaci¨®n a los intereses de E E UU y la a¨²n menos explicable a esos con frecuencia ineficaces encuentros del G-7, constituye una r¨¦mora dif¨ªcil de sobrellevar en las condiciones por las que discurre actualmente la econom¨ªa mundial.
La amenaza de guerra comercial entre China y EE UU, con el previsible boicoteo de algunos de sus productos en sus respectivos mercados, es un s¨ªntoma bien palpable de esas nuevas condiciones. Aunque sin el alcance de la a¨²n no completamente cerrada disputa comercial entre Jap¨®n y EE UU, este nuevo frente abierto en el espacio comercial estadounidense no deja de ser una consecuencia de esa intensa mutaci¨®n que est¨¢ oper¨¢ndose en las relaciones econ¨®micas internacionales.
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