Un nuevo humanismo
El mundo se re¨²ne en c¨®nclave en Pek¨ªn del 4 al 15 de septiembre para la IV Conferencia Internacional de la Mujer, 20 a?os despu¨¦s de la primera de estas reuniones, promovida por las Naciones Unidas y donde se alz¨® la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres. Ahora la carrera se acelera al m¨¢ximo, y si en El Cairo se discuti¨® sobre la bomba demogr¨¢fica (superpoblaci¨®n, anticonceptivos y aborto), en Pek¨ªn estallar¨¢ la bomba democr¨¢tica de la lucha por la igualdad de las mujeres en el futuro del planeta, pese a discriminaciones, abusos, mezquindades y rancios desprecios. Fue en 1976 cuando 133 Estados suscribieron en M¨¦xico la voluntad de crear un A?o Internacional de la Mujer. Cito esta fecha porque sigui¨® a escasa distancia a la gran rebeli¨®n femenina que se produjo en el 68, que hoy ya podemos considerar hist¨®rico. Era como un prolongado grito de revuelta, de rabia, que despu¨¦s se organizar¨ªa en el rechazo de la pol¨ªtica como una estafa frente a la paridad femenina. No se trata tanto de rehabilitar el feminismo cuanto de reflexionar sobre el aspecto sacrosanto de aquella rebeli¨®n, una vez que la revuelta de los j¨®venes hab¨ªa sido barrida. Podr¨ªa decir que las mujeres del feminismo descubr¨ªan en los repliegues de la ira estudiantil la misoginia, la corrupci¨®n y el tr¨¢fico il¨ªcito de su cuerpo y de su voto, sobre el cual los partidos constru¨ªan su poder¨ªo electoral. Todo ello dur¨® hasta mediados de los a?os ochenta. En 1989 ca¨ªa el muro, basti¨®n m¨¢ximo erigido por los sistemas pol¨ªticos en la guerra fr¨ªa. La divisi¨®n del mundo en dos se fragmentaba. No s¨®lo se alzaba el tel¨®n sobre la dictadura sovi¨¦tica, estrechamente emparentada con la fascista desde sus, or¨ªgenes, hija como es esta generaci¨®n de dos monstruosos padres, estalinismo y fascismo. Finalizaba la gran ilusi¨®n de la relaci¨®n imaginaria y fant¨¢stica entre el futuro de la humanidad y la promesa del Octubre ruso. L¨¦ase al respecto el hermoso libro de Fran?ois Furet Le pass¨¦ d'une illussion. ?ssai sur l'id¨¦e communiste au XX? si¨¨cle. Pero lo que el historiador no ha examinado, y que ha sido objeto de tantos y valientes trabajos nuestros, de las mujeres, es hasta qu¨¦ punto result¨® una burla la abstracta utop¨ªa universalista de la liberaci¨®n de la mujer en los reg¨ªmenes comunistas, a¨²n m¨¢s expl¨ªcita que la burla contra la clase obrera. Caldo el muro, se ha alzado tambi¨¦n el tel¨®n sobre la vida real de las mujeres en aquellas inmensas landas, donde una nueva divinidad femenina, la Eva comunista, constituy¨® el centro de una religi¨®n de la igualdad basada en las leyes y la Constituci¨®n. En efecto, la gran ilusi¨®n de una paridad absoluta, tan armoniosa como falsa, se desplomaba al comparar las condiciones reales tras el medio siglo transcurrido desde Octubre con la fant¨¢stica y bonachona mentira de Lenin: "Hasta una cocinera debe poder dirigir el Estado de los s¨®viets". A decir verdad, en el socialismo real las mujeres no s¨®lo trabajaban el doble que los hombres, sino que recib¨ªan sus medallas al m¨¦rito si a este trabajo extenuante sumaban el de parir como conejas las criaturas que Stalin solicitaba. Era la misma copla del negro Duce italiano, de Hitler, de Franco, de P¨¦tain, quienes las quer¨ªan prol¨ªficas, sin ambiciones, con pocos estudios, ning¨²n papel en la cultura y sin derecho al voto desde el principio. Si en este siglo XX la humanidad ha pagado un precio atroz a las dictaduras, la peor sangr¨ªa fue la llevada a cabo sobre el cuerpo de las mujeres. Para ellas, el bluff, el enga?o y la ilusi¨®n sobre, su liberaci¨®n fueron absolutos, Y hoy ya no basta el po¨¦tico eslogan de Mao, que resonar¨¢ de nuevo en Pek¨ªn el pr¨®ximo septiembre como un remoto ultrasonido para convencernos de lo contrario: "Las mujeres son la mitad del cielo". Aunque en esta frase perdure una rebelde fascinaci¨®n m¨¢s po¨¦tica que pol¨ªtica e ideol¨®gica...Las mujeres europeas, y en particular las italianas y francesas (y algo m¨¢s tarde las espa?olas con el retomo de la democracia), llegamos a Pek¨ªn con una meta hist¨®rica y con un balance muy especial: hace medio siglo, en 1945, se conced¨ªa el voto a las mujeres. En una Europa arruinada, sobre la cual ondeaba la monstruosa bandera negra de Auschwitz, a las mujeres nadie les regal¨® el voto: fue el insuprimible derecho de quienes hab¨ªan luchado contra la tiran¨ªa. Primo Levi dec¨ªa, exasperado: "Si ha existido Auschwitz no puede existir Dios. No encuentro soluci¨®n al dilema. 