Quinta o ?sexta rep¨²blica?
La V Rep¨²blica francesa naci¨® en 1958 por medio de un golpe de Estado que se dio el Estado mismo. No fue asaltada desde fuera por un general impaciente con los partidos, con el Parlamento, con el p¨²blico que no comprend¨ªa que lo ¨²nico razonable era votarle a ¨¦l, sino que se entreg¨® atada de pies y manos para que la salvaran de la guerra de Argelia, del fin del imperio, de la angustia de dejar de ser. As¨ª el general Charles De Gaulle pudo crear una rep¨²blica mon¨¢rquica, en cierto modo din¨¢stica, sin duda disciplinada, que le ven¨ªa como un guante para dictar sin ser un dictador. De igual forma, el gaullismo reinventado no era tanto un partido como, una tropa de rieles diputados para seguir las menores indicaciones del general. El hecho de que se sentaran en un, hemiciclo era puramente cuesti¨®n de alojamiento. A sus 37 a?os la V Rep¨²blica, prestada durante dos septenatos a un socialista, vuelve hoy a su matriz: un presidente gaullista y un Gobierno del partido. De Gaulle se retir¨®, mediado su segundo mandato, en abril de 1969 porque los franceses tuvieron la ocurrencia de votar no en un refer¨¦ndum sobre la regionalizaci¨®n. Nada le iba en ello excepto su ol¨ªmpico concepto de s¨ª mismo. Y poniendo en pr¨¢ctica su concepci¨®n sacroancestral del poder, el general actu¨® con misterio, silencio y sorpresa para anunciar que le hab¨ªa retirado su confianza al pueblo franc¨¦s. Se iba.
Su sucesor, Georges Pompidou, que hab¨ªa sido una especie de secretario de redacci¨®n del El¨ªseo para el cuidado de la mejor prosa administrativa, cocinero del train-train, como llamaba De Gaulle a gobernar lo cotidiano, era elegido en el verano de 1969 contra Alain Poher, rezagado de la IV Rep¨²blica que se cre¨ªa que hab¨ªa espacio fuera de la mayor¨ªa presidencial para construir otra derecha democr¨¢tica en Francia.
Si De Gaulle hab¨ªa sostenido una presidencia ¨¦pica, Pompidou fue artesano del realismo. Nacido a la pol¨ªtica como escriba, fue habitu¨¢ndose a la pantalla de televisi¨®n desde la que. hablaba con una formidable gimnasia de las cejas, pero sustituyendo el imperioso desd¨¦n de su mentor con el consejo laborioso del presidente de una empresa. Su lema fue el continuismo, pero mucho m¨¢s a ras de suelo, y el capitalismo franc¨¦s acab¨® de dar el salto de la modernizaci¨®n. Francia volvi¨® a ser una Gran Naci¨®n, donde los supermercados reemplazaban a no pocos tenderos y el fen¨®meno Le Pen, con el gran regreso de los colonos de Argelia y la inmigraci¨®n norteafricana, empezaba a reclutar su infanter¨ªa.
Pompidou muri¨® en el ejercicio del cargo en abril de 1974 hinchado de cortisona para combatir un c¨¢ncer linf¨¢tico. Su sucesor fue el primer no gaullista, sino adherido de la V Rep¨²blica. Val¨¦ry Giscard d'Estaing se hab¨ªa formado su propia coalici¨®n de derechas al servicio, relativo, del general. Y, as¨ª, derrot¨® al neosocialista Fran?ois Mitterrand por un apretad¨ªsimo 50,8%, que ya ense?aba las u?as de un pr¨®ximo relevo. Con Giscard entr¨® Francia en una fase pasablemente atl¨¢ntica. El nacional-gaullismo era interpretado en clave mucho m¨¢s paneuropea que antiamericana. El tiempo de la alternancia hab¨ªa llegado.
La victoria de Mitterrand en el 81 regaulliz¨® la rep¨²blica pese a que el titular fuera un socialista. El inventor del nuevo PS ha sido el ¨²nico presidente que ha desempe?ado dos mandatos completos de siete a?os, periodo en el que ha dejado una impronta m¨¢s duradera, para todo, que ninguno de sus predecesores salvo el general.
En ese tiempo ha creado el Frente Nacional, xen¨®fobo y estulto de Jean-Marie Le Pen, al que dio toda clase de facilidades televisivas para que mordiera en el voto del gaullismo; ha convertido en mitterrandismo, es decir, en kleenex de sus necesidades pol¨ªticas, la federaci¨®n de sensibilidades socializantes que hab¨ªa agrupado en el nuevo partido de Epinay, en 1971. La implosi¨®n de las elecciones europeas en las que el socialismo franc¨¦s, dirigido por la bestia negra del presidente, el ex primer ministro Michel Rocard, en 1994, cuando s¨®lo obtuvo el 14,9%, re presenta la culminaci¨®n de la obra de Mitterrand. Con su sentido tribal, a los suyos amparo y talante del que no quiere ver por grandes que sean sus desaguisados, y a los aliados de hecho, marm¨®rea distancia y trampa en el camino, Mitterrand ha federado capillas m¨¢s que voluntades. Con todo, ese gran cardenal florentino, ese se?or imperioso, ya que no pudo serlo imperial por nacer demasiado tarde, ha sido el ¨²nico aut¨¦ntico sucesor de De Gaulle. Un presidente suntuario que ha querido dejar tras de s¨ª, como Augusto, Roma, un Par¨ªs de alabastro y de cristal: el arco de la Defensa, la Biblioteca Nacional, la pir¨¢mide del Louvre. Cuando nadie recuerde ya su nombre, sabe Mitterrand que la ciudad del Sena brillar¨¢ a¨²n m¨¢s con los mojones de su paso. El presidente hoy cesante ha tenido que gobernar en dos ocasiones -86-88 y desde 1993- con primeros ministros de derechas. No estaba pensada para eso la rep¨²blica, que, por ello, fue bautizada entonces de V bis. Pero, en realidad, el bloqueo institucional s¨®lo se produjo en el anterior bienio: Chirac y Mitterrand odio nada cordial entre ellos, se trabaron en una pugna est¨¦ril por llegar a la silla de mando, uno y otro el primero.
Con Jacques Chirac la V vuelve, en cierto modo donde sol¨ªa. Gaullistas e todos los resortes del poder. Pero, s¨®lo hasta cierto punto. Esta V tiene ya aspectos de VI porque el p¨²blico no es el mismo. En las presidenciales de 1974 Le Pen obten¨ªa el 0,75% del voto; hace unas semanas, el 15,3%. La opini¨®n no quiere salvadores imperiales, y menos del modelo Mitterrand. El propio Chirac ya no e el le¨®n infatigable de anteriores razzias presidenciales; dice que quiere dejar gobernar al Gabinete, legislar y controlar a la Asamblea, sanar la Francia enferma de corrupci¨®n y desencanto.
La pol¨ªtica francesa, como el grajo, vuela bajo con Le Pen agazapado en la cuneta. Tambi¨¦n los dinosaurios desaparecieron un d¨ªa de la Tierra.
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