'La busco, pero no la encuentro". Quiz¨¢s la salida la encontraron las mujeres, casi orgullosas por haber combatido contra el nazifascismo, venci¨¦ndolo. Lo recuerdo porque siempre se ha hecho un uso distorsionado de la palabra feminismo como un concepto que mete a todas en el mismo saco antropol¨®gico y en el interior de una misma fase hist¨®rica, siendo as¨ª que, por el contrario, cruzan por la historia protagonistas que act¨²an bajo signos opuestos, las atrevidas combatientes y las funestas hadas de la tiran¨ªa, entre vicios y virtudes, entre maldici¨®n y sublimaci¨®n. Por lo tanto, la expresi¨®n "ser mujer es bello" me parece una de las m¨¢s confundidoras expresiones surgidas despu¨¦s del 68. No hay materia femenina totalmente angelical. Lo vemos en nuestra ¨¦poca, en la que con viven todas, desde la autoritaria Pivetti, que habla de s¨ª misma en masculino, a la espl¨¦ndida modelo Claudia Schiffer, desde la americana que ahog¨® a sus, dos hijos a esa madre italiana que dio a luz a su beb¨¦, pero lo conden¨® a morir dejando que su cuerpo se helase en una terraza. Y todo convive, adem¨¢s, con ese gran tr¨¢fico de la inseminaci¨®n artificial en el cual la abuela o la cu?a da paren al hijo de la hija o de la nuera muertas, para viril gozo del marido, o del hombre-esperma. En este gran zafarrancho en el que predomina la ausencia de valores, la inquietud femenina es grande. Han vuelto, bajo el azote del fanatismo religioso, a ser las primeras v¨ªctimas. En el nombre de Al¨¢, en Argelia han violado y asesinado a 250 mujeres porque Iablaban franc¨¦s y no llevaban velo; antes se hab¨ªa producido en Bosnia la gran violaci¨®n, nueva arma de guerra en manos de una fan¨¢tica furia religiosa. Todo lo contario de la tolerancia que predicaba Voltaire hace dos siglos.
Maria Antonietta Macciocchi es escritora y periodista italiana
Traducci¨®n: Esther Ben¨ªtez.
Con toda esta mara?a, y con la permanente contradicci¨®n en tre la incompatibilidad existente entre la autonom¨ªa de la mujer y ciertas religiones, entre comercializaci¨®n del cuerpo de la mujer, dirigientes pol¨ªticos mis¨®ginos, jefes de Estado conservadores, violaciones de dimensiones para noicas, violencia del erotismo sexual, resultar¨¢ muy dif¨ªcil hallar en Pek¨ªn una plataforma de acci¨®n capaz de relanzar la "promoci¨®n de la mujer en el mundo" de aqu¨ª al 2000. Quiz¨¢s este Papa, tan duramente impugnado en El Cairo por su negativa a aceptar contracepci¨®n y aborto, pueda presentarse ahora en Pek¨ªn con una hermosa "ep¨ªstola a las mujeres" concerniente a la dignidad de la mujer, su genio, su autonom¨ªa. Yo podr¨ªa decir que ya en 1986, cuando sali¨® la Mulieris dignitatem, esta carta fue el primer mea culpa del Vaticano a lo largo de una historia milenaria. No es todo, pero a nadie se le oculta la importancia de un texto que libera a la mujer de la antigua maldici¨®n que la presentaba s¨®lo como tentadora y c¨®mplice de la serpiente. En Pek¨ªn, la perspectiva es la de un nuevo humanismo para establecer los fundamentos de un discurso sobre la mujer para el 2000 no como temas metaf¨ªsicos, sino como derechos que hay que conquistar en la "lucha por la igualdad, el desarrollo, la paz". Que es adem¨¢s el lema bajo el cual se reunir¨¢n en Pek¨ªn m¨¢s de 30.000 delegadas y 184 Gobiernos. Aunque mucho me temo que la confusi¨®n ser¨¢ grande.
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